miércoles, 14 de diciembre de 2016

"Las pequeñas virtudes", de Natalia Ginzburg

Editorial El Acantilado, 2002 (7ª reimpresión, 2016)    
Traducción de Celia Filipetto.                    

11 euros, en papel
163 páginas

El conjunto de once relatos incluidos en Las pequeñas virtudes son una mezcla de ensayo y autobiografía de una autora que se muestra como una gran observadora de lo cotidiano y con una singular capacidad deductiva.
El libro se desarrolla en dos partes bien diferenciadas. En la primera los relatos giran sobre su pasado en una Italia en guerra (1930 a 1950: ascenso de Mussolini, persecución racial, lucha antifascista y ocupación alemana), en el que Ginzburg conoció el destierro, la guerra y la pobreza que genera, la muerte de su primer marico torturado en la cárcel de Roma,  e impresiones sobre Inglaterra y los ingleses, donde pasó estancias con su segundo esposo. En éstos, se muestra muy crítica con los ingleses, dejándose llevar por una antipatía manifiesta que merma el interés de los mismos.                                       
Natalia Ginzburg
La segunda parte es mucho más reflexiva y consigue elevar a pensamiento moral y filosófico sus deducciones obtenidas de la cotidianidad. En “El hijo del hombre” nos habla del miedo. “Aquellos de nosotros que hayan sido perseguidos nunca volverán a tener paz”. Miedo al timbrazo nocturno.
Me ha gustado mucho el relato “Mi oficio” que define como escribir historias, inventadas o recordadas. La memoria más la fantasía son sus herramientas de inspiración. Nos habla del proceso de escribir y de cómo repercute en el autor y de la caza de personajes para urdir nuevas historias.
De nuevo en “Silencio” se ve la profunda huella que dejó la guerra. El sentimiento de culpa anidando en el interior porque “nos sentimos implicados en una historia cada día más sucia”. Cuando se padece sensación de pánico, se calla ante las atrocidades, y el silencio genera la culpa. 
Los dos últimos relatos -“Las relaciones humanas” y “Las pequeñas virtudes”- me parecen complementarios. El repaso a las fases de la vida, desde la infancia a la vejez, pasando por la adolescencia, juventud y madurez, basadas en observaciones que aquejan a cualquier humano y a cualquier familia, está lleno de agudeza. La elección de la persona adecuada con la que pasar el resto de tu vida, no tiene desperdicio, al igual que la transformación que provoca la llegada de los hijos, y la preocupación que transmite por educarlos en las grandes virtudes (generosidad, indiferencia ante el dinero, saber gastar mejor que saber ahorrar, etc.), son conclusiones de una madre con un criterio personal y crítica ante el sistema. En definitiva, hay que “recorrer un largo camino hasta llegar a tener un poco de misericordia”.

Un libro corto, íntimo y jugoso, amargo y tierno, perspicaz, que tal vez merezca más de una lectura para sacarle todo el partido posible.
María García-Lliberós

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