jueves, 16 de septiembre de 2010

"LAUSANA", de Antonio Soler










Ed. Mondadori. 201 páginas. 17,90 €

Descubrí a Antonio Soler en 1996 con “Las bailarinas muertas” (Ed. Anagrama, Premio Herralde), una novela que me encandiló (por las historias que cuenta y por cómo lo hace). Más tarde, en 1999, leí "El nombre que ahora digo", una novela con la que ganó el premio Primavera y en 2004, “El camino de los ingleses”, un título que se recuerda más porque Antonio Banderas rodó una película inspirada en ella y porque fue Premio Nadal. Sin embargo, ni de lejos consiguió impactarme de la forma que lo había hecho “Las bailarinas muertas”. “Lausana” es su última novela publicada que me decidí a comprar tras leer varias críticas elogiosas y, sobre todo, por el recuerdo de aquella novela (mítica para mí).
“Lausana” es un monólogo mental que mantiene consigo misma Margarita, una mujer mayor, resentida, que observa, recuerda y hace balance de su vida mientras viaja en tren, de Ginebra a Lausana, para visitar a su hijo. La construcción de la novela resulta metafórica: estamos en tránsito, subimos en una estación y bajamos en otra, sin dejar huella, nuestro asiento será ocupado de nuevo por otra persona que tampoco dejará huella, nuestra vida discurre entre vías fijas de las que es casi imposible escapar, por eso todos somos inocentes a pesar del daño que nos causamos a nosotros mismos y a los demás, incluso queriendo ser buenos. Los títulos de los capítulos se corresponden con los nombres de las estaciones.
Soler da unas breves pinceladas sobre los orígenes de Margarita y Jesús, su marido, al que conoció como empleado en la empresa de su padre, el Fresador Vila, para centrarse en lo que fue la obsesión de Margarita, los casi siete años que duró la relación adúltera de Jesús con Susanne, una atractiva violinista que tiene lo que a ella le falta. El autor se mete en la piel de una mujer poco agraciada que nos habla en primera persona y nos cuenta la infidelidad de su marido desde la perspectiva de su sufrimiento y capacidad de resistencia. Una mujer corriente, que siente vergüenza, humillación y, sobre todo, miedo a perder lo que tiene y cuya estrategia de resistencia consiste en fingir, no hablar de ello, ni permitirle a él sacar el tema, aguantar en silencio animada porque la cobardía de él y su falta de carácter le impedirán abandonarla. Un análisis de los celos, el dominio dentro de la pareja y la convivencia.
Hay páginas llenas de inspiración y buen humor, como la boda de Maribel con el hermano de un suicidado dos meses antes, que tiene tanto de ceremonia de boda como de funeral. Otras, llenas de tragedia, como esa masturbación desesperada de Margarita con 40 años descubierta por su hijo pequeño. Sarcásticas e interesantes las atribuciones de Margarita -una mujer que se encuentra mejor conforme empieza la decrepitud de las guapas de su edad- al resto de compañeros del tren.
Antonio Soler es un buen prosista y resuelve las situaciones con ingenio. La novela, realista y creíble, se lee con interés, desliza conclusiones inteligentes sobre el comportamiento humano, tan ajeno a la libertad cuando el deseo se mete por medio, pero no ha colmado las expectativas que había puesto en ella.

lunes, 6 de septiembre de 2010

"El animal piadoso", de Luis Mateo Díez














Ed. Círculo de Lectores, SA/Galaxia Gutenberg, 2009

349 páginas.


De Luis Mateo Díez había leído La piedra en el corazón, La ruina del cielo y El reino de Celama, dejándome todas ellas el sabor de la buena prosa y de una literatura personal, ajena a las modas, que me infunde un gran respeto.

Con El animal piadoso, el autor regresa al escenario de Celama, esa comarca imaginaria que incluye las poblaciones de Armenta y Ordial, donde parece que el tiempo trascurra más despacio y el lenguaje, y los nombres propios, recuperan la sonoridad castellana y el sentido profundo de la existencia. La atmósfera de Celama no propicia la frivolidad y, sin embargo, bajo la neblina calmosa, el silencio rumoroso del río y el orden de sus calles, bullen extraños misterios que dan cobijo a relaciones clandestinas, delitos y sospechas.

Samuel Mol, el protagonista de esta historia, ha sido Comisario de policía y se encuentra jubilado, con poco tiempo de vida por delante y demasiadas horas libres para perderlo. Vive solo, dialoga con amigos muertos, busca consuelo en la confesión a través de un sacerdote sordo, carece de afectos. La visión de una persona, sospechosa de saber más de lo que contaba en un caso de doble asesinato acaecido catorce años atrás y no resuelto, perturba su realidad, aviva el espíritu detectivesco del profesional que fue y, también, la conciencia de culpa por el trabajo mal terminado. Sin pretenderlo, acuciado por el pasado, “ese tiempo que está detrás de nosotros y nos empuja sin que podamos verle la cara”, huyendo de uno mismo, reactiva el caso, recorrerá los lugares de Armenta relacionados con los crímenes y encontrará a un autor que mató movido por la rabia, “uno mas entre la culpa de tantos...” que sólo le moverá a la piedad, tal vez, buscando el perdón para sí mismo.

Una novela muy introspectiva que escarba en los recuerdos, en los sueños y lo que éstos mezclan, con una escritura, al principio, deslavazada y que desorienta al lector, hasta que comprende que la realidad de Samuel Mol la conforman personas vivas y fantasmas que entran y salen de escena, reflexiones, autocrítica y trances de ensimismamiento. Gana fuerza conforme avanza la lectura hasta conseguir unas páginas finales estremecedoras. No es una sorpresa la identificación del asesino (calificar sólo de policíaca a esta novela supone una infravaloración), pero sí el diálogo entre ellos, lleno de inteligencia y pieza literaria inolvidable.


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