viernes, 22 de julio de 2016

"El ruido del tiempo·, de Julian Barnes

Editorial Anagrama, 2016                              

Traducción del inglés de Jaime Zulaika.
199 páginas.
16,90 €, en papel.


     Julian Barnes (Leicester, 1946) ha construido un personaje inspirado en la biografía del compositor de música ruso Dmitri Shostakóvich (San Petersburgo, 1906 - Moscú, 1975). La elección es adecuada porque Shostakóvich, además de ser un músico ruso de reconocimiento mundial, vivió (mejor sería decir que sobrevivió) bajo el régimen totalitario de Stalin, y su biografía es controvertida manteniendo la suficiente oscuridad y los suficientes elementos contundentes para que a un novelista le tiente husmear en el interior de su psicología e imaginar las luchas contradictorias, agónicas, que tuvo que mantener con su conciencia. 
Julian Barnes 
     La novela se ocupa del Poder en la Unión Soviética y su relación con el Arte, de un Poder totalitario que se inmiscuía en las vidas de los particulares hasta niveles insoportables. Y si éstos eran artistas o intelectuales, con mayor ahínco. Debió ser difícil poseer talento, destacar, y resistir las presiones que el Poder ejercía para apropiarse de su trabajo de compositor al servicio de los mensajes propagandísticos del régimen, o de su persona de músico de éxito como correa de transmisión de los mensajes políticos. En ocasiones sucumbió.
Dmitri Shostakóvich
     Para algunos de sus biógrafos Shostakóvich fue un disidente y para otros un esbirro del totalitarismo. Lo cierto es que su obra fue prohibida en la Unión Soviética durante veintiséis años mientras podía escucharse en el resto del mundo. Pero también es cierto es que se le concedieron varios premios Lenin, tuvo privilegios especiales, representó a su país en el Congreso Cultural por la Paz en Nueva York, acabó afiliándose al PCUS y formando parte de sus órganos decisorios. ¿Por qué, en la época más dura del terror de Stalin a Shostakóvich se le presionó, se le denigró y humilló y, al mismo tiempo, se le permitió vivir y seguir componiendo? 
     Julian Barnes no es un historiador, tampoco un biógrafo, es un novelista y nos cuenta una versión verosímil. Tal vez lo mejor de este relato intenso es la forma en la que consigue que el lector sienta esas garras claustrofóbicas del Poder sobre la libertad creadora y existencial del artista. La imagen de un hombre, padre y esposo, vestido en mitad de la noche con un maletín en la mano, esperando en el rellano del ascensor a que vengan a por él, para evitar que su familia vea cómo es sacado de la cama por la fuerza y apresado en pijama para ser llevado a un lugar ignoto del que no se vuelve, resulta estremecedora. Shostakóvich representa al individuo normal en circunstancias de pánico. Barnes, con habilidad, a través de un relato en tercera persona desde el interior de su protagonista, nos muestra su lucidez, su indefensión, su falta de heroísmo, incluso su cobardía o, su necesidad de proteger su vida y la de los suyos, incluso proteger su obra, aunque para ello deba someterse a los dictados extravagantes y necios de los mensajeros de Stalin, deba leer en público los aborrecibles discursos que le escribían o firmar cartas contra intelectuales que admiraba. Tal vez lo mejor de esta novela sea que, a pesar de ello, el lector renuncia a juzgar a Shostakóvich (¿qué hubiéramos hecho cada uno de nosotros en su lugar?) porque lo condenable fue el régimen en el que tuvo que vivir.
     Una novela corta, demasiado corta para el tema que aborda, con muchas frases para la reflexión, una recreación sutil del lenguaje sibilino del Poder, muy interesante, en la que hay ironía, incluso sarcasmo, también compasión, y que mantiene la figura del compositor entre los claroscuros que seguirán alimentando la controversia.

sábado, 9 de julio de 2016

"Johnny empuñó su fusil", de Dalton Trumbo

Editorial Navona, 2015.                         
Dalton Trumbo 

271 páginas.
Traducción de José Luis Piquero.
Epílogo de Javier García Sánchez.
13,70 €, en papel.


Todavía recuerdo cuando, hacia 1972, vi, en el desaparecido cine Artis de Valencia, la película "Johnny cogió su fusil". Salí estremecida. 

