viernes, 31 de julio de 2015

"Como la sombra que se va", de Antonio Muñoz Molina

Ed. Seix Barral, 2014                                 
531 páginas.
21,90 € en papel; 10,44 € en ebook.

          Esta novela, demasiado larga, de Muñoz Molina descansa en el trenzado de dos relatos, cada uno con entidad en sí mismos, que tienen en común la ciudad de Lisboa convertida en espléndido escenario literario, y un tercero que se traslada a Memphis. 
          Tal vez todo empezó cuando Muñoz Molina supo que el asesino de Martin Luther King, James Earl Ray, estuvo en 1969 diez días en Lisboa en su huida de catorce meses antes de su detención y se propuso, en 2014, novelar esa estancia que, a su vez, le evocaba la suya, en 1985, con la excusa de conocer la atmósfera que luego recrearía, marcando estilo propio, en la obra que lo encumbró a la cima del éxito, la maravillosa El invierno en Lisboa. Los seguidores de Muñoz Molina recordamos el impacto y la devoción hacia su autor que nos produjo esa novela.
          Un relato pues lo nutren los recuerdos autobiográficos de cuando vivía en Granada, tenía 31 años, estaba casado con dos hijos pequeños y se sentía cautivo de sus circuntancias familiares y laborales. Se nos presenta como un mal marido y mal padre, casi como buscando una expiación a cierto sentimiento culpable. Su primer viaje a Lisboa tuvo mucho de huida de esas circunstancias que siente axfisiantes. Fue solo en busca del paisaje y el sentimiento de la novela que escribía, cuyo enorme éxito le cambiaría por completo la existencia. Y es ese sentimiento de huida lo que le permite imaginar, 30 años más tarde, el yo profundo del otro prófugo, éste de la justicia, su deslumbramiento ante las luces de la ciudad, su extrañamiento ante una lengua que no comprende, su soledad. De forma que, el propio autor y el asesino de Martin Luther King, cuyo nombre se omite, comparten protagonismo, de forma alternante, unidos por esa casualidad de haber recalado en la ciudad de Lisboa. Un hilo demasiado frágil del que la historia se resiente. Las referencias sobre las andanzas de James Earl Roy, sacadas de los informe policiales, resultan demasiado descriptivas, repetitivas e incluso tediosas, a costa de un mayor análisis de la personalidad del autor y los motivos para cometer su crimen que se echan en falta. Lo más interesante de esta parte son las reflexiones sobre el proceso de escritura de una novela que "se escribe para confesarse y para esconderse" (página 257), su autoanálisis, y la mirada observadora y amorosa del autor sobre la ciudad.
          La otra historia se desarrolla en Memphis, a donde acude con su segunda mujer y siendo un escritor de éxito, para conocer los sitios en los que estuvo Martin Luther King y su asesino en los días anteriores al suceso. De nuevo mezcla hechos históricos con otros de su vida personal y familiar que enturbian el relato principal y lo debilitan. Muy interesante la desmitificación que efectua del líder americano, la distinta percepción que de él tienen blancos y negros, la violencia irracional hacia el negro de la comunidad blanca, caldo de cultivo para la aparición de solitarios salva patrias capaces, con frialdad de espanto, de apretar el gatillo de un fusil con mira telescópica, segar una vida y comenzar otra de perpetuo fugitivo.
          La novela, como todas las de Muñoz Molina, exhibe una prosa excelente, tiene páginas maravillosas y otras suprimibles con exceso de datos y repetición de los mismos. Según el texto, la terminó de escribir en septiembre de 2014 y la primera edición es de noviembre del mismo año. Tal vez, si la hubiera sometido a una última lectura, no hubiera sido superventas en la campaña de Navidad, pero, sin duda, la obra hubiera ganado mucho.

lunes, 20 de julio de 2015

"Asalto al tren pagador", de José Antonio Vidal Castaño

Ediciones de Mandor (Carena editors, SL)
febrero 2015            
195 páginas. 
17,00 €


         


A José Antonio Vidal Castaño (Valencia, 1941) lo conozco desde hace tiempo por motivos ajenos por completo a la literatura, pero fue esta pasada primavera cuando, tras décadas sin vernos, nos reencontramos en un club de lectura, precisamente, y descubrí esta faceta suya. Es un hombre culto, experimentado, con un sólido bagaje cultural, una conversación amena y con capacidad de observación, cualidades necesarias todas ellas que deben acompañar a quien aspire a ser escritor. Aunque no suficientes. Vidal Castaño, además, por fortuna, sabe escribir, y lo hace muy bien.
          Bajo el título Asalto al tren pagador se reunen doce relatos cortos. Algunos inspirados en hechos ciertos, otros con mayor presencia de la fantasía. De mucho le ha servido ser doctor en Historia Contemporánea y sus conocimientos de la época de la segunda República, la guerra civil, y los durísimos años de la posguerra franquista y su implacable persecución a la guerrilla escondida en los montes de Valencia y Teruel. Pero no piense el lector que los relatos se ciñen sólo a este período ni a esta temática. A eso une su capacidad para fabular y armar historias, su conciencia política, su cultura cinematográfica, nutriente de ensoñaciones literarias, y libresca y, sobre todo, un pulso narrativo poderoso que convierte, sin perseguirlo, lo que cuenta en importante. Así consigue cautivar la atención del lector. Me ha gustado su prosa adaptada con precisión a momentos trágicos y a otros sensuales, de un erotismo carnal, diáfano, con personajes fuertes que gozan del sexo sin contemplaciones. Tampoco le falta ironía ni sentido del humor.
          En definitiva, un libro que se lee con placer, en el que cada relato incrementa las expectarivas respecto al siguiente, que sorprende a veces por su crudeza, otras por el argumento o por los personajes y que en ningún caso deja indiferente. Se lo dice una lectora que no tiene al relato corto como su género preferido.
          María García-Lliberós
          

