Descubrí la literatura de Saramago en 1999. Alguien me recomendó "El año de la muerte de Ricardo Reis" (Alfaguara) y le hice caso. La leí y ya en las primeras páginas percibí la calidad de una prosa que combina la sencillez con la maestría y la clarividencia. Ricardo Reis, médico y poeta, regresa en 1936 a Lisboa tras una larga estancia en Brasil. Desde allí, contempla el mundo, reflexiona y "siente" los aires fascistas que recorren Europa, incluida Portugal. Sufre la vigilancia de una sociedad cerrada y reprimida. Mantiene conversaciones inteligentes con el fantasma de Fernando Pessoa, amigo suyo, sobre la vida de acá y del más allá. Una novela sensacional que dejó huella en mi memoria.
A continuación leí "Todos los nombres", la historia de un disciplinado escribiente del Registro Civil. Un oscuro funcionario solitario cuya única afición es coleccionar noticias de gente famosa y cotejarlas con su datos del Registro, hasta que un día, una fascinación extraña hacia la ficha de una mujer desconocida, le impele a iniciar una investigación saltándose todas las normas. Una forma de luchar contra la rutina, el aburrimiento y la burocracia. Esta novela, no deja de ser un juego, pero un juego elaborado con maestría y amor.
"La caverna" (Alfaguara 2000) la califiqué, sin dudar, de una obra maestra. Cipriano Algar, su hija Marta, el yerno Marcial e Isaura, son los protagonistas de esta parábola sobre el mundo actual. Una familia humilde de alfareros que ha dejado de ser útil, porque el plástico ha desplazado a la loza, y que no se rinden ante las adversidades. Un lenguaje lleno de sentido común, poesía, humanidad, donde no faltan el humor y la filosofía. Es difícil encontrar una lectura más deliciosa y un análisis más lúcido de las nuevas formas de vida que impone el desarrollo tecnológico y comercial.
"Ensayo sobre la ceguera" la leí en 2001. Una epidemia de ceguera asola una ciudad. Sólo una mujer permanecerá indemne. Saramago penetra en el análisis del comportamiento colectivo ante esta situación de crisis. Aflorará lo peor del ser humano, su extraordinario egoísmo. La lucha por el poder, por la comida, por un lugar seguro, el deterioro rápido de las condiciones de convivencia, la pérdida de la dignidad. Un libro estremecedor e inquietante.
"El hombre duplicado" llegó a mis manos en 2004. Un individuo que descubre a otro hombre idéntico a él. La perturbación que le provoca le cambiará la vida. De esta novela destaco la prosa y las reflexiones sobre la intimidad humana, pero critico el desarrollo. Un argumento débil que alarga demasiado y resulta artificioso.
Saramago tiene la virtud de los grandes escritores de poseer un estilo propio, el estilo Saramago, que recorre todas sus obras. Un vocabulario rico, una prosa fluida, ideas claras que comunica con sabiduría, fuerza, convicción, compromiso y, por encima de todo, respeto a los lectores y amor a sus criaturas literarias.
En el plano humano, Saramago me ha despertado, siempre, una gran simpatía. Me gustaba su discurso respondón e incómodo con el poder, coheremte con su trayectoria, leal a sus principios, acompañado de su enorme humanidad y sencillez. Fue un hombre elegante, grande y accesible.
Murió el pasado 18 de junio. Hacía mucho tiempo que no sentía dolor por el fallecimiento de una persona famosa.
Como lectora, gracias, José Saramago, por las horas felices que me han proporcionado tus libros, por compartir tu pensamiento con los lectores,por el ejemplo de dignidad que nos has dado, por haber ejercido de intelectual en tiempos difíciles.
Te has ido pero aquí se ha quedado tu obra, al alcance de aquélos que amamos las palabras. Una oportunidad que no voy a desaprovechar.
Requiescat in pace José Saramago.
ResponderEliminarComo dejó escrito Publius Ouidius Naso, al final de Las Metamorfosis (XV, 871-9):
Iamque opus exegi, quod nec Iouis ira nec ignis
nec poterit ferrum nec edax abolere uetustas.
…
Parte tamen meliore mei super alta perennis
astra ferar, nomenque erit indelebile nostrum.
…
Ore legar populi, perque omnia saecula fama,
siquid habent ueri uatum praesagia, vivam.
Y ya he terminado una obra que no podrá aniquilar ni la cólera de Júpiter, ni el fuego, ni el hierro, ni el tiempo devorador.
…
Pero, en la mejor parte de mí, yo viajaré inmortal por encima de los astros de las alturas, y mi nombre será indestructible.
…
Seré leído por la voz del pueblo, y, gracias a la fama, si algo de verdadero tienen los presntimientos de los poetas, viviré por todos los siglos.
Antonio Martín Ortiz