martes, 22 de enero de 2019

"Las óperas perdidas de Francesca Scotto", de Elena Casero


 
Elena Casero y la portada de la novela
Talentura Libros, 2018
310 páginas.

Elena Casero (Valencia, 1954) es una escritora prolífica, autora de novelas como Tango sin memoria (1996) y Donde nunca pasa nada (2014), y libros de relatos cortos y microrrelatos como Discordancias (2012) y Luna de Perigeo (2016), en los que brilla con luz propia. En esta ocasión nos ofrece una novela larga sobre la maldad que genera el rencor. A su lado, la venganza y la crueldad emergen como instrumentos esenciales al servicio de la misma. El tema obliga a profundizar en los aspectos psicológicos de los personajes, pues el rencor profundo no es un sentimiento espontáneo sino que viene provocado por alguna injusticia o humillación en el pasado que ha abierto una herida en el interior de las personas.
El desarrollo argumental de esta idea sitúa la trama en el mundo de la ópera. Con músicos, directores de orquesta, críticos, estudiosos musicales, coleccionistas de partituras antiguas y otros intelectuales afines, teje la autora una intriga que se desarrolla en el mundo contemporáneo pero tiene sus raíces en la Italia del siglo XVII, en el que vivió Fracesca Scotto, autora de la ópera L’amore del cavaliere, y algunas otras, pero su condición de mujer, como en tantas ocasiones, favoreció su olvido por la Historia.
Ricardo, argentino de nacimiento, con un pasado que intenta borrar, prestigioso y arrogante director de orquesta, compra a un librero de viejo una partitura de la ópera mencionada sin tener la seguridad de su autenticidad. La existencia de ese documento, valiosísimo de ser el original, pondrá en marcha una reacción sorprendente en Karolina, violinista y compañera de vida que, a su vez, provocará la repentina muerte de Ricardo.  Sus más allegados, Alberto, su asistente personal, Patricia, su ama de llaves, Fernando, crítico musical, y George propietario inicial de la partitura, se unirán para investigar los hechos, descubrir la verdad y desvelar el misterio.
Una novela que sólo puede haberla escrito una persona con conocimientos musicales, que ame y conozca esos ambientes. Elena Casero cumple esta condición, me consta que ha estudiado música y toca el oboe en la banda de su pueblo. Resulta interesante e instructivo el descubrimiento para el lector de este mundo deslumbrante con entresijos capaces de acoger la tragedia y las pasiones.
Elena Casero
Los personajes están diseñados con inteligencia. El que más interés me ha despertado es el de Patricia, también de procedencia argentina que ha vivido la terrible época de las dictaduras militares, alejada de estereotipos y con fuerza, con la pizca de ironía necesaria y bastante generosidad. Karolina constituye el personaje ausente que desde la distancia está moviendo a todos, la mujer fatal que no perdona y se condena a la soledad.
Las óperas perdidas de Francesca Scotto no es una novela negra propiamente dicha, pero toma algunos de sus elementos, como la turbiedad del texto. El lector ni siquiera está seguro de encontrarse ante un crimen aunque haya un muerto que reclame justicia. La autora juega con la elipsis y la confusión, deja al lector de imagine escenas y posterga explicaciones para alimentar el enigma que alimenta la curiosidad. La primera parte se sucede con un ritmo lento, como si el texto quedara suspendido en el aire mientras toma impulso, lo que consigue plenamente en la segunda.
Una novela amena y de interés creciente. Léanla.
María García-Lliberós


martes, 15 de enero de 2019

"30 maneras de quitarse el sombrero", de Elvira Lindo


Ed. Seix Barral,  2018.       
     
285 páginas.

