miércoles, 27 de noviembre de 2019

"La hierba azul de Calíope", de Emi Zanón.

Texto de la presentación de la novela en la Asociación Cultural MUJERES EN MARCHA, de Alfafar (Valencia), el martes 26 de noviembre de 2019.

Emi Zanón es valenciana, nacida en Buñol, donde sigue viviendo. La conozco desde hace años, somos amigas además de colegas en esto de escribir, tiene un carácter alegre, es afectiva y expresiva, y lo que más admiro de ella es su tremenda fortaleza. Emi es fuerte, lo digo con conocimiento de causa, y esa fuerza que emana desde su interior le permite afrontar con temple cualquier adversidad que le depare la vida, posee esa ventaja sobre la mayoría de los seres humanos. Esa fortaleza no es un don o un regalo de la naturaleza sino fruto de la reflexión que le condujo a establecer un compromiso con ella misma y con “la nueva Humanidad emergente” (según sus palabras), basada en el amor y el respecto a todo lo que nos rodea. De aquí deducimos que, tal como está el mundo es, además, optimista. Esta filosofía impregna su modo de vivir, de ser madre, amiga o escritora, sus actividades cotidianas y domésticas y también las creativas.

Ha publicado las novelas: Su último viaje (Araña Editorial 2009), con la que quedó finalista del Premio Fernando Lara.
Yámana, Tierra del Fuego, (Editorial Sargantana, 2016).
Emi Zanón también ha cultivado la narrativa breve y el teatro, y colabora con diversos medios de comunicación. Es asimismo una persona activa en las redes sociales (autora del blog: emizanonsimon.blogspot.com).
Ha participado en numerosas mesas redondas, charlas, presentaciones de libros, porque ejerce como una auténtica animadora cultural en Buñol, su pueblo, en Valencia y donde se tercie.
Emi Zanón, a través de su obra se consagra a la trascendentalidad como valor superior y fundamental del ser humano, necesario para hallar el auténtico sentido a nuestra existencia. Veamos cómo lo hace en su última novela que presentamos hoy.

