CARENA Editors, S.L., 2015.
351 páginas.
18,00 € (en papel)
El libro se inicia
con dos citas. La primera de Baltasar Gracián dice no hay venganza como el olvido y casa mal con el desarrollo de la
trama; la segunda de Kill Bill la
venganza no es un camino recto, sino un bosque donde puedes perderte, es una
señal para el lector de lo que viene a continuación.
Abrir en caso
de muerte sigue el modelo de la novela negra americana y su protagonista, el
detective privado Samuel Campos, se inspira en Sam Spade, personaje creado por
Dashiel Hammet (a Bel Carrasco no le ha importado dejar demasiadas pistas),
aunque a mí me recuerda más a Philip Marlowe, de Raymond Chandler, que tiene un
fondo sentimental que aviva su vulnerabilidad. En cualquier caso, la acción no
se ubica en San Francisco o en Hollywood sino en Valencia, en el corazón del
centro histórico, en 1986, cuando en España aún teníamos como moneda la peseta,
acabábamos de estrenar una democracia, carecíamos de teléfonos móviles y nos
encontrábamos a punto de entrar en la Unión Europea.
Una mañana
calurosa la señorita Sandra Llombart, alta, delgada, elegante, bella y
misteriosa, aparece en el destartalado despacho de nuestro protagonista para
hacerle un extraño encargo: localizar a las personas –dos hombre y una mujer de
las que sólo sabe sus nombres de pila- que aparecen en una foto tomada a
principios de los años setenta en una finca de naranjos en Alzara, junto a la
madre de Sandra y doña Clotilde la dueña. El motivo confesable: averiguar la
verdad sobre la muerte de estas últimas, un asunto que la atormenta y no le
permite vivir en paz. Así empieza esta aventura de Samuel Campos a quien, el atractivo de la joven le hace aceptar un caso que le irá llevando por múltiples
peligros arrastrando tras de sí un reguero de muertos.
La trama es
compleja, está bien urdida y no deja cabos sueltos. Bel Carrasco sabe
concatenar los hechos, recuperar el relato cuando parece que las pesquisas lo
han conducido a un callejón sin salida, mantener la tensión del mismo y
resolverlo con brillantez aunque recurra, para clarificar los misterios del
pasado, al diario de Luisa Soler, madre de Sandra, encontrado de manera
demasiado propicia.
Llama la
atención que la autora introduzca un elemento fantástico en un relato de
género, un collar único de propiedades extraordinarias, que distorsiona el realismo
de la tragedia criminal, al igual que enturbiará la mente de un personaje
influenciable.
Samuel Campos se
diferencia de sus colegas americanos en sus rasgos humanos. Tiene amigos,
aunque sea un solitario, y carece de cinismo. Y se asemeja en que busca la
verdad pero no la justicia. Se desentiende del castigo que merezca el criminal,
incluso de ponerlo en manos de la policía, a pesar de la crueldad desplegada,
sobre todo si le inspiran sentimientos de afecto.
|
Bel Carrasco |
|
Con esta tercera
novela de Bel Carrasco publicadas en el período record de dos años (El relojero de Real y Las semillas del Madomus), de temáticas
completamente diferentes, la autora valenciana entra en la minoritaria
categoría de escritores todoterrenos.
María
García-Lliberós
Reseña publicada en POSDATA, suplemento cultural de LEVANTE, el viernes 17 de abril de 2015.