viernes, 12 de octubre de 2018

"Trilogía de la guerra", de Agustín Fernández Mallo

Editorial Seix Barral, 2018.                                             
Premio Biblioteca Breve, 2018
496 páginas. 21 € en papel; 12,99 €  ebook.


     Hacía tiempo que no tropezaba con un libro tan complejo y sorprendente. Su lectura me ha resultado hipnótica, a pesar de que con frecuencia me estaba preguntando a dónde quería llevarnos el autor a través de ese torrente incontrolado de pensamientos trasladados al papel. Comienza con una cita inquietante: "es un error dar por hecho lo que ha sido contemplado".
     El relato se divide en tres partes, aparentemente inconexas y autónomas, relatadas en primera persona por tres
voces y desarrolladas en tres escenarios diferentes. En todas hay evocación de la muerte, exilio, desolación a través de las imágenes. 
     En la primera parte un escritor decide vivir durante un tiempo clandestinamente en la isla gallega de San Simón, que durante la Guerra Civil fue un campo de prisioneros republicanos, para recuperar la memoria de aquellos muertos. Lo que nos cuenta, poco conocido, es estremecedor y evidencia las huellas que la guerra deja sobre el territorio de los vivos. En la segunda parte, o segundo libro, el autor nos traslada a Nueva York donde toma la palabra Kurt, el cuarto astronauta que pisó la luna, el astronauta desconocido porque era el encargado de grabar a los otros y no aparecía en las imágenes. Un astronauta que después fue piloto en la guerra del Vietnam, un individuo que camina por la noche a través de la ciudad y reflexiona sobre la forma que toman las guerras en nuestro tiempo, sobre la soledad de la gente. Finalmente, en el tercer libro la voz narradora es la de una mujer que emprende un viaje a pie por las costas de Normandía, rememorando uno anterior que hizo con su compañero, deteniendo su mirada en el paisaje, en  el perfil de los pueblos, en la arena de las playas que pisa consciente de que en ellas se encuentran restos de huesos de aquellos que desembarcaron como liberadores.
     Esta lectura que, como digo, atrapa de forma inexplicable, tal vez por la excelente prosa, abarca demasiadas cosas, usa excesivas variables, literarias, pictóricas, científicas, que mezcla a su antojo para retratar la convivencia entre vivos y muertos y la imparable transformación del mundo que vivimos, que se desarrolla como un tumor que distorsiona sus contornos y crece hacia la autodestrucción.
     Tiene páginas brillantes y otras en las que consigue irritar, porque sospechas que pensamientos que te parecen ridículos contienen una simbología cuyo significado se te pudiera estar escapando. Agustín Fernández Mallo se mueve por un universo literario propio, innovador. El lector necesita esforzarse para seguirlo. Tiene su compensación.
     María García-Lliberós.

1 comentario:

  1. Se agradece esta visión porque no sabía si comprarla o no. Ahora veo que si,

    Gracias María

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