jueves, 15 de abril de 2010

"La soledad de los números primos", de Paolo Giordano


“La soledad de los números primos”
de Paolo Giordano.
Círculo de Lectores, 2009 (por cortesía de Ed. Salamandra)
272 páginas.

El título de esta novela tiene fuerza magnética y la virtud de generar expectativas, ayudadas, desde luego, por los excesivos y equívocos mensajes publicitarios. Porque con las matemáticas tiene muy poco que ver, aunque el autor sea un licenciado en Física Teórica, la metáfora de los números primos se acople de maravilla a la soledad de sus protagonistas y Mattia, uno de ellos, posea una especie de “mente maravillosa”.
Los dos primeros capítulos tienen la virtud de situar con precisión y pocas palabras el ambiente en que se van a desarrollar los personajes principales, Alice y Mattia, marcados por accidentes de la infancia. Pero las secuelas son distintas en cada uno de ellos. Alice, como víctima, arrastrará de por vida un rencor hacia su padre que hará extensivo al resto del mundo, y a Mattia, el abandono de su hermana gemela subnormal, Michela, en un parque helado, le provocará un sentimiento de culpa imperecedero. Este arranque de la novela es muy bueno, resulta inquietante y anima a continuar. El resto pierde fuelle, se limita a una verificación de la importancia de la infancia en la vida de los adultos. La impericia de los padres como educadores y para crear un clima de confianza, junto a los hechos acaecidos, dará lugar a unos seres incapaces de comunicarse con los demás y de expresar sus sentimientos, abocados a la soledad.
La estructura de la novela sigue un desarrollo cronológico pasando por la adolescencia y primera madurez de Alice y Mattia, que el autor lleva a cabo a partir de la descripción de hechos puntuales de especial significación (la escena del caramelo restregado por la suciedad de los vestuarios, la fiesta del cumpleaños de Viola, la sesión de fotografías de la boda de ésta) dejando que sea el lector quien, a partir de ellos, deduzca el resto. Alice y Mattia coinciden en el instituto, se identifican como dos bichos raros, y mantienen una relación cifrada, exclusivista, y reprimida siempre al final por esas limitaciones mentales que lleva al bloqueo físico e imide sacar los sentimientos, a pesar de ser conscientes de que “las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida”.
El personaje de Alice parece creíble, una niña deseosa de ser admitida en sociedad que tropieza con la maldad existente que la envía, una y otra vez, a su mundo solitario. Alice es vengativa y egoísta, anoréxica, con iniciativa en la relación con Mattia, inmadura y propensa a la equivocación. Mattia, resulta más oscuro, superdotado para las matemáticas, torpe para la vida, confuso en la relación con sus padres, que se autolesiona las manos, es más reflexivo pero no por ello camina más orientado. Son dos almas enfermas, resentidas, distintas, incapaces para cruzar sus destinos aunque lo desean y tienen posibilidad de ello.
La he leído con gusto. Tal vez lo mejor sea esa impresión que suscita de sociedad sorda ante el sufrimiento ajeno, o los obstáculos que cada uno pone a la comunicación en la distancia corta, en el interior de la familia. Todo esto lo extrae el lector de esos universos domésticos expuestos con trazos gruesos y efectivos. La juventud del autor (apenas 26 años cuando la publicó) sorprende, pero he echado en falta mayor hondura sicológica. No es la obra extraordinaria que me había prometido el runrún del mercado. Y eso que el final, infeliz, disgustándome, reconozco que es el mejor posible y el más coherente.
María García-Lliberós

miércoles, 7 de abril de 2010

"Los herejes", de Humphrey Slater


Editorial Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores, 2009
267 páginas

Acabo de terminar esta curiosa novela y todavía me siento impregnada de las hondas emociones que me ha producido. Tal vez porque está escrita con una prosa fría, con un estilo informativo de cronista despojado de pasión que consigue hacer visible el horror.
La historia que nos cuenta Slater tiene que ver con la crueldad del fanatismo de esas personas que colocan la acción política por encima de los individuos a los que subordina por completo. De esa forma se justifican las purgas, confesiones, ejecuciones y traiciones.
Pero la tremenda originalidad del autor consiste en contarnos dos historias, aunque él las presente como las dos partes que forman la novela, la primera situada entre 1197 y 1212, en Avignon, una época oscura en la que el poder de los Papas de la Iglesia católica se manifestó de manera despiadada en la persecución y exterminio de los cátaros, torturados y quemados vivos, dejando una manada de niños huérfanos vagabundeando por las calles que acabaron siendo reclutados para una Cruzada infantil. Entre ellos los protagonistas Paul, Simon y Elizabeth. Una historia espeluznante, inspirada en hechos reales, y demoledora, escrita en tono objetivo, sin concesiones y muy eficaz.
La segunda parte se situa en España, entre 1936 y 1939, nuestra Guerra Civil, no menos terrible ni obcecada. Tres antropólogos británicos, amigos desde la infancia, con los mismos nombres que los protagonistas de la primera parte, se encuentran en Málaga cuando estalla el conflicto. Simon, afiliado al partido Comunista, decidirá ingresar en las Brigadas Internacionales. Paul como voluntario decide combatir al lado de los republicanos en el frente de Aragón y Elizabeth, su hermana, ejercerá de periodista para periódicos británicos. El autor se explaya en la toma de decisiones, disparatadas, del alto mando militar republicano, asesorado por agentes rusos, la coyuntura internacional y la deriva de la contienda. y, lo más interesante, es cómo Simon, fanático comunista, no duda en traicionar, con la conciencia tranquila de quien coloca un objetivo político como misión por encima de cualquier relación personal, a su mejor amigo.
Parecía que las dos partes gozaban de total autonomía, pero lo que nos quiere decir el autor, es que los hechos ocurren y se repiten en el tiempo y que el odio y la intolerancia se encuentran tras los métodos políticos de los fascistas, estalinistas y fanáticos en general. La Inquisición no ha muerto, se disfraza de distintos ropajes.
Toda una lección de historia, y lo peor es que me he sorprendido pensando que esos tantanes se sienten rugir por el horizonte.
Una lectura importante.

María García-Lliberós

Nota: el autor inglés, combatió en la guerra civil española en las Brigadas Internacionales, se decepcionó de los métodos empleados por los comunistas y desapareció, en nuestro país, sin dejar rastro cuando tenía 52 años, quién sabe si víctima de alguna purga.

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