martes, 18 de febrero de 2020

"Ficciones", de Jorge Luis Borges


                                       

Alianza editorial, 1980 (8ª edición; 1ª edición en 1971).
206 páginas.

Mi experiencia con Jorge Luis Borges no la calificaría de rara, a pesar de que este libro cuando lo adquirí en 1980 se me hizo insoportable y abandoné su lectura (Editorial Lumen acaba de publicar una nueva edición muy cuidada). Borges se me atragantó, no lo entendí, lo consideré pedante y no me interesaron sus construcciones intelectuales de enorme complejidad que no demostraban nada. Ha sido ahora, cuarenta años más tarde, con ocasión del Club de Lectura de la librería Gaia que dirige Justo Serna, cuando lo he retomado, con otra mirada, y he podido terminarlo. Ello no me ha convertido en una forofa seguidora del escritor argentino, pero sí ha despertado en mí curiosidad, fascinación por una mente única y admiración sin reservas hacia su prosa de potencia hipnótica con la que consigue imponer sus extravagancias con autoridad incontestable.
Jorge Luis Borges
Ficciones está compuesto de dos libros: El jardín de senderos que se bifurcan y Artificios, cada uno compuesto por un breve prólogo y ocho y nueve relatos respectivamente. El primero fue escrito en 1941 y el segundo en 1944. Tiene la virtud de abarcar todos los temas que conforman el universo literario de Borges, sus obsesiones, sus motivos para escribir, su personalísima manera de contemplar y concebir el mundo, su afición por los secretos, las sociedades ocultas, los buscadores de un conocimiento perdido, el esoterismo, la cábala y la geometría, el simbolismo, el laberinto infinito, las bibliotecas interminables, el innombrable nombre de Dios, aparte de sus bromas al lector con los ejercicios de anacronismos deliberados y atribuciones erróneas. No falta, en el segundo libro, la presencia del mundo local, los gauchos y su sentido trágico de la vida, la tradición criolla, la violencia absurda y su afición a las peleas a cuchillo, a cielo abierto, que conducen a una muerte segura que, probablemente, el protagonista la hubiera soñado.
El primer relato titulado Tlon, Uqbar, Orbis Tertius supone una prueba para el lector de lo que le espera, está escrito en primera persona y comienza confesando que debe a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar, producto de una sociedad secreta que surgió para inventar un planeta: Tlon, un laberinto destinado a que lo descifren los hombres. Al leerlo recientemente comprendí que en mi juventud desistiera de seguir a Borges. Sin embargo, ahora he persistido y he encontrado mi recompensa. El acercamiento de Almotasim o la insaciable búsqueda de un alma a través de los reflejos que esta ha dejado en otros, Las ruinas circulares, en el que expresa la existencia aparente o porque otro está soñándote, pueden resultar inverosímiles pero no por ello menos atractivos. Son artificios literarios que funcionan, aunque como expresa en algún momento el propio autor “no hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil” (página 57-58).
El lector se sentirá más cómodo con La forma de la espada, Tema del traidor y del héroe, muy interesante e inspirada en Shakespeare, El milagro secreto, El fin y El Sur, para Borges su mejor cuento, incluidas en el segundo libro que relatan historias que nos resultan más próximas, protagonizadas por personajes que se mueven en el mundo real, aunque no falten algunos elementos fantásticos.
De alguna manera me he reconciliado con este autor santificado por la crítica académica, y comienzo a vislumbrar su genialidad.
María García-Lliberós.



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