viernes, 16 de febrero de 2018

"Nunca me abandones", de Kazuo Ishiguro



Editorial Anagrama, 11ª edición, julio 2017  

(1ª edición en 2005)
Traducción de Jesús Zulaika.
351 páginas.

La oveja Dolly nació en julio de 1996 y murió en febrero de 2003. Fue el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta. Este avance científico abría la posibilidad de llevar a cabo la clonación con otros mamíferos, incluso con seres humanos. La ciencia conduce a territorios inquietantes y, aunque las legislaciones se apresuraron a prohibir esta posibilidad por lo que de aberrante, desde el punto de vista moral, pudiera tener, es obvio que en el campo de la ficción creativa se convirtió en una fuente de inspiración. Ishiguro publicó Nunca me abandones en 2005, dos años después de la muerte de Dolly. Los críticos literarios califican esta novela de ciencia ficción, aunque en un futuro próximo o, quizás ya, podría ser una novela realista. Es lo que genera pánico, la posibilidad de lo que nos cuenta, con un lenguaje tranquilo, suave, al estilo oriental, sin una palabra más alta que otra, pueda pasar a formar parte de nuestra cotidianidad. Y, visto así, sin duda es una novela de terror, un nuevo tipo de terror, mucho más intelectual, que no necesita de atmósferas góticas ni efectos especiales de carácter truculento para provocarlo. 
Kazuo Ishiguro
La novela toma la forma de un relato en primera persona. La voz narradora es la de Kathy a los 31 años, cuando se ha quedado sola y recuerda su vida, su infancia y adolescencia, su relación con Ruth y Tommy, sus mejores amigos, ya desaparecidos. Nunca me abandones, se apoya en dos elementos que aparecen en toda la obra de Ishiguro: la memoria y la pérdida. En algún momento Kathy dice: es muy importante sentirse nostálgico. Cuando nos sentimos nostálgicos, recordamos. 
La primera parte transcurre en Hailsham y abarca la infancia y adolescencia, un internado mixto en medio del paisaje inglés, rodeado de bosques, donde los alumnos crecen felices, practican deportes, desarrollan actividades artísticas –importantes pues a juicio de algunos patronos sirven para comprobar que tienen alma y, en consecuencia, deben ser tratados con humanidad-, y mantienen entre ellos relaciones sexuales con total libertad, aunque vigilados por los custodios. Mientras lees, con esa prosa calmosa y diáfana, parece que en Hailsham no ocurra nada importante. Sin embargo, el lector se va impregnando de un clima extraño. Se percibía en el aire como un barrunto de que alguien estaba callando algo. Los niños y adolescentes jamás salen de Hailsham, nunca hablan de sus padres o hermanos, sus preocupaciones se ciñen al interior del centro, impermeable a cualquier influencia ajena. Saben que son especiales pero ignoran en qué se concreta eso, aunque saben que no tienen padres y que son estériles. También saben que tienen una función en el mundo y es lo que justifica los continuos controles sobre su salud. Pero todavía no han visto como se materializa esa función. Viven felices –Hailsham es su Arcadia-, son obedientes y sumisos.
La segunda parte transcurre en los Cottages, los restos de una granja que había dejado de funcionar, donde pasan dos años. Es un período de abandono de la época arcádica y preparación de la que les espera, porque allí deben de optar entre ejercer de cuidadores, como Kathy o de donantes, como Ruth y Tommy. Carecen de otras alternativas. Seguirán de por vida sin mezclarse con las personas normales y resolviendo sus problemas entre ellos.
Especial interés tiene la escena de la excursión a Norfolk para conocer una “posible” de Ruth (la original de la que ella es una copia). Los jóvenes clonados anhelan conocer a sus posibles porque buscan sus señas de identidad, tan necesarias para saber su lugar en el mundo, tras descubrir y asumir su destino que es convertirse en el suministro de órganos diseñados para prolongar la existencia de las personas que les han servido de modelo, y en abastecer a la ciencia médica.
La tercera parte es dura porque el trabajo de cuidador de donantes está lleno de dolor, soledad y pérdidas, y éstas conllevan las despedidas. Mueren tras la tercera o cuarta donación. Transcurre en diversos escenarios pero, especialmente, en Kingsfield, la residencia de Tommy. Kathy cuidará a Ruth y hará las paces con ella tras múltiples desencuentros y, después, cuando ella haya “completado”, cuidará a Tommy, con quien volverá a sentirse muy unida, y a muchos otros, en un trabajo extenuante y satisfactorio, a pesar de todo.
Nunca me abandones es una novela que exige una lectura lenta y que deja una profunda huella en el alma. Su temática no se olvida, porque te obliga a reflexionar. ¿Por qué aceptan su destino con docilidad y no se sublevan? El autor deja interrogantes en el aire. Lo que cuenta está al alcance de la ciencia actual y permitiría ofrecer a una población de privilegiados una vida más larga y en plena forma. Sin embargo, mientras la estás leyendo no tienes esa sensación, porque fluye con ligereza, parece que se detenga demasiado en cuestiones sin importancia. Los diálogos entre los amigos y los hechos que cuenta adquirirán sin urgencias su valor en el tablero de la novela. Su prosa es poética en ocasiones, capaz de mostrar con enorme dulzura la crueldad de las personas normales frente a la ingenuidad de los especiales. Es una novela que no sólo admite una segunda lectura sino que esta es recomendable para extraer todo su jugo y sabiduría.
Nunca me abandones fue llevada al cine en 2010 de la mano del director británico Mark Romanek, interpretada por Carey Mulligan, Keira Knightley y Andrew Garfield. La película, con el mismo título, es muy hermosa y la recomiendo sin dudar, es fiel a la novela, la completa, la hace más comprensible y emociona. Se puede encontrar en NETFLIX.
María García-Lliberós

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