martes, 26 de noviembre de 2019

"Las tres vidas del pintor de la luz", de Javier Alandes.


Editorial Sargantana, 2019                 


450 páginas.

Joaquín Sorolla es, sin duda, el pintor de la luz y una persona cuya memoria es idolatrada en la ciudad de Valencia. El título de esta novela nos hace pensar que su figura, su obra y su vida, va a ocupar el lugar de protagonista absoluto de la historia, pero no es así. La estructura del libro es bastante más compleja y su trama aborda otras líneas argumentales que hunden sus raíces en la saga familiar de la que procede el autor.
En la primera parte de Las tres vidas del pintor de la luz nos cuenta la historia de Joselito, Francisco y Augusto García, tatarabuelo, bisabuelo y abuelo respectivamente del autor, personas que hoy calificaríamos de emprendedores que lucharon, sabiendo aprovechar los
Javier Alandes
golpes de suerte y las oportunidades que ofrece la vida hasta consolidar unas empresas. Al morir Augusto se descubre que un carboncillo atribuido a Sorolla, comprado por él en 1974 cumpliendo un encargo de su padre, no es considerado auténtico, hecho que sorprende, decepciona y estimula la curiosidad del nieto, lo que dará origen a la investigación cuyo resultado es el libro. Tenemos pues como espoleta un misterio en torno a un excelente carboncillo, datado hacia 1880, cuya firma plantea dudas de autenticidad.
En la segunda parte retrocedemos a la Valencia de 1879, a la Academia de San Carlos donde estudió Joaquín Sorolla. El autor muestra aquí sus mejores dotes para la ficción al diseñar el personaje del joven Sorolla y el de otro pintor Marcos Galarreta, probablemente imaginado, y contraponer la emoción pura a la perfección técnica, en un duelo brillante y enriquecedor para ambos. La figura del tutor don Santiago Bosch cobra especial relevancia, y su método de enseñanza para que los cuadros cuenten una historia está narrado con soltura y habilidad. En esta parte Sorolla es protagonista, tanto como Galarreta, dos pintores extraordinarios con desarrollos muy desiguales porque en la vida el azar puede encubrir o hundir una trayectoria. Se mostrará el origen de ese carboncillo misterioso y también la curiosa relación entre Sorolla y el tatarabuelo del autor. Valencia, Livorno, Roma y París surgen como escenarios principales.
La tercera parte es en realidad un anexo a lo que nos ha contado pues el autor la dedica por completo a desvelarnos el proceso de rastreo llevado a cabo desde la muerte de su abuelo en 2017 hasta 1879 cuando su tatarabuelo, con apenas 11 años, empezó a trabajar como ayudante de bedel en la Academia de san Carlos. Resulta amena y didáctica pero la novela estaba ya construida al final de la segunda parte.
Las tres vidas del pintor de la luz es un libro que atrapa, a pesar de que el relato va y viene en el tiempo de forma poco ordenada lo que obliga al lector a esforzarse para seguir la trama. Está escrito con una prosa correcta que favorece una lectura fluida. Protagonizada por igual por Sorolla, Galarreta y la familia predecesora del autor, combina personajes reales con otros imaginados, aporta abundante documentación de la vida y personalidad del pintor, del Museo Sorolla de Madrid, de los diferentes aspectos del mundo y el mundillo del arte, el auténtico y el de las falsificaciones, y contiene páginas deliciosas como las que recrea los días en los que el maestro pintó el famoso cuadro de la portada “Paseo a la orilla del mar” en la playa de la Malvarrosa, o “Defensa del parque de Monteleón” para el que movilizó a una compañía teatral en la plaza de toros de Valencia. Para los valencianos tiene el aliciente añadido de recrear lo mejor de nuestra ciudad en la época en que fue también la de Sorolla.
Una lectura recomendable y gratificante.

María García-Lliberós

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