miércoles, 11 de julio de 2018

4 3 2 1, de Paul Auster



Traducción de Benito Gómez Ibáñez.

Editorial Seix Barral, 2017
960 páginas.
22,71 € en papel; 12,34 € en electrónico.

Termino de leer 4 3 2 1 de Paul Auster y lo primero que pienso es que tenía ganas de acabarlo y dejar de sentirme atrapada por esas 960 páginas a todas luces excesivas. Me gusta la escritura aparentemente sencilla de Auster, su prosa poderosa con ritmo que se reconoce porque cultiva un estilo propio. En este caso, el tocho ha acabado resultando algo monótono.

4 3 2 1 es la historia de Archie Ferguson durante sus primeros veinte años o, mejor, la historia de Archie Ferguson y las otras tres que también podrían haber sucedido en función de la circunstancias, accidentes o incidentes que aparecen a lo largo de nuestra existencia para cambiar el curso de la misma. Porque esta novela de Paul Auster nos habla del azar y de todos aquellos elementos ajenos a nuestra voluntad en el diseño de nuestro camino existencial. También nos habla de la presencia de la muerte en nuestras vidas. Por eso los cuatro protagonistas Ferguson son hijos únicos, nacidos el mismo día de marzo de 1947, en Newark, en el seno de la misma familia judía no religiosa, mantienen una relación intensa con su madre, Rose, una fotógrafa dinámica, y otra con su padre mucho más compleja y con dificultades en la comunicación. Los cuatro presentan una fijación por Amy que jugará el papel de hermanastra, amiga, novia o amante, en cualquier caso la mujer de la que depende parte de su equilibrio emocional. 
La muerte del padre en un aparatoso incendio de su negocio provoca un escenario crucial en la vida de uno de los Ferguson, bien diferente al divorcio de sus padres, por ejemplo, que condicionará la de otro. Ambos son puntos de inflexión que, como tales, provocarán cambios no previstos e incluso no queridos. Igual que el posterior matrimonio de su madre, otra circunstancia que conlleva la aparición de nuevos personajes y abre otros escenarios.
Pero la personalidad de los cuatro Ferguson se mantiene porque es la misma necesariamente y causa de que suenen a repetición algunos pasajes. Esta viene definida por su amor por el cine y la literatura (demasiadas referencias de títulos de películas y novelas, incluye hasta una larga lista de los libros que lee), incluso incorpora algún relato dentro de la novela, su vocación por el periodismo como posible salida profesional, su afición a los deportes, el beisbol y el basket (exceso de descripción de jugadas), la importancia de los amigos y la lealtad hacia los mismos, el descubrimiento del placer sexual (muy interesantes las páginas que relatan el descubrimiento de la homosexualidad de uno de los Ferguson), su cuidado en las relaciones familiares y en el mundo universitario.
Este planteamiento condiciona la estructura de la novela conformada por bloques sucesivos de cuatro capítulos, dedicados cada uno de estos a cada Ferguson, como forma de mostrarnos el crecimiento paralelo de los jóvenes y dejando en blanco el capítulo cuando uno de ellos muere explicitando así su falta de progreso en la vida. Esto confunde en un principio al lector, por poco tiempo, hasta que comprende el planteamiento.
4 3 2 1 puede leerse también como un fresco de la Historia de América durante la década de los sesenta, unos años cruciales durante los cuales se intensificó la guerra en Vietnam y la oposición interna a la misma, tuvieron lugar los asesinatos de los Kennedy, el de Martin Luther King, las revueltas raciales, las luchas por los derechos civiles y las revueltas estudiantiles con especial virulencia en las Universidades de Columbia y Nueva York, y de las que el autor da una extensa cuenta de como afectan estos sucesos a sus protagonistas. Uno de los alicientes de la novela es la de estar ubicada principalmente en el estado y la ciudad de Nueva York.
Una novela que he leído con gusto porque Auster me cautivó con La trilogía de Nueva York en 1996 y desde entonces lo sigo con entusiasmo a veces y condescendencia otras, nunca con indiferencia. En este caso si 4 3 2 1 la hubiera dejado en torno a las quinientas páginas, en mi opinión, habría ganado en intensidad y sería una obra redonda.
María García-Lliberós

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