Lleva por título La hierba azul de Calíope (NPQ editores, 2018). Y lo primero que pensé al leer el título fue en quién fue Calíope, porque era obvio que el título incluía una intención.
Busqué en wikipedia y me enteré de que en la mitología griega, Calíope (la de la bella voz) es la musa de la poesía épica y la elocuencia. Se la representa con las características de una muchacha de aire majestuoso, llevando una corona dorada, emblema que indica su supremacía sobre las demás musas.
Emi dedica la novela a su hija y la define como una novela juvenil. Efectivamente, está protagonizada por jóvenes de 16 años, una edad conflictiva por lo que tiene de transición, ubicada en la época actual presidida por el consumo y el dinero. En el primer capítulo nos presenta a Olivia, personaje principal, una muchacha preciosa que quiere ser modelo para alcanzar la fama, el éxito y ganar dinero. Toni, el fotógrafo para el que trabaja le advierte que el éxito en la vida es vivir en armonía con uno mismo y su entorno, lo que ella califica de filosofía barata. La novela no oculta cierto afán educador.
Otro personaje es Cristina, la amiga de Olivia, celosa y capaz de hacer mal, la que ha conseguido que sus padres le regalen unas buenas tetas. Con estos trazos, el lector se hace enseguida una idea del talante de las dos amigas, representativas de su generación que lleva un estilo de vida de adolescentes un tanto deshumanizado.
Se muestra en el libro, por ejemplo, cómo se liga hoy en día y, la verdad, me ha sorprendido el lenguaje directo, la rapidez con que se llega al morreo y al magreo, casi sin sentimientos, lo diferente que es del amor romántico, y lo mayor que me he sentido leyendo ciertos párrafos, así como alejada de los sentimientos y de la estética de esta juventud. Así, en la página 34 dice: “los tíos pueden tener sexo con ellas, pero ellas pasan de ellos, de comprometerse”, o en la 35 “ahora primero se enrollan (tienen relaciones sexuales) y luego deciden salir juntos o no”, es decir, ese enrollarse se hace casi sin un conocimiento previo, sin un mínimo proceso de seducción. Pertenezco a otra época, pero esta forma de aproximación me parece pobre, fea e incluso humillante. Aprovecho para apuntar algo que me preocupa mucho. Leí en algún periódico hace unos meses que un porcentaje elevadísimo de adolescentes se iniciaban en la vida sexual a través de la pornografía (a su alcance a través de internet). La pornografía mata el amor y humilla a la mujer, la convierte en mero objeto de placer y posesión. Está basada en la fuerza y el dominio de uno sobre otra. Si queremos una sociedad más justa formada por hombres y mujeres más felices, no podemos permitir que se convierta en el modelo afectivo sexual de los menores. Desconozco cómo impedirlo pero pienso que tiene mucho que ver con el desarrollo de conductas violentas, con la proliferación de manadas, con la difusión por redes sociales de videos comprometedores por parte de machitos descerebrados. Olivia y Cristina parecen haber aceptado el rol que de ellas se espera derivado de estos modelos.
Dentro de esta moral laxa que rige las conductas de las protagonistas no sorprende que Olivia robe de la taquilla de una compañera un cuaderno que cree que es un diario pero que en realidad es un texto que lleva por título La hierba azul de Calíope, cuya lectura, por inesperada, le atrapará desde el principio y le ayudará a buscar la autenticidad en el amor y en la sexualidad, a espiritualizar experiencias, a contribuir para crear un mundo mejor. Así que nos encontramos con una estructura tipo muñecas rusas, esto es, la de un relato dentro de otro.
Toda novela cuenta de alguna manera un proceso de transformación y esta, de Emi Zanón, también sigue este principio. El lector asistirá al proceso de transformación de Olivia en una joven que decide despojarse de lo falso que ocultaba su personalidad y no reprimir los sentimientos. Ahuyenta el miedo al compromiso. Cambia la vida y la hace más bella.
La lectura es un ejercicio solitario y un instrumento fundamental para la educación, y Emi lo sabe. Abre la mente del lector a otros mundos, te permite viajar con la imaginación, desarrolla la fantasía y, lo más importante, vives otras vidas, la de esos personajes que te acompañan mientras pasas las páginas de un libro, te obliga a meterte bajo su piel, a comprender los motivos de sus conductas, incluso aunque no los compartas, a distinguir entre el bien y el mal, a identificar sentimientos, a conocer el ser humano porque nos reconocemos en esos personajes o reconocemos a otros. La hierba azul de Calíope, como novela juvenil va dirigido a ese sector de la población que atraviesa las turbulencias de la adolescencia y le aporta un sutil mensaje o una sugerencia: el mundo que les rodea puede ser mejor si tú quieres que sea mejor. Una enseñanza que, por supuesto, también es válida a los adultos que, sin duda, leerán esta novela con gusto.
En las novelas y los relatos de ficción hay valores éticos que el lector reconocerá al introducirse en el desarrollo de la trama que contendrá conflictos familiares, laborales, amorosos, tal como es la vida misma y que en La hierba azul de Calíope están presentes. Mediante la lectura se adquieren experiencias de vida en cabezas ajenas (la de los protagonistas de las historias), lo que nos hace más sabios y colabora a ejercer el desarrollo del derecho de todo ser humano a buscar su verdad.
La hierba azul de Calíope, de Emi Zanón, contiene los principios esenciales de la filosofía de su autora, esos que le otorgan la fortaleza de la que hablé al principio, y que pueden concretarse en los términos de transcendencia y amor por la vida. Es un relato que contiene una lección de vida y marca el camino de cómo hacer frente en esta sociedad capitalista al caos, la impostura y el consumismo. Por todo esto merece leerse.
María García-Lliberós

Con un grupo de mujeres de la Asociación Cultural.
 
M. García-Lliberós, E. Zanón, Q. Olmos (editor) y Concha Prieto (de pie).

martes, 26 de noviembre de 2019

"Las tres vidas del pintor de la luz", de Javier Alandes.