Una película que me dejó una huella enorme y que hoy, después de leer la novela que la inspiró (con un sutil cambio en el título), me gustaría volver a visionar. En mi memoria la película se mantiene más lírica, a pesar de la enorme tragedia que nos cuenta, que el libro. En cualquier caso, Trumbo, novelista, guionista y director de cine, su autor incontestable, nos proporciona un texto antibelicista, lleno de reflexión, de un hombre que, por encima de cualquier interés, coloca el supremo valor de una vida humana.
Johnny es un joven representante de la América rural que, como si de una fiesta se tratara, se alistó, junto con otros miles de jóvenes americanos, para defender la democracia en una Europa inmersa en la Primera Guerra Mundial. Un obús acabará con su alegría. Cuando despierte en un hospital irá descubriendo horrorizado los daños causados en su persona. Sin brazos ni piernas, sin cara y sin posibilidad de ver, ni oír, ni hablar, pero vivo porque comprueba que tiene la capacidad de pensar, enterrado en su propio cuerpo, el pánico se adueña de él y lo contagia al lector, sin duda, que no puede evitar meterse en la piel de Johnny y compartir sus sentimientos. Por eso la novela también podría ser calificada de terror, con mayor autoridad que muchas que se venden bajo esa etiqueta.
Johnny empuñó su fusil es una novela escrita en tercera persona desde la mente de Johnny, una técnica compleja, y es una narración de supervivencia en situaciones límite. Vencer el desconcierto del paso del tiempo, la necesidad de medirlo de alguna manera, la terrible soledad de la incomunicación a la que le condena su estado, el miedo a la pérdida de identidad, serán objetivos que irá marcándose. Johnny se dedica a recordar su vida, su familia, sus momentos felices, a reflexionar porqué se metió en una guerra en Europa que ni le iba ni le venía, se cuestiona si la democracia se merece tanto sacrificio y, sobre todo, a ingeniárselas para hacerse entender. Lo consigue, no diré cómo porque es mejor que el lector lo descubra por sí mismo, y la respuesta decepcionante, fría, de las autoridades a sus mínimas demandas. 
Aunque a la novela le sobra algún capítulo, nadie debería dejar de leerla, mantiene su vigencia y su fuerza después de 77 años desde su publicación en 1939, días antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, prueba de que el ser humano no aprende, sobre todo los políticos, de que la guerra nunca es la solución con que pretenden vendérnosla.
Dalton Trumbo resultaba incómodo para el poder, por eso es digno de nuestro amor y respeto.

viernes, 8 de julio de 2016

"Vidas cruzadas", de Ángel Martínez Pons

Editorial Sargantana, 2015                 
343 páginas.
17,90 €, en papel.

De Ángel Martínez Pons (Orba, Alicante) había leído varias novelas, todas de carácter histórico. Recuerdo especialmente Juan de Austria. Novela de una ambición (Edhasa, 2003), que me encantó. Por eso me ha sorprendido Vidas cruzadas, porque se aparta de su especialidad para adentrarse en el territorio de la novela realista, actual (2ª mitad del siglo XX) y de sentimientos. 
Ángel Martínez Pons

La acción transcurre en Valencia y por los datos que aporta (los protagonistas estudian Filosofía y Letras en el edificio de la Universidad de la calle de la Nave) y por las costumbres y conductas que refleja, ésta puede ubicarse temporalmente entre las décadas de 1960 y 1970.
Destaca la estructura de la novela que descansa en una docena de voces que van tomando la palabra en primera persona, contando al lector lo que cada uno observa, lo que cada cual siente y percibe en torno a hechos cotidianos, naturales y, para ellos, en ocasiones trascendentales. La estructura también es circular porque la primera parte y la última se dan la mano, una historia, la de Laura y Borja termina para dar paso a otra que comienza, pero entre medio ocurren muchas cosas.
Vidas cruzadas es una novela sencilla, inspirada en la vida misma, con personajes cercanos, normales, que aspiran a disfrutar de una cotidianidad sin sobresaltos, que responden a la mentalidad de la época, educados bajo la dictadura, alejados de la política, jóvenes que se preparan para un futuro independiente, que se enamoran, que sufren la represión sexual, que poseen creencias religiosas, que tienen que salvar obstáculos familiares, que valoran la amistad como algo esencial y se manifiestan leales entre ellos en todo momento. 
Una novela que va tomando fuerza conforme avanza y que la disfrutarán, sobre todo, personas mayores cuya memoria conecte y entienda con facilidad comportamientos y actitudes que hoy serían tachados de anómalos. Una forma de poner en evidencia los enormes cambios sociológicos habidos en España durante los últimos cuarenta años. Transmite un espíritu positivo de la vida, a pesar de las tragedias, y la importancia de rodearse de personas con bondad y generosidad.

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