viernes, 14 de junio de 2019

"Cinco novelas cortas", de Antón P. Chéjov


Alba Editorial, 2017.  2ª edición (1ª en 2015)
Selección y traducción de Víctor Gallego Ballestero.
Antón Chéjov pintado por su hermano Nikolai
435 páginas.

Chéjov es el maestro del relato corto pero también se aventuró con historias de mayor extensión, en torno a las cien páginas, de indudable interés. Este libro reúne cinco de ellas escritas entre 1889 y 1895 –Una historia aburrida, El duelo, La sala número seis, Relato de un desconocido y Tres años- en plena madurez literaria que contienen todas las obsesiones del autor.
Me ha gustado especialmente La sala número seis con un comienzo genial: la descripción de un hospital de locos considerado institución de beneficencia. Lo dirige un médico sin vocación que prefiere ignorar los horrores que acaecen en su interior y dedicarse a filosofar sobre el absurdo de vivir. Un nihilista que achaca la responsabilidad de la falta de honradez, no a su negligencia profesional, sino a la época. Descubrirá en una sala, la seis, un loco lúcido, Ivan Dimitrich, con el que disfrutará conversando sobre el sentido de la vida hasta acabar siendo tomado por demente y encerrado con él. Es una historia terrible que pone en evidencia los prejuicios sociales y la ignorancia colectiva capaz de cometer enormes injusticias. La melancolía, elemento central en Chéjov, está presente, al igual que el aburrimiento que como una enfermedad aqueja a la sociedad rusa del XIX.
El duelo toma como protagonista a Laievski, otro nihilista, funcionario que se definió una vez como un fracasado y un hombre superfluo. Laievski es el ejemplo del hombre que jamás se compromete con nadie ni con nada. Recibe el amor de Nadezhda, una mujer valiente que cree en el amor romántico y que ha abandonado a su marido dando la espalda a las convenciones sociales para vivir con él, una mujer enamorada que no será correspondida en la misma medida. En esta novela hay un gran trabajo en el diseño de los personajes y en la composición de los diálogos. De nuevo tropezamos con la idea de que la vida solo se concede una vez y no se repite, y a pesar de tomar conciencia de ello, la abulia, el aburrimiento, la falta de dinero o de personas con intereses comunes provocan la incapacidad para saber aprovecharla.
Relato de un desconocido, de estructura algo desconcertante, tiene elementos comunes con El duelo. Aquí también una mujer, Zinaida Fiodovna, se separa de su marido y se instala en casa de Orlov, creyéndose, de forma equivocada, apasionadamente amada. Orlov y Laievski están cortados por el mismo patrón egoísta y nihilista. Zinaida, al igual que Nadezhda, decide vivir sin atender las convenciones sociales y pagará las consecuencias. Para Orlov el goce de lo inmediato, sin compasión, es lo único que importa. Su actitud ante las mujeres revela el deseo de arrastrarlas por el fango para colocarlas a su mismo nivel moral. Es un relato desolador que confronta el romanticismo con el naturalismo y transmite desesperanza.
Estas novelas están ubicadas en medios urbanos de provincias, a diferencias de los cuentos que en su mayoría se desarrollan en un mundo rural, y se ocupa de la gente que forma la clase media, profesionales y funcionarios, malos trabajadores que asumen las corruptelas con naturalidad, jugadores de cartas y bebedores de vodka en una sociedad carcomida por un aburrimiento malicioso, hombres inútiles habituados a una rutina insatisfactoria pero sin fuerza para cambiarla. La literatura de Chéjov, novelas cortas y cuentos, son una constante denuncia de los males de su tiempo y su país.
Las cinco novelas se leen bien e interesan. Ayuda mucho la excelente prosa de Chéjov, directa, ausente de retórica y con ritmo.
María García-Lliberós




martes, 11 de junio de 2019

"Autobiografía", de Charles Darwin

Ilustraciones de Iban Barrenetxea.
Traducción de Iñigo Jáuregui
Nórdica Libro, 2019.
150 páginas.


     Vaya por delante la felicitación al editor por la manufactura de este libro, cuidadísimo, con ilustraciones deliciosas, que hace más grato aún el hecho de leer. Tener el libro entre las manos ya es un placer.
     Claro que, cuando adquieres un libro de diseño tan especial, se generan enormes expectativas respecto a su contenido. Y aquí es donde hago al señor Darwin importantes reproches.
     Cuando Darwin escribe esta Autobiografía (quizás un título más adecuado fuera el de memorias o crónica social) tenía sesenta y siete años y nos dice: "he tratado de escribir como si fuera un muerto en el otro mundo que recapitula su vida", pero no es cierto, al igual que no es que la escribiera solo para sus hijos. Un muerto estaría menos preocupado por su imagen y es obvio que escribe para la posteridad, consciente del lugar prominente que ocupa como caballero victoriano en la sociedad inglesa. El libro sufrió un camino arduo hasta ser publicado, censurado por su familia, pero él como autor también ejerció la auto censura.
Charles Darwin

     En la obra dedica mucho espacio a la figura de su padre por el que sentía devoción, un médico respetado con ojo clínico que tomó como referencia moral "aunque no cree haber aprendido de él intelectualmente". Sin embargo, habla apenas de su esposa o de sus diez hijos, la familia que él ha creado y, por supuesto nada de la doble vida que llevó durante gran parte de su existencia, un asunto vetado por la moral de la época. Si el lector espera que el autor se desnude para mostrarnos sus sentimientos, quedará defraudado. El texto se ciñe a su vida pública, como estudiante en Cambridge, científico, naturalista contratado por el capitán Robert Fitz-Roy con quien compartió camarote durante seis años en el famoso viaje en el bergantín Beagle por la costa de la Patagonia y Tierra de Fuego, el acontecimiento más grande de su vida, y como coleccionista. El único atisbo a su interior es cuando medita sobre la religión, y confiesa cómo perdió el respeto por el Antiguo testamento que define como historia del mundo manifiestamente falsa, e inicia un proceso de descreimiento lento pero completo hasta declararse agnóstico. También cuando reconoce su incapacidad para leer poesía.
     He echado de menos, por ejemplo, mayor atención al capitán Fitz-Roy, cartógrafo, uno de los primeros hombres del tiempo, de profundas creencias religiosas y, como tal, en total oposición a las teorías evolucionistas que germinaron en Darwin durante ese viaje, persona de indudable interés con el que forjó una buena amistad. La novela Hacia los confines del mundo, de  Harry Thompson (Salamandra, 2007) es muy recomendable al respecto.
     Me ha parecido un tanto prolija la lista que, como metódico coleccionista que fue, nos muestra de los contactos que mantuvo con personas importantes de su tiempo y sin embargo he echado en falta referencias más extensas a las polémicas que provocó la aparición del libro El origen de las especies en el mundo científico, el universitario y el religioso. 
     A pesar de estos reproches y de lo mucho que ha simplificado el relato de una vida aventurera y fascinante como la suya, el libro se lee muy bien, el estilo anglosajón de su prosa lo hace ágil y sencillo, pero no emociona.
     María García-Lliberós

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