José Luís Ferris |
Pero para entender este juego de imágenes y espejos, conviene analizar
por piezas los elementos que van a conformar un relato tan bien
armado como el que nos ocupa.
Pensemos entonces que deseamos construir una historia sobre el eje
argumental de la lucha de la mujer en un medio hostil. Pensemos que queremos
decir algo importante acerca de la libertad individual; o que hay errores en la
vida que no permiten la reparación, es decir, que “Somos responsables de nuestra historia y el resultado de
nuestro pasado...” (p. 10). Pensemos que, como Stendhal apuntó alguna
vez, “quien no ha amado apasionadamente ignora la mitad más hermosa de su vida”
(p. 10); o que hay personas a las que sólo les importan “las cotizaciones de los valores bursátiles
en los principales mercados del planeta…” (p. 12); o que la familia es un eslabón
necesario para saber quiénes somos, de dónde venimos, y afirmarnos así en ese
proceso de socialización que justifica nuestra procedencia. Pensemos que, puestos a buscar
tiempo y escenario para situar nuestra historia, elegimos los trepidantes años
70 en la vida de un país llamado España.
Para la autora, el
marco elegido es territorio propio, es el espacio de su juventud. Hablamos de calles
sembradas de manifestaciones y de un ambiente en el que se respira una enorme
esperanza de cambio, pese a que el dictador se resistía a morir. El Tribunal de
Orden Público firmaba las últimas ejecuciones del franquismo. La crisis
económica era muy seria, tanto como tener un 20% de desempleo. El café y el
aceite subían de un día para otro sin avisar. Era el tiempo las nuevas
emigraciones –y no de cerebros, sino de clase trabajadora– principalmente a
Suiza. Era la década de los grandes y difíciles cambios, del gran coste social
y humano hacia la democracia, no por caminos floridos sino por zonas
asfaltadas, recalificadas, con la moneda de la corrupción en pleno curso legal.
Ahora pensemos
también en una ciudad como Londres, un escenario que nuestra escritora conocía
como la palma de su mano, una capital mítica para que los jóvenes fueran a
practicar la lengua de los Beatles, pero sobre todo para respirar libertad,
para pasar un verano inolvidable y comprar discos de Víctor Jara con todas las
canciones, sin piezas censuradas.
Pensemos en una
historia de amor, como la del mítico beso capturado por Robert Doisneau con su
cámara veinte años atrás. En esa instantánea, dos jóvenes, una estudiante de
arte dramático y un aspirante a economista, se comen y se abrazan apurando el
mundo, sabiendo o no que en unos días o en unos meses, él se marchará por donde
vino y se olvidará de la historia, del beso y de la chica para siempre.
Ahora, con casi
todos los ingredientes sobre la mesa, pensemos que María García-Lliberós se
encuentra como pez en el agua, tiene ganas y necesidad de divertirse,
afirmarse, crear, sufrir y gozar con una historia que comienza a vislumbrar
ante sus ojos.
En Diario de una sombra,
séptima novela publicada por la autora, María nos vuelve a demostrar su gran
dominio del lenguaje y de sus registros. Su gran capacidad para seducir con las
palabras, pero también para desnudar las contradicciones de la condición
humana. La novela está
estructurada en torno a dos líneas narrativas: la del presente, con un lenguaje
claro y directo que mantienen el ritmo de la acción de principio a fin; y la
voz del pasado, que le da pleno sentido al título, en forma de diario y de
literatura epistolar, donde García-Lliberós encuentra la horma de su estilo más
personal y más lírico. Esta segunda línea explica el origen de la trama y su
posterior desarrollo, de cómo una mujer joven, idealista y enamorada se
tropieza con un futuro áspero y angustioso, con un mundo que la obliga crecer a
base de golpes y renuncias. Como hemos señalado, Londres, la España del último franquismo y los primeros de la Transición, y Suiza, son
los escenarios elegidos por la autora para desarrollar tan bronco periplo
vital. Y todo ello a través de personajes verosímiles, de carne y hueso,
plenamente creíbles, tratados con el mayor respeto, incluso los más odiosos. De
ellos nacen las reflexiones que enriquecen la trama, las descripciones y las
ideas en torno a la vejez, los nuevos ricos nacidos del boom inmobiliario, la marginación
de la mujer…
Diario de una sombra, como todo buen libro, se presta a muchas lecturas, sobre
todo a las dualidades: la cultura del pelotazo frente al idealismo, el dinero
frente al corazón, la ética frente al beneficio rápido. En medio quedan los
temas irrenunciables en toda obra que aspire a perdurar: el amor, la traición, el
desengaño, la incomprensión, la soledad, la esperanza...
El resultado es que
María García-Lliberós ha escrito de nuevo una magnífica novela; y lo ha hecho
sabiendo que la escritura, además de un desafío, es un acto de amor, un modo de
transformar en trago amable el gran absurdo que nos rodea; lo ha hecho sabiendo
que la Literatura es una fuente de sabiduría ante la vida.
José Luis Ferris es novelista, poeta y ensayista español. Entre su obra narrativa destaca Bajarás al reino de la tierra (Premio Azorín 1999), El amor y la nada y El sueño de Whitman (Premio Málaga 2009).
Es autor de tres biografías destacadas: Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta (Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana 2003), Maruja Mallo. La gran transgresora del 27 (2004) y Carmen Conde. Vida, pasión y verso de una escritora olvidada (2007).
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