domingo, 3 de febrero de 2019

"El salto de papá", de Martín Sivak


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Prólogo de Claudia Piñeiro.                  

Editorial Seix Barral, 2018.
313 páginas.

El salto de papá es un libro difícil de etiquetar que está teniendo un éxito extraordinario en Argentina porque, entre otras causas, los Sivak son, o han sido, una familia poderosa y con capacidad de influencia en los años terribles de las dictaduras militares y primeros gobiernos democráticos. El autor es hijo de Jorge Sivak, un financiero que se suicidó el 5 de diciembre de 1990, un día antes de que su banco fuera declarado en quiebra, tirándose desde un piso décimo sexto, de ahí el título, en el que vivía Samuel Sivak, patriarca de la dinastía. Entonces Martín tenía 15 años y admiraba a su padre. El impacto de su muerte fue brutal y encontrar una explicación a ese suicidio se convirtió en algo obsesivo. El salto de papá es el resultado de su investigación, una terapia intermitente en la que ha vivido durante casi treinta años.
Cinco años antes, en 1985, su tío Osvaldo, quien compartía con su padre la titularidad y gestión de los negocios, fue secuestrado y asesinado tras cobrar el rescate, por un grupo de policías corruptos que habían quedado en el paro tras la limpieza que hizo el presidente Raúl Alfonsín al llegar al poder poniendo fin a la dictadura militar. Osvaldo está considerado como uno de los “desaparecidos” de la época de las dictaduras. Estos dos hechos, el suicidio y el secuestro, van a condicionar en gran medida el desarrollo del libro, al igual que condicionaron la vida del autor.
El salto de papá es, en primer lugar, un homenaje al padre, hecho desde el amor filial más puro. Se concreta en una recuperación de su personalidad y es, en este afán, donde el autor crea un gran personaje literario: el de Jorge Sivak. Surge como un hombre contradictorio que vive con sinceridad esas contradicciones. De convicciones comunistas, admirador de Stalin por su lucha contra el nazismo, militante del Partido Comunista de Argentina, y presidente, al mismo tiempo, de una entidad bancaria del entramado de un sistema capitalista. Una combinación pintoresca, sin duda, que debió crearle problemas. Un hombre de personalidad arrolladora, caótico, desastrado, con encanto a pesar de ello, generoso, leal a sus amigos y a su equipo de fútbol, pésimo gestor económico –intentó negocios con los países del bloque soviético para traer un poco de socialismo a su país y no salió bien ninguno-, atormentado por el secuestro y asesinato de su hermano y el curso de los acontecimientos posteriores, por los reproches de Marta, su ambiciosa cuñada que le acusó del desenlace del mismo. Martín Sivak no oculta los grandes defectos de su padre y, sin embargo, consigue despertar en el lector cariño por él, comprensión, tolerancia y simpatía.
Martín Sivak (Buenos Aires, 1975)
El salto de papá es también una crónica social y política de la Argentina durante las dictaduras militares y de cómo “el horror se filtró por distintas fisuras durante los primeros años de la democracia”, según palabras del acertado prólogo de Claudia Piñeiro que abre el texto. Martín Sivak, para llevar a cabo su investigación, se entrevista con decenas de personas que tuvieron alguna relación con su padre, y deja constancia de ellas. Políticos, editores, periodistas, militares, empleados suyos que le robaron, personas conocidas en la sociedad de allá, que aparecen con sus nombres y apellidos, pues el libro tiene también su parte importante de ajuste personal de cuentas, una cuestión que, sin duda, le guste o no al autor, haya sido o no su objetivo, ha debido contribuir en el incremento comercial del libro. Estas múltiples referencias locales despiertan menos interés en España donde la mayoría son actores desconocidos.
Finalmente, El salto de papá es un ejercicio de introspección en torno a los sentimientos del autor hacia su familia y, en especial, hacia su padre. También respecto al dolor y su superación, a la muerte y la ausencia. Martín Sivak nos habla de sí mismo o se habla sobre sí mismo y expone su largo proceso de duelo hasta que supo encontrar su punto final.
Un libro emotivo que se lee con gusto. Un acierto de la edición el haber mantenido el lenguaje, el español de Argentina, sin cambios.

María García-Lliberós


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