Colección de 30 micro ensayos en torno a mujeres (y algunos personajes literarios femeninos) que, de alguna manera, por su vida o por sus escritos, han influido sobre Elvira Lindo, de las que ha aprendido algo y con las que se ha sentido identificada. Rasgos comunes son la valentía, la rebeldía, el inconformismo ante las actitudes que la sociedad ha atribuido a las mujeres para que sean como “deben ser”, la tenacidad y el afán de justicia. El trigésimo es un autorretrato de la autora en el que se califica como mujer inconveniente y lo acompaña de un dibujo de ella como una payasa con chistera. Sin embargo, en este libro Elvira Lindo, una escritora que domina los recursos de la comicidad, no busca hacer gracia ni ser graciosa, porque aborda asuntos que no la tienen y que, al contrario, le han provocado indignación o tristeza en su momento por injustos, o admiración, piedad, y empatía por la mujer que los ha protagonizado y sufrido.                                       
Elvira Lindo
En esta obra Elvira Lindo evidencia varias cosas: que posee una amplísima cultura literaria al igual que una enorme capacidad crítica y que sus valoraciones sabe exponerlas con una prosa cuidada y rica. Me ha gustado, especialmente, el ensayo titulado Tristana o el amor libre, por la forma cómo nos presenta el personaje y las conexiones con la biografía de su creador, don Benito Pérez Galdós, reflejado en ese don Lope egoísta, mujeriego, alejado de cualquier compromiso que trata a la mujer como pieza de placer sin importarle su deshonra, y territorio en el que ejercer el dominio, mientras respeta las formas exquisitas de su educación burguesa. Tristana fue escrita en 1891 cuando Galdós mantenía una relación con la joven aspirante a actriz Concha Morell, en quien se inspiró. Incisiva la conexión que hace con la película de Luis Buñuel inspirada en la novela de Galdós y la interpretación que hizo el genial director del deseo erótico de don Lope. Un análisis muy inteligente, de alto valor intelectual y ponderado pues muestra también la parte feminista de Galdós que siempre se preguntó qué habría sido de las mujeres si la sociedad no les hubiera cortado las alas.
El recorrido comienza con otro personaje literario, el de Pippi Calzaslargas “una criatura que estando sola en el mundo no se presenta jamás como víctima”, una anarquista salvaje y libre, con la que Lindo mantuvo gran sintonía durante su infancia. En este tipo de relatos es dónde aflora con mayor nitidez la sensibilidad de la autora.
De alguna manera, la biografía y personalidad de Lindo está presente a lo largo del libro al enfatizar los rasgos de sus protagonistas en los que ella se ha sentido próxima. Nos habla de ella a través de otras mujeres. Así conocemos su frustrada vocación de actriz y su conexión melancólica con el mundo de los cómicos cuando se acerca a la figura de María Guerrero. O su condición de niña especial que no cumplía con las exigencias de la feminidad establecida, al hablarnos de Elena Fortún, la creadora de Celia.
Especial interés me ha provocado la figura de Joyce Maynard y su terrible experiencia con J. D. Salinger, ya famoso por su obra El guardián entre el centeno, un manipulador misántropo de 53 años ante una presa inocente de 18. Por contarlo, por evidenciar la resistencia de los intelectuales a la igualdad de las mujeres y su fascinación por el poder sobre ellas, Maynard sufrió las críticas más feroces de sus coetáneos.
En definitiva, un libro interesante del que se aprende mucho, resultado de muchas horas de investigación y lectura por parte de Lindo, que nos muestra de manera interpuesta la cara más intelectual de la autora, la más intimista y oculta hasta el momento. Me ha sorprendido que en su autorretrato dedique atención a lo que significó en su vida Manolito gafotas y sus artículos de la serie Tinto de verano que publicó El País y no diga nada de su faceta como novelista. Respecto a los artículos, parece como si necesitara justificarse ante críticas recibidas, no por la calidad literaria de los mismos sino por la sátira que incluía respecto a “su santo” que confundieron con el entonces director del Instituto Cervantes en Nueva York. No me ha parecido necesario porque las críticas necias no merecen respuesta. Un pequeño reproche que no ensombrece los méritos del libro.

María García-Lliberós




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