Editorial Sargantana, 2019                 


450 páginas.

Joaquín Sorolla es, sin duda, el pintor de la luz y una persona cuya memoria es idolatrada en la ciudad de Valencia. El título de esta novela nos hace pensar que su figura, su obra y su vida, va a ocupar el lugar de protagonista absoluto de la historia, pero no es así. La estructura del libro es bastante más compleja y su trama aborda otras líneas argumentales que hunden sus raíces en la saga familiar de la que procede el autor.
En la primera parte de Las tres vidas del pintor de la luz nos cuenta la historia de Joselito, Francisco y Augusto García, tatarabuelo, bisabuelo y abuelo respectivamente del autor, personas que hoy calificaríamos de emprendedores que lucharon, sabiendo aprovechar los
Javier Alandes
golpes de suerte y las oportunidades que ofrece la vida hasta consolidar unas empresas. Al morir Augusto se descubre que un carboncillo atribuido a Sorolla, comprado por él en 1974 cumpliendo un encargo de su padre, no es considerado auténtico, hecho que sorprende, decepciona y estimula la curiosidad del nieto, lo que dará origen a la investigación cuyo resultado es el libro. Tenemos pues como espoleta un misterio en torno a un excelente carboncillo, datado hacia 1880, cuya firma plantea dudas de autenticidad.
En la segunda parte retrocedemos a la Valencia de 1879, a la Academia de San Carlos donde estudió Joaquín Sorolla. El autor muestra aquí sus mejores dotes para la ficción al diseñar el personaje del joven Sorolla y el de otro pintor Marcos Galarreta, probablemente imaginado, y contraponer la emoción pura a la perfección técnica, en un duelo brillante y enriquecedor para ambos. La figura del tutor don Santiago Bosch cobra especial relevancia, y su método de enseñanza para que los cuadros cuenten una historia está narrado con soltura y habilidad. En esta parte Sorolla es protagonista, tanto como Galarreta, dos pintores extraordinarios con desarrollos muy desiguales porque en la vida el azar puede encubrir o hundir una trayectoria. Se mostrará el origen de ese carboncillo misterioso y también la curiosa relación entre Sorolla y el tatarabuelo del autor. Valencia, Livorno, Roma y París surgen como escenarios principales.
La tercera parte es en realidad un anexo a lo que nos ha contado pues el autor la dedica por completo a desvelarnos el proceso de rastreo llevado a cabo desde la muerte de su abuelo en 2017 hasta 1879 cuando su tatarabuelo, con apenas 11 años, empezó a trabajar como ayudante de bedel en la Academia de san Carlos. Resulta amena y didáctica pero la novela estaba ya construida al final de la segunda parte.
Las tres vidas del pintor de la luz es un libro que atrapa, a pesar de que el relato va y viene en el tiempo de forma poco ordenada lo que obliga al lector a esforzarse para seguir la trama. Está escrito con una prosa correcta que favorece una lectura fluida. Protagonizada por igual por Sorolla, Galarreta y la familia predecesora del autor, combina personajes reales con otros imaginados, aporta abundante documentación de la vida y personalidad del pintor, del Museo Sorolla de Madrid, de los diferentes aspectos del mundo y el mundillo del arte, el auténtico y el de las falsificaciones, y contiene páginas deliciosas como las que recrea los días en los que el maestro pintó el famoso cuadro de la portada “Paseo a la orilla del mar” en la playa de la Malvarrosa, o “Defensa del parque de Monteleón” para el que movilizó a una compañía teatral en la plaza de toros de Valencia. Para los valencianos tiene el aliciente añadido de recrear lo mejor de nuestra ciudad en la época en que fue también la de Sorolla.
Una lectura recomendable y gratificante.

María García-Lliberós

jueves, 14 de noviembre de 2019

Los amnésicos. Historia de una familia europea.



Geraldine Schwarz.                                                       
Geraldine Schwarz

           Epílogo de José Álvarez Junco.
Tusquets Editores, 2019.
400 páginas.

