Carena Editors, 2013.
438 páginas.
P.V.P.: 20,00 €
Nos encontramos ante una novela compleja que busca su inspiración en la
biografía del filósofo Ludwig Wittgenstein (Viena, 1889 – Cambridge, 1951) y,
sobre todo, en su doctrina en torno a la estructura sobre la cual se levanta
nuestro lenguaje descriptivo y nuestro mundo. Pero no se trata de una novela
histórica, ni biográfica, sino de ciencia ficción trufada por una trama
criminal o policíaca con oscuros motivos políticos, a la que se añade grandes
dosis de pensamiento filosófico. Un relato que te atrapa desde el principio y
despierta en el lector un enorme interés.
Carlos Sebastián fantasea con la muerte de Wittgenstein: la ubica en
octubre de 1946 en Cambridge, víctima de un sangriento asesinato. Lo cierto es
que murió tres años más tarde en la cama y de cáncer de próstata. Nos movemos
en el terreno de la ficción que toma de la realidad algunos elementos que
sirven para contextualizar la historia. Así, Bertrand Rusell, por ejemplo, con
quien coincidió en Cambridge y con el que mantuvo una tormentosa relación, se
convierte en un personaje relevante, o Karl Popper. La ciudad de Cambridge, en
plena decadencia y sumida en aquel tiempo novelesco en una extraña cuarentena,
es el escenario inquietante en el que se suceden los hechos. Al igual que La Zona, espacio en el que,
veinte años más tarde, tras una permanente huida, acaba residiendo el relator y
auténtico asesino, desorientado en un principio hasta que aprende las reglas de
convivencia que dan sentido al lenguaje de las personas que lo habitan y, con
ello, va consiguiendo su transformación o pérdida de identidad paulatina. En La Zona nadie tiene nombre, como
los Ausentes, ni historia, o no quieren tenerla.
La Zona en
1966, una playa tóxica bajo una apariencia de burbuja de armonía, o una prisión
abierta, según se mire, y Cambridge en 1946, poblado por individuos sanos y por
Ausentes –personas que han perdido el juicio, o muertos vivientes, o seres que
hacen imposible la memoria- que requieren ser apartados del proceso de creación
de Britania, la nueva nación para los nuevos ciudadanos deseosos de olvidar los
traumas de la guerra, recuerdan otras utopías como “1984” o “La granja de los
animales”, de George Orwell, pues no hay utopías bienintencionadas, sino modos
de control social y Britania lo es.
En esta atmósfera se superpondrá la investigación policial, liderada
oficialmente por el comisario Nagel y, de manera efectiva, por el poder
gubernamental de la nueva Britania, cuyo auténtico desenlace se desvelará al
final de esas más de cuatrocientas páginas de tensión continua, conseguida
gracias a una prosa suelta, algunas dosis de humor fino, al estilo inglés, un
ritmo del relato ágil, con especial atención a la secuencia de las escenas y
una ambientación cuidada.
Una mezcla de elementos que permiten, además, la reflexión sobre el
recelo que provocan ciertas personas, antesala del miedo, ya sea a la locura, a
la muerte o a la delación, como impulsor de conductas; sobre la arquitectura y
el urbanismo como instrumentos del poder, por su capacidad para imponer una
determinada forma de vida mediante la persuasión para incorporarse a un sistema
y compartir un lenguaje, cuestiones que fueron tratadas por Ludwig Wittgenstein
en su Tratado lógico- filosófico publicado
en1922.
En definitiva, una novela muy recomendable. Aplaudo esta vez la decisión
del jurado de otorgarle el Premio ciudad de Valencia. Un libro que merece una
larga vida comercial y ojalá la tenga.Reseña publicada en POSDATA, el suplemento cultural de LEVANTE-EMV, el 18.10.2013.
Ludwig no se merecía ese final pero, personalmente, tenía motivos para cargármelo.
ResponderEliminarGracias. Un saludo.
C. Sebastián
Carlos, me dejas intrigada pensando en esos motivos.
ResponderEliminarLa novela, ese género que puede permotírselo todo, me ha gustado, ¡felicidades!
Sólo un reproche: hay que revisar el texto antes de entregarlo al editor, y éste también debe hacerlo antes de llevarlo a la imprenta. El libro está plagado de erratas que son un sufrimiento para el lector. Si haces una segunda edición, por favor, corrígelas.