martes, 16 de julio de 2019

"La retornada", de Donatella Di Pietrantonio.


     


Traductor: Miguel García García.
Duomo Editorial, 2018.
256 páginas.

He leído esta novela con mucho interés y muy a gusto, tal vez porque me ha planteado preguntas de carácter moral sobre la conducta humana y porque está escrita con una prosa concisa, directa y eficaz.
El título ya resulta intrigante. La retornada es la protagonista de esta historia y la narradora en primera persona, una niña de trece años que de pronto, sin explicación alguna, es devuelta a su familia biológica de la que ni siquiera sabía de su existencia. Descubre que quienes creía que eran sus padres no lo eran y, sobre todo, descubre a su verdadera familia que resulta desalentadora. Se siente un paquete que es llevado de una casa confortable con buen nivel de vida a otra en un pueblo de la región de los Abruzos en Italia, la más pobre del país, en la que no dispondrá ni de una cama individual para dormir ni de cuarto de baño. Sentirá el abandono por parte de su madre, la que la ha criado, y el tremendo cambio de condición social. En su nueva familia la supervivencia es el objetivo único, la comida para matar el hambre es lo que importa, y no hay lugar para lecturas, clases de ballet, ir de compras y baños en el mar. Imposible no meterse en la piel de esa niña y sufrir con ella y preguntarse el porqué.

La novela es realista. Está ubicada en la década de los setenta y entonces no era raro que una familia rural pobre con muchos hijos, para eliminar una boca a la que dar de comer, entregara alguna de sus criaturas a un matrimonio estéril y con recursos, a ser posible pariente aunque fuera lejano, que se haría cargo de su educación sin necesidad de formalizar tal acto mediante algún documento jurídico, por lo que la devolución siempre era posible. Una de las causas del enorme éxito del libro en Italia.
Donatella Di Pietrantonio
La retornada nos proporciona la mirada perpleja de esa joven, casi mujer a marchas forzadas, sobre el nuevo mundo que le rodea. Y la mirada introspectiva sobre sus propios sentimientos: ¿Puede dejar de amar a quien hasta entonces consideraba su madre? ¿Cómo explicarse el abandono actual? Es obvio que respecto a este punto se crea una intriga que se resolverá al final evidenciando, de paso, la sumisión de ciertas mujeres en un ambiente machista y patriarcal. ¿Puede empezar a amar a su nueva familia, unos padres avaros con las palabras y con las expresiones afectivas? La relación que irá forjando con sus hermanos, sobre todo con Vicenzo, incluyendo cierta iniciación sexual entre dos jóvenes que acaban de conocerse, y con Adriana, su hermana pequeña, está llena de matices y contada a través de detalles puntuales que permiten al lector hacerse cargo sin explicaciones excesivas. Hay rivalidad, ternura, atracción física, curiosidad, y un frente común hacia un padre que se manifiesta a través del silencio y estallidos violentos.
Una novela sencilla en su lenguaje, lo que transmite autenticidad, que se lee con buen ritmo y que sabe dejar su huella. Muy recomendable.
María García-Lliberós




miércoles, 3 de julio de 2019

"La vida a ratos", de Juan José Millás


Editorial Alfaguara, 2019.                                       

480 páginas.

Juan José Millás (Valencia, 1946), ha demostrado ser un todoterreno en cualquier género literario de ficción: novela corta y larga, microrrelato y me atrevo a incluir el microrrelato periodístico que amalgama con acierto pedagogía, crítica y análisis de la realidad política y social con dosis de fantasía y mucha ironía. La vida a ratos es una novela con forma de diario. Se compone de 194 capítulos que se corresponden con 194 semanas de la vida del personaje principal y relator, llamado, a conciencia por supuesto, Juan José Millás, escritor de oficio, un tipo hipocondríaco, que se mueve por un espacio limitado entre la cordura y la locura, que mantiene un tratamiento largo y poco eficaz con una psicoanalista argentina afincada en Madrid, obsesivo en el cumplimiento de ciertas rutinas (el gin tónic de las siete de la tarde), aficionado a automedicarse ansiolíticos, bastante solitario, inteligente observador, con miedo a enloquecer o a ser víctima de un ictus y que encuentra absurda la vida y además, sin remedio posible. Un hombre perplejo ante el mundo que le rodea y su cotidianidad. Cada capítulo es como un microrrelato que tomando cualquier hecho próximo, y la verdad es que le ocurren cosas bastante raras, le sirven para ahondar en esa sensación de extrañeza de vivir. Por eso este libro conviene leerlo sin prisas para asimilar el pensamiento que va desgranando como pequeñas píldoras.
Algún lector, y aquellos que lo conocen personalmente, podría pensar que Millás nos ha contado su vida durante los últimos tres años, pero me inclino a pensar que el proceso puede ser al revés: ha creado el personaje llamado Juan José Millás y lo ha adoptado, ha decidido vivirlo desde la perspectiva del farsante como parte del método del proceso creativo, por eso se trata de un libro de ficción. En cualquier caso, el resultado es ingenioso y la lectura divertida, el lector siente simpatía, ternura y comprensión hacia el protagonista.
El protagonista, como el autor, es profesor de un taller de escritura creativa, tan en auge en la actualidad, y me han encantado algunas observaciones que desliza sobre ellos como el ansia de los alumnos por ser escritores, no por aprender a escribir, sin haber leído lo suficiente y algunas verdades que contribuyen a desmitificar del oficio a tener en cuenta.
El personaje de la esposa, descrito a través de escasas y parcas apariciones, me ha parecido excelente como contrapunto sensato de las rarezas del protagonista. La psicoanalista, sin embargo, me ha resultado decepcionante.
A pesar de ello, no es este el mejor libro del autor. Adolece de demasiados capítulos y, como protagonista relator obsesivo, se repite con frecuencia. Me ha ocurrido algo raro mientras estaba leyéndolo: lo estaba pasando bien y, al mismo tiempo, deseaba que se acabara ya consciente de que el tema no daba más de sí. Si hubiera reducido la paginación el resultado ganaría. Es una opinión y ya sabemos lo subjetiva que es la lectura.
Un libro refrescante, ideal para acompañar un viaje, mejor en tren, pienso.
María García-Lliberós

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