lunes, 23 de agosto de 2021

"Effi Briest", de Theodor Fontane

                             
                                                          
Traducido del alemán por: Pablo Sorózabal Serrano.
Alianza Editorial, 2011, 3ª edición. (1ª edición en 1984).
383 páginas.

    Hacía tiempo que tenía ganas de leer esta novela, quizás por las comparaciones que se han hecho colocándola al nivel de Madame Bovary, La Regenta o Anna Karenina, las novelas grandes sobre el adulterio femenino, pues el masculino, del siglo XIX, al ser algo ordinario, ni siquiera se consideraba materia literaria. Y, en mi modesta opinión, no. Effi Briest es una novela muy notable que he leído con gusto pero a la que no elevo hasta esos altares de la excelencia. 
    Me ha ocurrido algo curioso con esta lectura: he echado de menos muchas cosas que el autor nos oculta y que apenas sugiere y, al mismo tiempo, me han sobrado otras a las que le dedica demasiadas páginas.
    Effi Briest, la protagonista cuyo nombre da título a la novela, es una joven de 17 años llena de alegría y amor por la vida a quienes sus padres, sencillos terratenientes prusianos, deciden casar con el barón Innstetten, un perfecto desconocido hasta hace un mes, de más de 40 años, prefecto de una alejada región, obnubilados por su posición aristocrática y su irresistible ascensión en la administración pública. Con estos antecedentes, el meollo de la novela, el adulterio, queda bien encauzado desde el principio pues Effi, apenas abandonada su adolescencia se ve convertida en señora baronesa, en una tierra y una casa, o caserón con fantasma incluido, que le resultan extraños, añorando a su familia y amigos, y su esposo, un buen hombre mucho mayor que ella, se encuentra lejos de satisfacer sus anhelos.
    Lo curioso es que el narrador le descubre al autor los hechos de manera indirecta y muy sucinta. En la obra tan solo hay una brevísima escena, bastante inocente, en la que aparecen juntos Effi y el que será su amante y es que el foco de la historia no lo ocupa los amores pecaminosos de esta pareja sino la presión que los convencionalismos sociales ejercen sobre Innstetten cuando, seis años más tarde, acabado por completo el romance de su esposa, instalados en Berlín, descubre por casualidad unas cartas y, con ellas, el engaño del que fue objeto y se ve obligado a impartirse justicia cuando ni siquiera le anima un afán de venganza sino, incluso un sentimiento de perdón hacia su esposa. Asimismo, Effi pagará su culpa, que ella no acaba de admitir (y, francamente, tampoco yo, pues aquellas costumbres matrimoniales la convierten casi en heroína), con la pérdida de la custodia de su hija y el aislamiento social impuesto de por vida.
    Effi Briest juzga más a la sociedad de su tiempo y al comportamiento colectivo que a las conductas individuales de los personajes y eso es lo que diferencia esta novela de las mencionadas en el primer párrafo y por eso yo, a la lectura, interesándome y resultándome grata, le pedía mayor profundidad psicológica en los sentimientos individuales y que me permitiera contemplar el conflicto que tenía lugar en el interior de cada uno. Una objeción muy personal pues, ya se sabe, la lectura es algo extremadamente subjetivo. Como explica el traductor en la Introducción mucho mejor que yo,  Theodor Fontane se interesa más por la relación entre hechos, personas, cosas, que por el levantamiento de acta de los estados del "alma", la "psique", esa oscura sustancia de la que los comportamientos humanos no serían sino mero reflejo.
    Effi Briest está considerada como una obra maestra de la literatura alemana, al menos así lo expresa el editor en la contraportada y, desde luego, no me siento en condiciones de contradecirle. Léanla y júzguenla.

    María García-Lliberós



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