miércoles, 20 de diciembre de 2017

"Desde la sombra", de Juan José Millás.

Editorial Seix Barral, 2016.                       
                 
208 páginas. 18,90 € en papel.

Estamos ante una novela corta de Juan José Millás (Valencia, 1946), muy representativa del autor, porque contiene todas sus obsesiones literarias (la identidad, la soledad, el amor, el componente fantástico). Una novela que se desarrolla en tres escenarios: dentro de la mente del protagonista, en un virtual plató de TV y en la realidad y  que, por su prosa sencilla, por su pericia narrativa, por el humor que impregna el relato y el derroche de imaginación vertido, se lee con enorme facilidad. Es una obra que, bajo la apariencia de novela fantástica, contiene una importante carga de cariz político: un plante rebelde contra el sistema capitalista industrial salvaje que deja en la invisibilidad a sus principales víctimas, los parados. Y una considerable dosis de análisis y patologías psicológicas, generadas por el modo de vida actual. Aborda problemas contemporáneos.       
Juan José Millás
El autor diseña un personaje principal: Damián Lobo un tipo frágil, sin afectos ni vida sexual (a excepción de sus experiencias surrealistas con su hermana china adoptada), un hombre corriente y rutinario, que ha sido despedido de su trabajo sin explicaciones tras décadas en la misma empresa y se encuentra desorientado en la vida. Tras un incidente disparatado en unos grandes almacenes, escondido en un armario antiguo de tres cuerpos, acabará en el dormitorio de Lucía y Fede, un matrimonio que con su hija María viven en un chalet de las afueras de la ciudad. Y aquí empieza la aventura de reinventarse para volver a ser útil. Su nuevo empleo será el de fantasma bienhechor para Lucía, la madre y esposa, y su nuevo lugar en el mundo, el armario, donde encontrará la paz. Desde ese escondrijo estudiará al matrimonio que discute y se quieren poco entre sí, y experimentará un proceso disociativo de la realidad. “El silencio absoluto desde una oscuridad absoluta, es lo más parecido a la muerte”, dice en algún momento.
Damián, hambriento de atención, creará en su cabeza un personaje con el que dialoga de continuo, Sergio O’Kane, un periodista de TV conductor de programas basura emitido en directo, con público en plató maleducado, y se ve a sí mismo como su entrevistado estrella, con el que la audiencia se dispara, cuando se decide a contar su aventura. Hay una permanente confusión entre una realidad extraordinaria y la fantasía que alimenta sus delirios y él mismo sospecha poseer una patología. La locura es un tema reiterativo en la obra de Millás. En la segunda parte, sustituye a O'Kane por Iñaki Gabilondo, un periodista respetado, lo que supone un plus de comicidad para el lector. 
Ejercer de fantasma le requiere informarse y lo hace a través de un foro sobre fantasmas en internet donde en poco tiempo se hace famoso, desde su invisibilidad absoluta. La novela es también una parodia de la comunicación a través de la red.
Muy conseguidas las escenas sexuales entre Fede y Paula, su empleada, ambos vulgares, aprovechando un viaje de Lucía, y la actitud de Damián como escuchador, una forma de mirar, desde su escondite (el voyerismo es otro tema favorito del autor). Las conversaciones entre ellos son maliciosas (“¿te imaginas que la madre de Lucía falleciera mientras follamos en su cama?”) y, por tanto, incrementan la audiencia en su plató delirante y le generarán ternura hacia Lucía y, desde su invisibilidad ejercerá su nuevo poder.
“Dios era el ser más famoso del Universo sin que nadie lo hubiera visto. Eso era el poder, la capacidad de actuar desde la sombra”. Damián actuará desde la sombra para consolidar su futuro. Y lo hará con ingenio y eficacia.
En definitiva, una novela inteligente, kafkiana, ocurrente, casi surrealista, que se lee en un pispás, aparentemente ligera, que esconde una fábula moral y política que la hacen recomendable. Una novela con la que Millás retorna a sus orígenes y conecta con lo mejor de su obra: El desorden de tu nombre , La soledad era esto, o Volver a casa.

María García-Lliberós

viernes, 8 de diciembre de 2017

Reseña de José Manuel González de la Cuesta de "La función perdida"

