Rafa Mari:
"Pese a la compleja estructura de Diario de una sombra,
la novela no pierde nunca la claridad".
En esta
presentación de ‘Diario de una sombra’, la nueva novela de María
García-Lliberós, amiga y escritora a la que admiro desde el inicio de su
carrera literaria, me exijo el compromiso de no destripar los elementos clave de
su argumento para que así los futuros lectores del libro disfruten del relato y
de los recovecos psicológicos de sus personajes o con las sorpresas de una
historia que recorre más de 30 años, desde 1972 a 2004.
Una novela
tiene su prueba de fuego en las 50 primeras páginas. Si nos engancha en ese
primer tramo, el resto absorbe nuestra atención sin darnos cuenta. Si tal cosa
ocurre es porque nos hemos metido dentro de la historia como testigos
expectantes y no queremos salir de allí hasta que su autor o autora ponga el punto
final. ‘Diario de una sombra’, bien editada por Sargantana, supera limpiamente
esa prueba y ya en la página 37, tras leer cinco entradas del diario de Elsa,
hemos hecho ‘nuestros’ los avatares que nos cuenta María García-Lliberós en 316
páginas que avanzan con un ritmo magníficamente modulado. Mantener vivo el
interés del lector no es una tarea sencilla. Para ello hace falta talento
narrativo –María lo tiene, lo ha demostrado con sus anteriores novelas como ‘Equívocos’,
‘Babas de caracol’ y ‘Lucía o la
fragilidad de las fuertes’- y hace falta contar unos conflictos que nos
impliquen y emocionen.
Es el caso
de ‘Diario de una sombra’. Y no crean que es una novela de estructura sencilla.
La novela se articula en 17 capítulos. Algunos de ellos los cuenta un narrador
omnisciente, y en otros se nos va desvelando el corazón de la historia a través
de las anotaciones de Elsa en su diario. El relato discurre unas veces en
Londres, otras en Madrid, Valencia o en la ciudad suiza de Lucerna. Los
principales personajes son cuatro: Gabriel, Elsa, Gonzalo y Cristina. Las
fechas van oscilando. 2004, 1972, 2003, 1972, 1973… Los últimos capítulos nos
sitúan en el Madrid de 2004. Pese a la compleja estructura de ‘Diario de una sombra’,
la novela no pierde nunca la claridad. Su argumento se sigue sin esfuerzo.
Detrás de ese logro hay una gran pericia narrativa que García-Lliberós se
esfuerza en hacer invisible. No quiere apabullar nos con su sabiduría en lo que
se refiere a la arquitectura del relato. Su prosa es cuidada y tersa, la suya
nos llega como una voz leal que nos desvela poco a poco los secretos de la
historia. María no caricaturiza a ningún personaje, ni siquiera a los que no le
gustan. Notamos en algunos casos su mirada crítica, pero no se ensaña con
ellos. Intenta comprender sus razones, aunque no las comparta. Reproduzco
destellos del libro: “La mejor forma para un financiero de cuidar su imagen es
ocultándola” (Gabriel: doce palabras que sintetizan perfectamente un concreto y
cruel momento social). “El poder te hace fuerte, y el temor a perderlo frágil”
(sabio aforismo de la por otra parte bastante zafia Cristina). “En Suiza no
existe el gratis total, incluso se paga una llamada de teléfono desde una casa
particular” (una costumbre que no sé si considerar demasiado estricta o muy
civilizada).
Confieso que
en un pasaje pensé: la autora es muy dura en el retrato que hace del padre de
Elsa. Los padres tienen que comprender a sus hijos, que pertenecen a otra
generación y tienen otra manera de pensar y decidir. Pero los hijos, una vez
superada la irresponsable nebulosa de la adolescencia, también deben esforzarse
en comprender a sus padres por el mismo motivo: nuestros progenitores se
educaron en otra época, normalmente mucho más espinosa que la nuestra.
Otra pequeña
objeción, de tipo fugaz. El padre de Elsa es un energúmeno. Un franquista
intolerante. Pero aun así, ¿es posible que alguien se comporte emocionalmente
de forma tan brutal con su propia hija? No describo más el conflicto por
aquello que decía al principio de no destripar el argumento de ‘Diario de una
sombra’. El caso es que he preguntado a varios amigos: ¿Creéis posible una
actitud de rechazo definitivo de tal virulencia? La respuesta fue unánime:
“Claro que es posible”. Y me contaban casos similares. En su propia familia, en
la de unos vecinos, en las de sus tíos o primos… También me sorprendió la
decisión última de Gabriel Pradera. ¿Hay suficientes motivos para ello? Se lo
planteo a quienes se enfrasquen en los próximos días en la lectura de ‘Diario
de una sombra’. Después de analizar la personalidad de Gabriel,
he llegado a la conclusión de que los demonios interiores que nacen de las
frustraciones biográficas pueden ser devastadores.
‘Diario de
una sombra’ es una novela ambientada en una época convulsa y apasionante de la
historia española: el tardofranquismo, la Transición, los años de un pantanoso
crecimiento económico y el inicio de una corrupción generalizada en las altas
esferas financieras. En ese sentido es un espejo nítido al lado del camino. Un
espejo que refleja cosas que hemos vivido casi todos: los enamoramientos que
esclavizan, el engaño, la inesperada fuerza de carácter en algunas personas de
apariencia débil para superar obstáculos tremendos, los conflictos
generacionales, la búsqueda de la felicidad por atajos que conducen a un
cul-de-sac…
En esta
novela son memorables varios de los personajes secundarios: la abuela de
Gabriel, la madre de Elsa, la secretaria enamorada de su jefe. Nos quedamos con
ganas de saber más de ellos. Quizá vuelvan a aparecer, bajo otros ropajes, en
las próximas novelas de María García-Lliberós, en mi opinión una de las mejores
narradoras española y sin duda la más relevante y ambiciosa –dicho sea como un
elogio- de la actual literatura gestada y editada en la Comunitat Valenciana.
El último capítulo de ‘Diario de una sombra’ es hermoso. Tras sufrir un drama
personal que podría hundir al joven periodista Gonzalo, María García-Lliberós
nos dice que hay esperanzas para encontrar “la parte ignorada” de su identidad
y su verdadero “lugar en el mundo”. El párrafo final me conmovió. Gonzalo ha
cometido errores graves pero, dada su limpia manera de ser –herencia más de su
madre que de su padre- le será posible aprender de ellos. El final tiene
hondura. Terminar con fuerza una novela es tan difícil como ‘enganchar’ al
lector ya en las primeras páginas. Ambas cosas se consiguen en esta novela
sobre nuestro país, sobre gente que hemos sufrido y sobre nosotros mismos.
Rafa Mari.
Rafa Mari.
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