Un libro que aparece en España en el momento oportuno, pues si bien se centra en las diferentes vías cómo Alemania y Francia se enfrentaron, o evadieron hacerlo, a su peor pasado –el nazismo y el colaboracionismo- y las consecuencias respectivas sobre las calidades de sus democracias, muchas cuestiones que plantea la periodista y realizadora Geraldine Schwarz (Estrasburgo 1974) pueden formularse también al caso español, pues sufrimos la dictadura franquista, lo que sin duda, incrementa el interés de su lectura.

Los amnésicos. Historia de una familia europea es un ensayo en tono de crónica periodística cuyo andamiaje resulta sólido y original a un tiempo. La autora, hija de padre alemán y madre francesa, inicia su investigación en el ámbito familiar al descubrir que su abuelo paterno Karl Schwarz, compró en Mannheim, en 1938, una empresa petrolera, a muy bajo precio, a los Löbmman, familia judía que necesitaba el dinero para financiar su exilio y que más tarde fue en parte asesinada en Auschwitz. A través de la micro historia, el relato familiar, trata de comprender la Historia, con mayúsculas, de Alemania durante y después del nazismo. ¿Cómo fue posible que su abuelo, un hombre bueno, que en su momento se aprovechó de la desgracia de los judíos, pasara a considerarse víctima de ellos cuando, acabada la guerra, un heredero de los Löbmann le reclamara una compensación económica desde los Estados Unidos?
Geraldine Schwarz pone bajo la lupa a la mayoría de alemanes mitläufer, esos ciudadanos callados que siguen la corriente, los que pensaron que ceder en las pequeñas cosas (marcar con estrellas amarillas comercios y personas judías, por ejemplo) no tenía importancia, sobre todo si podían obtener un beneficio, y decidieron no percatarse de la metamorfosis de los individuos cuando se funden en la multitud, se convierten en manipulables, y en lo fácil que resulta convertirse en delator o perseguidor, porque los fascismo tienen su parte de fascinación y su parte de horror. No mostrar desacuerdo ante un gobierno criminal es una forma de complicidad y, desde este punto de vista el individuo es responsable. 
El otro abuelo de la autora, el materno, fue gendarme francés en la frontera durante el gobierno de Vichy y colaboró en la deportación de judíos a campos de concentración, aunque no supiera a ciencia cierta que los mandaban a la muerte. En Francia no se investigó la actitud de la mayoría, esos que no fueron resistentes ni colaboracionistas, lo que favoreció una predisposición posterior a la indulgencia colectiva, al olvido, al borrón y cuenta nueva respecto a los implicados en Vichy durante la ocupación.
El texto de Schwarz es largo, aporta abundante documentación y se lee con fruición porque está escrito con agilidad y descubre al lector más o menos informado hechos que se han mantenido medio ocultos a la opinión pública, que explican las resistencias de las diferentes sociedades, la austriaca, italiana, polaca, húngara y otras también, a efectuar un auténtico “trabajo de memoria” –lo que sí se ha llevado a cabo en Alemania a través de los procesos de desnazificación- debilitando los cimientos de las democracias. El olvido del horror permite su retorno.
Su investigación alcanza hasta nuestros días después de detenerse especialmente en la caída del muro de Berlín en 1989 y las enormes diferencias, respecto a sus consecuencias y valoración, entre los alemanes del este y del oeste. Los nacionalismos excluyentes, los populismos que fomentan el odio al extranjero, debilitan a Europa.
En definitiva, un libro que debería ser de lectura obligatoria porque ayuda a pensar, a comprender, nos atañe a todos y nos pone en guardia. Aquí, en España, no ha habido un auténtico “trabajo de memoria”, ni proceso de “desfranconización” sobre nuestro pasado sucio reciente, lo que podría explicar el auge de partidos de ultraderecha nostálgicos de la dictadura y las dificultades para cumplir con los mínimos de nuestra liviana ley de Memoria Histórica. El epílogo de José Álvarez Junco es pertinente, didáctico y clarificador.
María García-Lliberós.

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