310 páginas.
Elena Casero (Valencia,
1954) es una escritora prolífica, autora de novelas como Tango sin memoria (1996) y Donde
nunca pasa nada (2014), y libros de relatos cortos y microrrelatos como Discordancias (2012) y Luna de Perigeo (2016), en los que
brilla con luz propia. En esta ocasión nos ofrece una novela larga sobre la
maldad que genera el rencor. A su lado, la venganza y la crueldad emergen como
instrumentos esenciales al servicio de la misma. El tema obliga a profundizar
en los aspectos psicológicos de los personajes, pues el rencor profundo no es
un sentimiento espontáneo sino que viene provocado por alguna injusticia o
humillación en el pasado que ha abierto una herida en el interior de las
personas.
El desarrollo argumental de
esta idea sitúa la trama en el mundo de la ópera. Con músicos, directores de
orquesta, críticos, estudiosos musicales, coleccionistas de partituras antiguas
y otros intelectuales afines, teje la autora una intriga que se desarrolla en
el mundo contemporáneo pero tiene sus raíces en la Italia del siglo XVII, en el
que vivió Fracesca Scotto, autora de la ópera L’amore del cavaliere, y algunas otras, pero su condición de mujer,
como en tantas ocasiones, favoreció su olvido por la Historia.
Ricardo, argentino de
nacimiento, con un pasado que intenta borrar, prestigioso y arrogante director
de orquesta, compra a un librero de viejo una partitura de la ópera mencionada
sin tener la seguridad de su autenticidad. La existencia de ese documento,
valiosísimo de ser el original, pondrá en marcha una reacción sorprendente en
Karolina, violinista y compañera de vida que, a su vez, provocará la repentina
muerte de Ricardo. Sus más allegados,
Alberto, su asistente personal, Patricia, su ama de llaves, Fernando, crítico
musical, y George propietario inicial de la partitura, se unirán para investigar
los hechos, descubrir la verdad y desvelar el misterio.
Una novela que sólo puede
haberla escrito una persona con conocimientos musicales, que ame y conozca esos
ambientes. Elena Casero cumple esta condición, me consta que ha estudiado
música y toca el oboe en la banda de su pueblo. Resulta interesante e
instructivo el descubrimiento para el lector de este mundo deslumbrante con
entresijos capaces de acoger la tragedia y las pasiones.
Elena Casero |
Los personajes están
diseñados con inteligencia. El que más interés me ha despertado es el de
Patricia, también de procedencia argentina que ha vivido la terrible época de
las dictaduras militares, alejada de estereotipos y con fuerza, con la pizca de
ironía necesaria y bastante generosidad. Karolina constituye el personaje
ausente que desde la distancia está moviendo a todos, la mujer fatal que no
perdona y se condena a la soledad.
Las
óperas perdidas de Francesca Scotto no es una novela negra
propiamente dicha, pero toma algunos de sus elementos, como la turbiedad del
texto. El lector ni siquiera está seguro de encontrarse ante un crimen aunque
haya un muerto que reclame justicia. La autora juega con la elipsis y la
confusión, deja al lector de imagine escenas y posterga explicaciones para
alimentar el enigma que alimenta la curiosidad. La primera parte se sucede con
un ritmo lento, como si el texto quedara suspendido en el aire mientras toma
impulso, lo que consigue plenamente en la segunda.
Una novela amena y de
interés creciente. Léanla.
María García-Lliberós