domingo, 19 de mayo de 2024

Ninguna derrota será la última.

Ignacio Cort.                                    

Nau Llibres, 2024

286 páginas.

     El escenario de esta novela histórica es Valencia, en 1948, nueve años después del final de la Guerra Civil, con los vencedores exultantes de poder exprimir la situación de ventaja, y los vencidos con miedo bajo la permanente amenaza de una represión franquista despiadada e impropia de tiempos de paz. El Partido Comunista de España es el último vestigio de la existencia de una oposición activa al nuevo regimen y sus miembros por un lado, alimentan la guerrillla en los montes, en constante lucha desigual contra la Guardia Civil y, por otro comienzan a infiltrarse en los sindicatos verticales, un invento para anular de facto el poder  de la clase trabajadora, y otras instituciones sociales negándose a aceptar la derrota.

     En estas circunstancias se desenvuelven los personajes protagonistas de esta novela: Evaristo, militante socialista y antiguo Comisario de la policía durante la República, trabaja ahora, junto con su mujer, como sirvientes domésticos de la familia Salazar, afecta al régimen y principales accionistas de una de las empresas más importantes de la zona. El puesto de trabajo es el pago a un favor durante la contienda que pudo salvarle la vida al empresario convertido, en la posguerra, en protector de la pareja. Las vueltas que da la vida. Pero la tranquilidad no durará mucho. Carlos Salazar, hijo del matrimonio benefactor y actual director de la empresa, de vida disoluta y próxima al delito, camisa vieja falangista y crítico con las desviaciones de la política de Franco respecto al ideario de José Antonio, orgulloso y despótico, tratará de instrumentalizarlo en sus desencuentros con los trabajadores de la empresa, igual que Roberto Elizondo, enviado por el PCE para desintegrar la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón y preparar la evacuación de sus miembros a Francia. Un planteamiento argumental que incita la curiosidad del lector y mantiene la tensión durante todas las páginas del libro.

     La novela no es neutral y muestra los métodos de la Guardia Civil y la policía franquista para conseguir delaciones, la tortura física y sicológica sistémica, la aplicación sin escrúpulos de lo que se llamó la ley de fugas para acabar con el maquis, la censura informativa a la opinión pública, la justicia injusta impregnada de la moral de la dictadura, la atmósfera axfisiante para los perdedores en el mundo laboral y social, la vida cotidiana gris de los duros años de la autarquía. 

     Rezuma realismo y buena documentación lo que, junto a una prosa solvente, alejada de la retórica, consigue un relato ágil y muy interesante que recomiendo sin dudar. 

     María García-Lliberós



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