336 páginas.
El tema de esta novela es el desamor entre una pareja que se inició enamorada y, tras trece años juntos, se divorcia. Pero en lugar de intentar olvidar lo antes posible, estas personas deciden efectuar una disección detallada de lo que ha sido su relación, una especie de terapia que les permita valorar lo bueno que tuvieron y colocar en su sitio lo malo para reanudar sus vidas sin traumas.
Hay dos aspectos novedosos que me gustaría destacar.
Por un lado, la estructura del relato sigue un orden cronológico singular pues no empieza por el principio para llegar al final, sino que lo hace al revés. Así, parte de los hechos más recientes, y también más dolorosos, para ir, cada uno de los protagonistas, desescombrando (como el trabajo de un arqueólogo) sus respectivas memorias hasta llegar al comienzo de su relación, al primer encuentro y reconocimiento del otro, la época del deslumbramiento, la más gozosa porque se forjan las ilusiones y se deposita la confianza en el otro.
El segundo aspecto es que hay dos voces narrativas alternantes, la de él y la de ella, que utilizan la segunda persona, pues el relato discurre como un intercambio epistolar entre ellos o una conversación, a la que el lector asiste pasivo aunque no indiferente pues hay múltiples elementos con los que identificarse.
Isaac Rosa (Sevilla, 1974) despliega todo su potencial narrativo, que es mucho, para bucear en el alma de sus protagonistas, pues esta novela es profundamente psicológica. Muestra un gran conocimiento de la condición humana, del amor y de las primeras decepciones, de la pasión y el deseo, de los silencios que ocultan anhelos no compartidos, de los reproches, del desgaste que produce la convivencia, de las discrepancias respecto a la educación de los hijos, el rol de la madre en la familia y la desigual importancia del trabajo externo, del éxito profesional. Temas cercanos que nos afectan a todos, que hemos observado en otros o en nosotros mismos y que Feliz final (también el título está al revés porque el final de la novela es feliz porque cuenta el principio de la historia), en ese largo y denso diálogo nos muestra como en un espejo.
Una lectura que interesa, pero exige lentitud para asimilar tanta reflexión. La prosa es rica y más que correcta.
María García-Lliberós
Isacc Rosa |
El segundo aspecto es que hay dos voces narrativas alternantes, la de él y la de ella, que utilizan la segunda persona, pues el relato discurre como un intercambio epistolar entre ellos o una conversación, a la que el lector asiste pasivo aunque no indiferente pues hay múltiples elementos con los que identificarse.
Isaac Rosa (Sevilla, 1974) despliega todo su potencial narrativo, que es mucho, para bucear en el alma de sus protagonistas, pues esta novela es profundamente psicológica. Muestra un gran conocimiento de la condición humana, del amor y de las primeras decepciones, de la pasión y el deseo, de los silencios que ocultan anhelos no compartidos, de los reproches, del desgaste que produce la convivencia, de las discrepancias respecto a la educación de los hijos, el rol de la madre en la familia y la desigual importancia del trabajo externo, del éxito profesional. Temas cercanos que nos afectan a todos, que hemos observado en otros o en nosotros mismos y que Feliz final (también el título está al revés porque el final de la novela es feliz porque cuenta el principio de la historia), en ese largo y denso diálogo nos muestra como en un espejo.
Una lectura que interesa, pero exige lentitud para asimilar tanta reflexión. La prosa es rica y más que correcta.
María García-Lliberós
No hay comentarios:
Publicar un comentario