sábado, 20 de febrero de 2016

El periodista y crítico literario Rafa Mari analizó "Diario de una sombra".

El acto tuvo lugar en MISLATA el pasado jueves 18 de febrero, en el centro Sociocultural "La Fábrica". Se transcribe un resumen de sus palabras efectuado por él mismo. 


Rafa Mari: 
"Pese a la compleja estructura de Diario de una sombra
la novela no pierde nunca la claridad".
En esta presentación de ‘Diario de una sombra’, la nueva novela de María García-Lliberós, amiga y escritora a la que admiro desde el inicio de su carrera literaria, me exijo el compromiso de no destripar los elementos clave de su argumento para que así los futuros lectores del libro disfruten del relato y de los recovecos psicológicos de sus personajes o con las sorpresas de una historia que recorre más de 30 años, desde 1972 a 2004.
Una novela tiene su prueba de fuego en las 50 primeras páginas. Si nos engancha en ese primer tramo, el resto absorbe nuestra atención sin darnos cuenta. Si tal cosa ocurre es porque nos hemos metido dentro de la historia como testigos expectantes y no queremos salir de allí hasta que su autor o autora ponga el punto final. ‘Diario de una sombra’, bien editada por Sargantana, supera limpiamente esa prueba y ya en la página 37, tras leer cinco entradas del diario de Elsa, hemos hecho ‘nuestros’ los avatares que nos cuenta María García-Lliberós en 316 páginas que avanzan con un ritmo magníficamente modulado. Mantener vivo el interés del lector no es una tarea sencilla. Para ello hace falta talento narrativo –María lo tiene, lo ha demostrado con sus anteriores novelas como ‘Equívocos’, ‘Babas de caracol’  y ‘Lucía o la fragilidad de las fuertes’- y hace falta contar unos conflictos que nos impliquen y emocionen.
Es el caso de ‘Diario de una sombra’. Y no crean que es una novela de estructura sencilla. La novela se articula en 17 capítulos. Algunos de ellos los cuenta un narrador omnisciente, y en otros se nos va desvelando el corazón de la historia a través de las anotaciones de Elsa en su diario. El relato discurre unas veces en Londres, otras en Madrid, Valencia o en la ciudad suiza de Lucerna. Los principales personajes son cuatro: Gabriel, Elsa, Gonzalo y Cristina. Las fechas van oscilando. 2004, 1972, 2003, 1972, 1973… Los últimos capítulos nos sitúan en el Madrid de 2004. Pese a la compleja estructura de ‘Diario de una sombra’, la novela no pierde nunca la claridad. Su argumento se sigue sin esfuerzo. Detrás de ese logro hay una gran pericia narrativa que García-Lliberós se esfuerza en hacer invisible. No quiere apabullar nos con su sabiduría en lo que se refiere a la arquitectura del relato. Su prosa es cuidada y tersa, la suya nos llega como una voz leal que nos desvela poco a poco los secretos de la historia. María no caricaturiza a ningún personaje, ni siquiera a los que no le gustan. Notamos en algunos casos su mirada crítica, pero no se ensaña con ellos. Intenta comprender sus razones, aunque no las comparta. Reproduzco destellos del libro: “La mejor forma para un financiero de cuidar su imagen es ocultándola” (Gabriel: doce palabras que sintetizan perfectamente un concreto y cruel momento social). “El poder te hace fuerte, y el temor a perderlo frágil” (sabio aforismo de la por otra parte bastante zafia Cristina). “En Suiza no existe el gratis total, incluso se paga una llamada de teléfono desde una casa particular” (una costumbre que no sé si considerar demasiado estricta o muy civilizada).
Confieso que en un pasaje pensé: la autora es muy dura en el retrato que hace del padre de Elsa. Los padres tienen que comprender a sus hijos, que pertenecen a otra generación y tienen otra manera de pensar y decidir. Pero los hijos, una vez superada la irresponsable nebulosa de la adolescencia, también deben esforzarse en comprender a sus padres por el mismo motivo: nuestros progenitores se educaron en otra época, normalmente mucho más espinosa que la nuestra.
Otra pequeña objeción, de tipo fugaz. El padre de Elsa es un energúmeno. Un franquista intolerante. Pero aun así, ¿es posible que alguien se comporte emocionalmente de forma tan brutal con su propia hija? No describo más el conflicto por aquello que decía al principio de no destripar el argumento de ‘Diario de una sombra’. El caso es que he preguntado a varios amigos: ¿Creéis posible una actitud de rechazo definitivo de tal virulencia? La respuesta fue unánime: “Claro que es posible”. Y me contaban casos similares. En su propia familia, en la de unos vecinos, en las de sus tíos o primos… También me sorprendió la decisión última de Gabriel Pradera. ¿Hay suficientes motivos para ello? Se lo planteo a quienes se enfrasquen en los próximos días en la lectura de ‘Diario de una sombra’. Después de analizar la personalidad de Gabriel, he llegado a la conclusión de que los demonios interiores que nacen de las frustraciones biográficas pueden ser devastadores.
‘Diario de una sombra’ es una novela ambientada en una época convulsa y apasionante de la historia española: el tardofranquismo, la Transición, los años de un pantanoso crecimiento económico y el inicio de una corrupción generalizada en las altas esferas financieras. En ese sentido es un espejo nítido al lado del camino. Un espejo que refleja cosas que hemos vivido casi todos: los enamoramientos que esclavizan, el engaño, la inesperada fuerza de carácter en algunas personas de apariencia débil para superar obstáculos tremendos, los conflictos generacionales, la búsqueda de la felicidad por atajos que conducen a un cul-de-sac…
En esta novela son memorables varios de los personajes secundarios: la abuela de Gabriel, la madre de Elsa, la secretaria enamorada de su jefe. Nos quedamos con ganas de saber más de ellos. Quizá vuelvan a aparecer, bajo otros ropajes, en las próximas novelas de María García-Lliberós, en mi opinión una de las mejores narradoras española y sin duda la más relevante y ambiciosa –dicho sea como un elogio- de la actual literatura gestada y editada en la Comunitat Valenciana. El último capítulo de ‘Diario de una sombra’ es hermoso. Tras sufrir un drama personal que podría hundir al joven periodista Gonzalo, María García-Lliberós nos dice que hay esperanzas para encontrar “la parte ignorada” de su identidad y su verdadero “lugar en el mundo”. El párrafo final me conmovió. Gonzalo ha cometido errores graves pero, dada su limpia manera de ser –herencia más de su madre que de su padre- le será posible aprender de ellos. El final tiene hondura. Terminar con fuerza una novela es tan difícil como ‘enganchar’ al lector ya en las primeras páginas. Ambas cosas se consiguen en esta novela sobre nuestro país, sobre gente que hemos sufrido y sobre nosotros mismos.
Rafa Mari.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mapa de visitantes


Visitor Map