Ed. Alfaguara, 2011. 401 páginas.
"Los enamoramientos" es una novela con mucha reflexión sobre las intimidades del ser humano. Comienza con la muerte del empresario Miguel Deverne, acuchillado en plena calle por un aparcacoches demente que parece haberlo confundido con otro. Un hecho azaroso que transformará en un instante la vida de Luisa, su esposa. La narradora es María Dolz -una novedad que sea una mujer-, testigo de la felicidad existente entre el matrimonio, una pareja envidiable y enamorada.
El suceso dará pie a pensar sobre la muerte, sus consecuencias, la pérdida o la ausencia y, lo más interesante, el significado para el propio muerto que ya no oye, ni decide, ni está, aunque haya dejado huella. También sobre la capacidad para salir adelante y reorganizar la existencia, hasta el punto de lo inconveniente que sería la resurrección del amado, sobre todo si éste ha sido sustituido por otro.
Superadas las cien primeras páginas, la novela da su primer quiebro y cobra nuevo impulso cuando María Dolz se enamora de Díaz-Varela, el amigo del difunto y aspirante a ocupar su lugar, una persona atractiva e inteligente, embaucador, buen amante, capaz de eliminar cualquier obstáculo para conseguir su objetivo, un hombre cuyos anhelos están por encima de la lealtad. Las digresiones de María sobre el enamoramiento de ella y el encaprichamiento de él, enamorado a su vez de Luisa, así como sobre el hecho de que todos podamos ser sucedáneos de alguien, y los cambios en las exigencias de los sentimientos con el paso del tiempo, son espléndidas.
La forma en que el autor introduce la sospecha de que la muerte de Deverne no fuera tan azarosa, a través de las fantasías de María en torno a la muerte de Luisa y su proyección sobre Díaz-Varela respecto a su mejor amigo, no tiene desperdicio. El método, cien por cien Javier Marías, consiste en obligar al lector a que retuerza cada idea, la exprima desde cualquier perspectiva, analice todas las posibilidades, observe, deduzca, obtenga conclusiones. En algún momento la novela bordea el género negro -un crimen premeditado pendiente de cierta dosis de chiripa, lo que gradua la responsabilidad-, por poco tiempo, porque apunta mucho más alto. Por eso cobra tanta importancia la relación entre María y Díaz-Varela, el temor de ella cuando sabe lo que no debería saber, las estrategias mentales, el análisis consciente de sus debilidades, la necesidad de relativizar lo que es atroz, de adaptar la imagen del amante para que siga siendo aceptable, la persistencia del deseo confundido con el miedo.
En el último tercio del libro, el autor da otra vuelta de tuerca. La conversación entre María y Díaz-Varela sirve para introducir un nuevo elemento que neutralice la versión que la primera tiene: la voluntad del difunto para justificar lo horrible con algo más horrible. Se acepta la muerte y la idea de cesar, pero no la de sufrir sin sentido. Consigue plantar la semilla de la duda, convence de lo difícil que es aprehender la verdad -ésta es una maraña, incluso cuando se desmadeja, y eso pretende la novela-, enfría las ansias de justicia.
Una novela densa escrita con la prosa característica de Marías, salpicada de referencias literarias oportunas y didácticas -Balzac y el personaje del coronel Chabert, Athos de Los Tres Mosqueteros- de gran riqueza verbal, con el exhibicionismo sobre otras lenguas al que nos tiene acostumbrados y de su vasta cultura. Debo decir que aunque la narradora sea una mujer, el lector asíduo de Marías sigue oyéndolo a él, como ocurría con Jacobo Deza en la trilogía "Tu rostro mañana", porque el tono y el estilo es el mismo. Tampoco renuncia a sacar al erudito Francisco Rico, una fijación del autor, aunque no tengo la seguridad de que lo haga como homenaje a un amigo ya que, libro a libro, va perfilando la figura de un ser intratable, pedante, contento de ser quién es y de haberse conocido, cuestiones a las que no hay que darles importancia.
Una novela sofisticada que he leído con interés creciente -a partir de la segunda mitad absorbente- porque el acierto mayor es la estrategia novelística, la dosificación de la información, los cambios de punto de vista y las reflesiones exhaustivas sobre la envidia, el azar, la muerte, el dolor, los peligros de enamorarse, el suicidio, la amistad, la sustitución de una persona por otra, la impunidad y la justicia, cuestiones que nos afectan, queramos o no, y con las que estamos destinados a enfrentarnos antes o después.
No se la pierdan.
María García-Lliberós