LA FUNCIÓN PERDIDA. Novela 

de María García-Lliberós

             
Uno de los fantasmas que espantan a los recién jubilados, es la pérdida de su función en la sociedad, sobre todo cuando nos han enseñado que nuestras vidas sólo tienen sentido si giran alrededor del trabajo. El miedo a la nada, al vacío como ser productivo, al silencio social y la soledad que amenaza con rodearles, provocan sentimos depresivos y de quebranto de la identidad como ser necesario y todavía útil para vivir. 
                De eso trata “La Función Perdida” (Sargantana 2017), última novela de María García-Lliberós, de los miedos que atenazan a Emilio Ferrer, recen jubilado a los 70 años de su cargo como Ingeniero y Jefe de Proyectos de la Dirección General de Infraestructuras de la Comunidad Valenciana. Un Hombre con poder y prestigio, que de la noche a la mañana se enfrenta al olvido y el vacío que le provoca una vida sin nada que hacer. De eso y de muchas cosas más. Porque Emilio Ferrer, viudo y con los hijos viviendo en ciudades lejanas, tras el primer impacto emocional de encontrarse solo en su casa, sabrá, con la generosa ayuda de su amigo Guillermo y la aparición de su nieta Marisita, una adolescente que entra en su vida como un torrente de aire fresco, enfrentarse a sí mismo y resurgir, como un Ave Fénix de sus cenizas, de su condición de jubilado abúlico, para descubrir una vida llena de novedades y satisfacciones, que le resultan absolutamente desconocidas en su persona.
                María García-Lliberós trata con maestría un problema que afecta a una parte cada vez más creciente de la población: la jubilación. Y lo hace con humor, consiguiendo que Emilio Ferrer, a pesar de su carácter torcido,  se convierta en un ser entrañable y casi familiar. Sin olvidar lo grotescos que pueden llegar a ser, por la falta de dramatismo con que son tratados,  algunos de los problemas que afectan a la Comunidad Valenciana y por extensión a toda España, como la corrupción y la crisis. Pero no son estos los temas, ni siquiera secundarios de la novela. Con el alarde que durante su dilatada vida de escritora ha ido consiguiendo, todo lo convierte en un gran escenario por donde transita Emilio Ferrer y compañía. Porque en el fondo sus problemas son los de todos nosotros, más allá de nuestra condición en el mercado de trabajo: la identidad, el miedo, el amor, el reconocimiento, la soledad, la venganza…, en definitiva, la búsqueda de un lugar en el que no sintamos reconocidos y reconocibles, amados y amantes.
Esa es la gran aventura que inicia Emilio Ferrer el día que se jubila y se enfrenta a un mundo desconocido para él, vacío de contenido. Todo contado en primera persona, lo que hace al personaje mucho más atractivo y la novela más interesante. Porque hay cosas que se deben contar en primera persona y María García-Lliberós tiene la magia de meterse en el papel de Emilio Ferrer y hacernos olvidar que es ella la que escribe. 
                  
               
José Manuel González de la Cuesta (en su blog laescrituraesférica.blogspot.com.
               

Comentarios

  1. Gracias, José Manuel. Como siempre, tus observaciones son agudas. Esta novela me costó mucho escribirla. Tal vez por haber elegido como voz narradora la de un hombre, el personaje protagonista, lo que me obligaba a adoptar un punto de vista masculino y meterme en su piel. He vuelto a leer la novela de nuevo y los resultados me parecen satisfactorios. He disfrutado y eso me parece una buena señal (después de sabérmela casi de memoria). Ojalá los lectores la disfruten también.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Justo Serna lanza en Facebook un avance de su opinión sobre "La función perdida"

La función perdida, de María García-Lliberós
Justo Serna


El jueves 30 de noviembre presentamos en Sagunto la nueva novela de María García-Lliberós: ‘La función perdida’. La publica la Editorial Sargantana y el título, tan afortunado, debe mucho a Marisa Begué

Me cabe el honor de intervenir en dicho acto. En el de la Presentación, me refiero. Es una gracia que me hace María.

Lo mejor de una novela siempre es lo que en ella se dice de forma expresa y, más frecuentemente, lo que sugiere, lo no dicho e intuido por el lector a partir de las palabras explícitas de quien narra. Nos fuerza a imaginar, a rellenar.
Justo Serna y María García-Lliberós

Una ficción dice y muestra: “to say and to tell”. Esto es, se nos detalla o se nos presenta lo ocurrido. O ambas cosas a la vez, pues no es lo mismo.

En la obra de María García-Lliberós, quien cuenta su propia peripecia es Emilio Ferrer Fontana: un tipo que nada tiene que ver con la autora. Cuando Emilio comienza a narrar sus cosas, sobrepasa los setenta y cinco años. Es ya un jubilado. Nos va a detallar el lustro que precede. Lo vemos enrabietado, hostil.
Es un ser antipático, arrogante, de imperio..., que lo largo de los años ha sabido cobrarse lo que el mundo le ha infligido. Ha vivido esa relación (con el mundo) como un juego de suma cero y así le va.
Pero es también un varón fuerte que de repente se queda amputado, a la intemperie. Su verbo en primera persona es convincente y leemos su descarga o su descargo como la facundia de un hombre detestable y tajante. Se maneja y se expresa con autenticidad. ¿Qué ha sido de él? ¿Qué será de él?

Yo no tengo simpatía alguna por Emilio. La cualidad de una novela es hacernos sentir emociones por personajes que no nos interesan o que nos resultan odiosos.
Ferrer Fontana bien pronto me interesa: por lo que dice y muestra y por lo que la autora no le hace decir ni mostrar. Sus cuitas no son las mías y su pequeña epopeya apenas tiene que ver conmigo. 

Con Emma Bovary, a quien por cierto aquí se invoca indirectamente, yo no tenía nada que ver. Gustave Flaubert me supo interesar por un caso, el de una mujer adúltera del Ochocientos, cuya tragedia me resulta lejana. 

Las vidas de Emilio y de su esposa ya fallecida, Ana Monfort (que padece el mal del bovarismo), no forman parte de mi mundo, pero sus respectivas vicisitudes acaban por inquietarme. Son, aunque me pese, mis contemporáneos.

El jueves tendré oportunidad de añadir muchas más cosas acerca de esta novela. En las dos presentaciones que ya se han realizado, Ana Noguera e Isabel Barceló han subrayado aspectos relevantes. 

Por mi parte, en Sagunto (plaza que no es sencilla), espero provocar todo el interés por una obra y por una autora que merecen nuestra atención. Ni soy mujer ni me parezco a Emilio, el jubilado. 

Pero ésa es la gracia de un relato con fuste: despierta la inquietud de quien en principio se sentía ajeno y provoca la lectura constante e indesmayable de quien se creía extraño a la peripecia que se le cuenta.

Y diré más. Mucho más..., con ganas y con la jovialidad que me inspira esta obra.


Justo Serna es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, autor de una decena de libros, director del club de lectura de la librería GAIA, excelente lector de novelas y persona muy activa en redes sociales.

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