Editorial Sargantana, 2019
450 páginas.
Joaquín Sorolla es, sin
duda, el pintor de la luz y una persona cuya memoria es idolatrada en la ciudad
de Valencia. El título de esta novela nos hace pensar que su figura, su obra y
su vida, va a ocupar el lugar de protagonista absoluto de la historia, pero no
es así. La estructura del libro es bastante más compleja y su trama aborda
otras líneas argumentales que hunden sus raíces en la saga familiar de la que
procede el autor.
En la primera parte de Las tres vidas del pintor de la luz nos
cuenta la historia de Joselito, Francisco y Augusto García, tatarabuelo,
bisabuelo y abuelo respectivamente del autor, personas que hoy calificaríamos
de emprendedores que lucharon, sabiendo aprovechar los
golpes de suerte y las
oportunidades que ofrece la vida hasta consolidar unas empresas. Al morir
Augusto se descubre que un carboncillo atribuido a Sorolla, comprado por él en
1974 cumpliendo un encargo de su padre, no es considerado auténtico, hecho que
sorprende, decepciona y estimula la curiosidad del nieto, lo que dará origen a
la investigación cuyo resultado es el libro. Tenemos pues como espoleta un
misterio en torno a un excelente carboncillo, datado hacia 1880, cuya firma
plantea dudas de autenticidad.
Javier Alandes |
En la segunda parte
retrocedemos a la Valencia de 1879, a la Academia de San Carlos donde estudió
Joaquín Sorolla. El autor muestra aquí sus mejores dotes para la ficción al
diseñar el personaje del joven Sorolla y el de otro pintor Marcos Galarreta,
probablemente imaginado, y contraponer la emoción pura a la perfección técnica,
en un duelo brillante y enriquecedor para ambos. La figura del tutor don
Santiago Bosch cobra especial relevancia, y su método de enseñanza para que los
cuadros cuenten una historia está narrado con soltura y habilidad. En esta
parte Sorolla es protagonista, tanto como Galarreta, dos pintores
extraordinarios con desarrollos muy desiguales porque en la vida el azar puede
encubrir o hundir una trayectoria. Se mostrará el origen de ese carboncillo
misterioso y también la curiosa relación entre Sorolla y el tatarabuelo del
autor. Valencia, Livorno, Roma y París surgen como escenarios principales.
La tercera parte es en
realidad un anexo a lo que nos ha contado pues el autor la dedica por completo
a desvelarnos el proceso de rastreo llevado a cabo desde la muerte de su abuelo
en 2017 hasta 1879 cuando su tatarabuelo, con apenas 11 años, empezó a trabajar
como ayudante de bedel en la Academia de san Carlos. Resulta amena y didáctica
pero la novela estaba ya construida al final de la segunda parte.
Las
tres vidas del pintor de la luz es un libro que atrapa, a
pesar de que el relato va y viene en el tiempo de forma poco ordenada lo que
obliga al lector a esforzarse para seguir la trama. Está escrito con una prosa
correcta que favorece una lectura fluida. Protagonizada por igual por Sorolla,
Galarreta y la familia predecesora del autor, combina personajes reales con
otros imaginados, aporta abundante documentación de la vida y personalidad del
pintor, del Museo Sorolla de Madrid, de los diferentes aspectos del mundo y el
mundillo del arte, el auténtico y el de las falsificaciones, y contiene páginas
deliciosas como las que recrea los días en los que el maestro pintó el famoso
cuadro de la portada “Paseo a la orilla del mar” en la playa de la Malvarrosa,
o “Defensa del parque de Monteleón” para el que movilizó a una compañía teatral
en la plaza de toros de Valencia. Para los valencianos tiene el aliciente
añadido de recrear lo mejor de nuestra ciudad en la época en que fue también la
de Sorolla.
Una lectura recomendable y
gratificante.
María García-Lliberós
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