sábado, 25 de diciembre de 2010

"Lo que me queda por vivir", de Elvira Lindo



Editoriales Seix Barral y Círculo de lectores, ambas en 2010. 234 páginas.

Elvira Lindo me sorprendió, y mucho, cuando publicó "Una palabra tuya" en 2005. Una novela de hondura sicológica sobre la vida de dos jóvenes que viven en el umbral de la marginalidad. El buen recuerdo de esta novela me indujo a leer "Lo que me queda por vivir".
La protagonista es una mujer, una madre joven con su hijo que lleva mal la separación o el abandono del marido por una amiga (algunos tópicos se han colado en la trama), los intentos interminentes de él por recuperar la relación, los anhelos por canalizar hacia alguien su evidente necesidad de afectos.
Ha aprovechado su experiencia en la vida real, porque la protagonista ha sido locutora de radio, como Lindo , y triunfa como escritora de guiones en televisión. Fantástica y divertida la parodia sobre el comienzo de las televiaiones privadas. Ello le permite perfilar un panorama del mundo laboral de la tele cutre y zafio, como imaginábamos, al servicio de la audiencia.
La recuperación de personajes del pasado, como el de la tía soltera, lleno de verismo, tiene tintes de hermoso homenaje. La conversación con su amiga Marisol, la guapa que se quedó en el pueblo, comprendiendo ambas lo que no se dicen, es una muestra del talento literario de Lindo.
La historia de una mujer que arrastra una pena de orfandad, una mujer de hoy, independiente, lista, luchadora y muy vulnerable al mismo tiempo, cargada de trabajo, frágil por su incapacidad para retener a alguien a su lado que le aporte la estabilidad.
Elvira Lindo conoce los sentimientos femeninos y tiene una gran capacidad de observación, se nota que reflexiona sobre ellos y los transmite bien, y las relaciones de las madres con sus hijos, llenas de misterios, ansiedades, secretos imaginados, unidos, en su caso, por una necesidad deprotección mutua y de cariño muy fuerte.
La novela se lee bien, pero no supera la anterior.

martes, 7 de diciembre de 2010

"Verano", de John Coetzee




Ed. Mondadori, 2010                 
255 páginas. 18,90 €

Acabo de terminar este inclasificable libro. En la contraportada el editor habla de autobiografía pero bien podría tratarse de una novela. Lo que está claro es que Coetzee, ese hombre tan serio, frío y distante, nos muestra su lado más humorístico, el que, tras la lectura de "Desgracia", "Elizabeth Costello" y "Hombre lento", por ejemplo, daba casi por supuesto que no tenía. Nos presenta a sí mismo, al futuro premio Nobel, nada menos, cuando tenía unos treinta años, como un ser pacato, incapaz para enfrentarse a la vida como un hombre, con poca gracia con las mujeres, solitario, rarito y lo hace con ese estilo de escritor de los grandes.
Me ha encantado la ingeniosa estructura de la novela (porque, está claro que, para mí, es una novela): se trata de cinco entrevistas a cuatro mujeres y un hombre que conocieron a Coetzee en esa época y tuvieron influencia sobre él. Las entrevistas las efectua un estudioso de la figura del Nobel, una vez muerto éste, y, a través de ellas, Coetzee imagina la proyección de su persona en otros y la opinión que éstos tuvieron sobre él. Se vale de inteligentes preguntas y hábiles respuestas para mostrarnos su pensamiento sobre su literatura, hace la observación de que, de alguna manera siempre ronda el tema recurrente de que la mujer no se enamora del hombre, tal vez queriendo explicarse su experiencia. Las mujeres entrevistadas manifiestan la incapacidad de sintonizar con él en la intimidad y, sin embargo, "vive de escribir informes sobre la intimidad, porque eso son sus novelas". También su relación con la realidad sudafricana, como hombre blanco, llegando a definirse como un fatalista antipolítico y como conservador cultural.
Un capítulo delicioso es el de Adriana, magnífico personaje, una brasileña madre de dos hijas, una de ellas, la más guapa, alumna de inglés de Coetzee. ¡Cómo se divierte el autor burlándose de sí mismo a través de ella! Consiguió que me riera a carcajadas.
En las notas finales aparece la mente de Coetzee en estado puro: su irritación ante la perspectiva de la muerte del padre o, lo que es peor, a tener que cuidarlo.
Un libro a tener muy en cuenta, candidato a releerlo dentro de un tiempo.

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