sábado, 11 de julio de 2015

"Sus ojos en mí", de Fernando Delgado



Fernando Delgado











Premio Azorín de novela 2015
Editorial Planeta, 2015

301 páginas. 20,00 € en papel.


            Nos encontramos ante la obra más ambiciosa y de estructura más compleja de Fernando Delgado. Sus ojos en mí figura ser una novela firmada por Ronald Weyler en 1980, resultado de la fusión de tres relatos para convertirlos en uno. El primero es una novelita escrita por su sobrino, Julio Weyler o Fray Casto del Niño Jesús, con el apoyo de Fray Humberto (ambos protagonizarán una misteriosa desaparición) y el propio Ronald, en 1966; el segundo procede de escritos de Jerónimo Gracián enviados, junto con la novelita anterior, en un paquete misterioso diez años más tarde; y, finalmente, el tercero corresponde al jesuita Barmant que escribió en A las puertas de Bruselas, el testimonio de Gracián, próximo a morir, explicando su punto de vista sobre el amor habido entre él y santa Teresa. Ronald Weyler reúne este material, aporta algo de su propia cosecha y suscribe la novela como suya. Como se ve, una estructura un tanto enrevesada que exige la máxima atención al lector.

            El libro recrea los últimos seis años de la vida de la santa, ocupada en la reforma del Carmelo y la fundación de nuevos conventos en medio de una guerra confusa y sin cuartel entre los carmelitas descalzos y los calzados. Nos cuenta su deslumbramiento al conocer a Jerónimo Gracián, un hombre joven, bien parecido, ambicioso, con disposición para la mística, que acude al convento de Beas en 1575 para poner orden. Entre ellos se produjo el encantamiento, un flechazo intenso de comprensión y simpatía mutua, de amor e, incluso, deseo amoroso que Teresa atribuyó a la voluntad de Dios e incluyó en su oración mental o interior. Tal fue su entrega, que aceptó la pérdida de libertad que conlleva el amor e hizo a Gracián la promesa de obediencia absoluta de por vida.

Por interés de él, se decidirá a ir a Sevilla para fundar un nuevo convento. Mayor, enferma y tras un viaje lleno de penalidades, tropezó con una sociedad diferente a la castellana en la que nunca estuvo a gusto. La amistad entre ellos dos provocará murmuraciones y, a Gracián, le generará enemigos acérrimos y penalidades que se alargarían después de la muerte de Teresa y que la novela detalla en sus dos últimas partes. De ahí su lamento porque la santa pusiera sus ojos en él.

            La muerte de Teresa en Alba de Tormes le pilla a Gracián lejos. Teresa, cual novia enamorada, conoció el dolor que le provocaba su ausencia. Nueve meses más tarde, Gracián regresa y manda desenterrar el cuerpo para trasladarlo a otro lugar. Descubrirá que está incorrupto y, como fetichista, corta el dedo meñique de una mano para su relicario particular y la otra mano para depositarla en el convento, empezando así ese descuartizamiento cruel para veneración de almas piadosas, tan incomprensible en la época actual.

            El libro aborda las relaciones de Teresa y Gracián con las autoridades eclesiásticas y monárquicas, con los papas, con la Inquisición, la atmósfera interna de los conventos, los amores masculinos entre frailes, las luchas por el poder dentro de la Orden. Entre otros personajes, destaca la figura de Doria, experto en lanzar calumnias y enemigo declarado de Gracián y la madre María de San José, mujer de carácter, que asumió con riesgo de su vida, preservar el legado de la santa.

            Sus ojos en mí es una novela arriesgada, cuya lectura atrapa a pesar de su dificultad, de enorme interés y donde no falta el sentido del humor, en la que sólo he echado de menos un mayor buceo por el interior de la mente de Teresa y conocer esa oración mental de la que sacaba fuerza para vivir al dictado de su conciencia.
            María García-Lliberós

Reseña publicada en POSDATA, suplemento cultural de LEVANTE, el viernes 10 de julio de 2015.


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