jueves, 6 de julio de 2017

"Cáscara de nuez", de Ian McEwan

Editorial Anagrama, 2017.                                

Traducción de Jaime Zulaika.
217 páginas.
18,90 e, en papel; 11,99 €, en ebook.

Me encanta la obra de Ian McEwan y procuro no perderme ninguno de sus libros. Soy una seguidora entusiasta. Sin embargo, Cáscara de nuez, una novela que ha tenido críticas excelentes, demasiado porque han generado expectativas exageradas, me ha dejado algo insatisfecha. Por supuesto que la he leído con gusto, porque es imposible no leer con gusto la prosa de McEwan, traducida de maravilla por Jaime Zulaika, pero esperaba más del autor de Expiación.
Cáscara de nuez se ha inspirado en Hamlet, de Shakespeare. En esta obra teatral, Claudio asesina a su hermano y por primera vez se compara el útero materno con una cáscara de nuez. En la novela, también hay dos hermanos: el mayor, John, poeta y editor mediocre de poetas desconocidos, bohemio y poco práctico y Claude, agente inmobiliario, avispado para los negocios y de moral relajada. Entre ellos está Trudy, esposa de John y amante de Claude, una mujer guapa de 28 años, deseable a pesar de su embarazo de ocho meses, frívola, dependiente sexualmente de su amante, ambiciosa y egoísta. Y en su interior se encuentra el relator de esta historia, el feto, un feto envuelto en líquido amniótico que tiene la capacidad de oír lo que ocurre alrededor de Trudy, de sentir, y sufrir, las embestidas sexuales de Claude y las borracheras de Trudy, de leer los pensamientos de su madre, de juzgar el comportamiento de sus progenitores, de tomar posición en la lucha que se establece entre ellos y de filosofar sobre la sociedad a la que en breve se incorporará. El escenario, nunca mejor dicho porque la novela tiene ecos teatrales, en el que se suceden los hechos casi en su totalidad, es la mansión conyugal de Trudy y John, sucia, destartalada, caótica, poco acogedora y que, sin embargo, en el mercado inmobiliario está tasada en 7 millones de libras, suficiente cantidad para motivar el asesinato de John, el propietario, planeado por los los amantes para apropiarse del botín y del que el feto es el único testigo.
Con estos mimbres, McEwan, escribe una novela satírica que es también una novela criminal, si bien la investigación posterior está bastante diluida y, una novela de crítica a las conductas individuales en la sociedad actual. El humor está presente en muchas páginas. Pero el hecho de que la narración fluya desde el punto de vista de un feto, un no nacido inocente por completo, casa mal con el relator filosófico, maduro y estratega que se preocupa por su futuro incierto de hijo no deseado y, en mi opinión, esta contradicción choca con poca fortuna en la mente del lector.
A pesar de ello, no seré yo quien no recomiende esta lectura. Me ha hecho pasar momentos divertidos y he disfrutado con las escenas que describe y con la prosa.

María García-Lliberós

miércoles, 5 de julio de 2017

"Rey de Picas", de Joyce Carol Oates

Ed. Alfaguara, 2016                                         
229 páginas
18,90 €, en papel; 9,99 €, en ebook


Joyce Carol Oates es una escritora americana de larga trayectoria, candidata al Nobel desde hace años, con libros que dejan huella en el lector como La hija del sepulturero o la maravillosa biografía novelada de Marilyn Monroe Blonde, títulos que me han venido enseguida a la memoria, de temáticas variadas, y que ahora nos sorprende con esta novela corta de suspense, con mucha carga psicológica, con la que demuestra, de nuevo, la profesionalidad y buen hacer que la caracteriza.
En Rey de picas, a través de la historia de Andrew J. Rush, nos describe el proceso perturbador que conduce a un hombre a la locura. Rush es un escritor respetado, de éxito, con 28 novelas publicadas, que inicia el camino de desdoblamiento de su personalidad como autor al firmar, bajo el seudónimo de Rey de Picas, otro tipo de libros, escabrosos, duros, sucios, con morbo aberrante, censurables por parte de su entorno social debido a la ausencia absoluta de ética. Además, se inspiran en hechos acaecidos en su familia tiempo atrás. Poco a poco, la personalidad imaginada, o exigida a ese tipo de autor, irá dominando la de Rush, lo que tendrá consecuencias en su vida cotidiana y en su cotidianidad doméstica.   
El carácter de Rush, propio de una persona estable, de un esposo atento, de un vecino modélico, va confundiéndose con el de Rey de Picas, aflorando el lado cruel, cínico, maligno, tendente a delinquir. Un descenso a los infiernos de la demencia arrastrado por una culpa que esconde en su interior desde la adolescencia.
El personaje del protagonista y relator, pues nos habla en primera persona, es complejo y se muestra con un diseño sólido a través de sus monólogos mentales y diálogos, también mentales, con su otro yo, el Rey de Picas que alienta sus desvaríos.
La novela, a partir de la segunda mitad adquiere un ritmo vertiginoso, los hechos se suceden sorprendiendo al lector sin tregua, de ahí que se califique de suspense más que de género, las relaciones con su mujer e hijos se enturbian y Rush abandona definitivamente su respetabilidad para abrazar, sin remordimientos, una conducta criminal.
Una novela psicológica, lúcida, intensa, bien escrita, con menores pretensiones que otras de la autora, pero que se lee de maravilla y muy adecuada para las siestas del verano.

María García-Lliberós.

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