Traducción
de María Belmonte.
Editorial
Acantilado, 2019 (2ª edición; 1ª en 2014).
261
páginas.
Cuando empecé a leer este
libro pensé que estaba ante una novela ligera, irónica y elegante, mundana, llena
de observaciones chispeantes, algo cotilla, que me permitiría pasar un
delicioso tiempo en su compañía y me dejaría poca huella. Conforme avanzaba me
di cuenta de que esto último no era cierto. Adiós
a Berlín tiene más miga de la que parece.
Es el resultado de la mirada
de un inglés de buena familia, el mismo Isherwood, sobre la ciudad alemana
entre 1930 y 1933, un período en el que se cocía la inminente irrupción del
nazismo. Se instaló en Berlín con 26 años, sobrevivió dando clases de inglés, trabó
amistades, algunas peligrosas, y fue testigo directo del inicio de las
transformaciones sociológicas que tuvieron lugar.
Christopher Isherwood |
Algunos consideran Adiós a Berlín como un libro de cuentos,
pues se estructura mediante seis relatos que poseen cierta autonomía, pero yo
lo veo como una narración continua, mezcla de ficción y realidad, al tener en
cuenta los elementos comunes entre ellos y el propósito que contiene como
conjunto que no es otro que colocar a la sociedad berlinesa bajo la lupa de una
cámara y mostrárnosla. El libro se publicó por primera vez en inglés en 1939 y
tuvo bastante impacto pues trataba temas, como la homosexualidad, velados hasta
entonces en una sociedad victoriana convencional y pacata.
En el texto tienen una
importancia fundamental los personajes y los escenarios. La pensión de Frau
Schroeder acoge una población variopinta. La misma Frau Schroeder se divierte,
junto con otra inquilina, colocando la oreja en el suelo para escuchar como el
vecino de abajo muele a palizas a su mujer judía. La animadversión a los judíos
se encuentra en el ambiente, y el autor muestra suficientes síntomas de ello,
lo que explica la conducta pasiva de la población cuando estallaron los
primeros brotes de brutalidad en los espacios públicos. Isherwood, que se
inserta en el relato como un personaje más y es el relator, recrea la atmósfera
cada vez más violenta de Berlín, cuenta cómo la maldad se extiende como una
enfermedad que infecta el mundo actual, y cómo berlineses de bien, obligados a
seguir viviendo allí, se iban aclimatando y aceptando las barbaridades que
trajeron los nazis. Estos necesitaron solo 12 años para eliminar la atmósfera
de libertad y de vanguardia cultural que poseía mientras fue capital de la
república de Weimar.
Un personaje destacado es el
de Sally Bowles, quizás porque fue interpretada por una inolvidable Liza
Minelli en la película “Cabaret”. Se trata de una mujer despreocupada, que
juzga a los hombres por sus habilidades amatorias, sus capacidades para los
negocios y por sus riquezas. Una cabeza loca que aspira a tener un amante rico.
Me parecen más interesantes los Landauer, familia judía propietaria de unos
grandes almacenes, conscientes de la guerra iniciada contra ellos y del final
que les aguardaba. Son interesantes las confidencias que el relator mantiene
con Bernhard, gerente de los negocios, en torno a la reacción de los judíos frente a los desmanes nazis.
Asimismo, me ha gustado el
capítulo dedicado a los Novak, una familia pobre alemana con la que vive un
tiempo y que me ha recordado los relatos (cinematográficos) de denuncia social de Ken Loach, trasladados a la Alemania nazi, protagonizados por personas
desoladas, hambrientas de amor y sexo, que malviven en un ambiente de
desesperanza e ira.
En definitiva, una novela
que transcurre con enorme facilidad gracias a esa prosa limpia propia del
estilo anglosajón, tan grata al lector, pero que plantea temas profundos y
responde, en parte, a esa pregunta que nos hacemos cuando nos acercamos a la
Historia de Alemania del siglo XX: ¿cómo pudieron llegar a ocurrir aquellas
atrocidades en una sociedad culta y avanzada?
María García-Lliberós
Si bien el autor acierta en la descripcion casi filmica de los personajes -unos atractivos y otros carentes de todo interés- y en el clima de creciente inseguridad que se respira en el Berlin de los años 30 con el auge del nazismo,el relato en ocasiones se resiente cuando aparecen en la trama los personajes más vulgares. Se lee bien pero nada más.
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