235 páginas.
21,90 €, en papel; 12,99 €, en electrónico.
Marsé
se mantiene fiel a su universo narrativo anclado en la Barcelona de barrio en
los años negros del franquismo y con protagonistas
extraídos de esa población que malvive entre trabajos de medio pelo y
actividades en el borde de la delincuencia. Aunque introduce nuevos elementos
que vienen de la singular estructura cronológica del relato: en la novela, un
autor en 2015 (Marsé) escribe imaginándose a sí mismo en 1982 investigando un
suceso acaecido en 1949. Las fechas están escogidas: de la degradación moral
actual al pacto político de la Transición, y de ahí, a la degradación moral del
franquismo.
La
novela comienza con una entrevista periodística en la que figuran sólo las
respuestas y en la que Marsé se define como laico y anticlerical, explica el
origen de su vocación como escritor y se manifiesta enemigo de los
nacionalismos. Deja claro que su novela trata de que la
memoria puede falsearse o manipularse. Una extraña entrevista que,
a manera de prólogo, condiciona la interpretación que de lo que sigue pueda
hacer el lector.
Pportada novela |
Se inicia con el encargo
al narrador de escribir un guion cinematográfico sobre el asesinato de la prostituta
Carolina Brul, estrangulada con una cinta de celuloide de la película Gilda en la cabina de proyección del
cine Delicias de Barcelona en 1949. Este suceso lo había novelado Marsé en
el libro Si te dicen que caí (1973)
y, precisamente, las inexactitudes respecto a los hechos provocó que recibiera
la visita del asesino para protestar, lo que ha dado lugar, después de más de 40 años, a esta segunda novela en torno al
mismo caso, según ha contado el autor en los medios.
El
escritor acepta el trabajo, a pesar de discrepar del director, un comunista que insiste en un adoctrinamiento trasnochado a través del cine, y
del productor interesado sólo por los resultados de taquilla, y se esforzará
por identificar los motivos para un crimen, hasta entonces ocultos, de forma
que la novela se convierte en una crónica de la investigación. Leerá los
expedientes sobre el caso en los archivos policiales, y mantendrá entrevistas
con el asesino Fermín Sicart, que confesó los hechos sin recordar por qué lo
hizo, debido a que fue paciente de un psiquiatra que le borró la memoria. Marsé
ha querido recordarnos las prácticas del doctor Vallejo Nájera (el Mengele del franquismo), que pretendió curar a los prisioneros
republicanos rojos de su izquierdismo con electro shocks.
Esa puta tan
distinguida es una
novela que contiene mucha reflexión ya sea sobre la censura, las palabras
prohibidas durante la dictadura, y el lenguaje o sobre el proceso de escritura
y las diferencias entre escribir un guión cinematográfico o una novela y sobre la
manipulación de la historia. Hay mucha cultura y mitología cinematográfica. Aprovecha de
paso para ajustar cuentas con un sector que conoce bien pues ocho de sus
novelas han inspirado otras tantas películas.
Especial interés
tienen los personajes. Junto con el propio autor
protagonista y Fermín Sicart, se encuentra Felisa
(inspirada en la actriz Thelma Ritter, que aparecía en Eva al desnudo y La ventana
indiscreta), la asistenta del narrador, una mujer lista, socarrona, con
sentido práctico y alegría contagiosa, cinéfila empedernida que introduce el
humor en la novela. La puta ciega, Manolita,
cuyo desarrollo del sentido del tacto enardece la fantasía de los clientes, es
otro personaje impagable, existente en la imaginación de Marsé, que genera
páginas delirantes que provocan la carcajada.
Una novela que se lee
con enorme facilidad por el lenguaje de prosa directa en primera persona y por
la variedad de recursos empleados: la entrevista, el guión cinematográfico, los
diálogos llenos de agudeza, la reproducción de fragmentos de expedientes
policiales, las referencias cinematográficas, el sentido del humor. Aunque habrá lectores a los que les pueda resultar deslavazada o superficial. Una novela en la
que permanecen las obsesiones de Marsé, su aversión al nacionalismo catalán, su
oposición a la desmemoria colectiva y a la manipulación de la misma de la que Esa puta tan distinguida es su mejor parodia.
María García-lliberós
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