446 páginas.
21 € en papel; 9,99 € en ebook.
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Derecho
natural es una novela que
contiene y desarrolla las obsesiones literarias de su autor. Toma como hilo conductor
la evolución de una familia española de clase media baja y como punto de
vista el de uno de sus miembros, el hijo mayor que asume el papel de relator en
primera persona, un relator subjetivo e implicado que escarba en su memoria
desde que era un niño hasta que se sitúa en la treintena y su padre, personaje principal, muere, por lo que la percepción de
las conductas de los miembros de su familia va cambiando con su propio crecimiento. Ubica la acción en una España en cambio: últimos años del franquismo, referéndum de la Constitución, Transición y primeras décadas de democracia. Con unas leyes nuevas que se adaptan a exigencias sociológicas que afectan de lleno a la composición familiar.
las conductas de los miembros de su familia va cambiando con su propio crecimiento. Ubica la acción en una España en cambio: últimos años del franquismo, referéndum de la Constitución, Transición y primeras décadas de democracia. Con unas leyes nuevas que se adaptan a exigencias sociológicas que afectan de lleno a la composición familiar.
Estamos
ante una novela realista y de personajes. La figura de Ángel Ortega, el padre
cobra un peso esencial en la historia. Su arrolladora personalidad, su egoísmo,
camuflado por un innato don de gentes que genera confianza (otro ejemplo del
pícaro español), su canallesca capacidad para la seducción, la mentira, la
impostura y la simulación (es actor secundario en películas de bajo presupuesto,
forma dos familias, se convertirá en el doble de Demis Roussos), lo hacen
imprevisible. Consigue que tanto cuando está presente como cuando está ausente,
el resto de los miembros de la familia se sientan influidos por él, vivan atentos a
la interpretación de cualquier gesto, poniéndose siempre en lo peor. Un
personaje que a Martínez de Pisón le ha salido redondo porque consigue
acercarlo al lector, exhibir su parte más negativa y, también, los momentos de
ternura y vulnerabilidad ante su fracaso personal. El lector acaba metiéndose
en su piel, juzgándolo desde su interior, comprendiéndolo.
La
figura de la madre, Luisa y su evolución desde la mujer que vive en un mundo de ilusión y es abandonada con cada nuevo embarazo,
hasta la mujer por fin casada, empresaria de éxito, capaz de instrumentalizar a
un hombre para extraer fuerza y deshacerse del
marido (excelente la escena en la cocina, página 179, cuando le dice ¡Vete de mi vida! ¡Vete para siempre de mi
vida!, y el relator nos explica cómo funciona la memoria) y emprender una nueva etapa libre, de acuerdo con los nuevos
valores sociales, está contada con suficiente detalle, al igual que la
personalidad escindida de la mujer de éxito fuera de casa y la insegura en el
hogar, transmitiendo desasosiego, frente a unos hijos que conforme crecen la van
cuestionando.
En
la novela hay análisis psicológico de los personajes: Manolo, el hijo cleptómano
que odia al padre, Cristina, la hija
dócil y alegre, Paloma, la víctima principal del enredo familiar. El episodio
de convertir en gemelas a Cristina y Paloma, cuando tienen madres
diferentes, y el desafecto posterior entre ambas, así como sus consecuencias en
el resto de la familia, es un hecho novelesco de primera magnitud, al igual que el
proceso de separación de los padres, con las perversas transacciones que
conlleva, la desigual atribución de culpas y la generación de rencores
profundos. Está contado con enorme verismo.
El
autor utiliza sucesos y personajes reales que mezcla con los de ficción para
darle mayor credibilidad a la historia: Paco Rabal, Peces-Barba, el 23-F, el
secuestro del auténtico Demis Roussos, los programas de TV de la época, el de
José Mª Íñigo, por lo que esta novela, con el tiempo pasará a considerarse de
atmósfera histórica o histórica, sin más. La primera parte transcurre en Barcelona y es la que posee más fuerza narrativa. En la segunda parte desplaza el escenario a Madrid y pierde fuelle. La figura de Irene, el amor del relator, y su historia con las drogas, resulta poco consistente desde el principio, incluso innecesaria en un argumento de
trama familiar infeliz de suficiente fuste que no requiere de nuevos temas para
atrapar nuestra atención.
Una
novela de lectura ágil, como las de Martínez de Pisón, (recordemos Carreteras secundarias, Enterrar a los muertos, La buena reputación), un autor dotado
para contar historias a la manera clásica, cronológica, apoyado en una sólida documentación y en buena creación de atmósferas, con personajes reconocibles,
como cada uno de nosotros, en la España que hemos vivido, lo que facilita la
representación mental de la acción y con un argumento lleno de conflictos
humanos que interesan. Convierte al lector en un miembro más, pasivo y
silencioso observador, de esta familia. Estos aspectos son los que la hacen
recomendable.
María García-Lliberós