Traducción
de Benito Gómez Ibáñez.
Editorial
Seix Barral, 2017
960 páginas.
22,71 € en
papel; 12,34 € en electrónico.
Termino de leer 4
3 2 1 de Paul Auster y lo primero que pienso es que tenía ganas de acabarlo
y dejar de sentirme atrapada por esas 960 páginas a todas luces excesivas. Me gusta la escritura aparentemente sencilla de Auster, su
prosa poderosa con ritmo que se reconoce porque cultiva un estilo propio.
En este caso, el tocho ha acabado resultando algo monótono.
4 3 2 1 es
la historia de Archie Ferguson durante sus primeros veinte años o, mejor, la
historia de Archie Ferguson y las otras tres que también podrían haber sucedido
en función de la circunstancias, accidentes o incidentes que aparecen a lo
largo de nuestra existencia para cambiar el curso de la misma. Porque esta
novela de Paul Auster nos habla del azar y de todos aquellos
elementos ajenos a nuestra voluntad en el diseño de nuestro camino existencial.
También nos habla de la presencia de la muerte en nuestras vidas. Por eso los
cuatro protagonistas Ferguson son hijos únicos, nacidos el mismo día de marzo
de 1947, en Newark, en el seno de la misma familia judía no religiosa, mantienen una relación intensa con su madre, Rose, una fotógrafa
dinámica, y otra con su padre mucho más compleja y con dificultades en la
comunicación. Los cuatro presentan una fijación por Amy que jugará el papel de
hermanastra, amiga, novia o amante, en cualquier caso la mujer de la que
depende parte de su equilibrio emocional.
La muerte del padre en un aparatoso
incendio de su negocio provoca un escenario crucial en la vida de uno de los Ferguson,
bien diferente al divorcio de sus padres, por ejemplo, que condicionará la de
otro. Ambos son puntos de inflexión que, como tales, provocarán cambios no
previstos e incluso no queridos. Igual que el posterior matrimonio de su madre,
otra circunstancia que conlleva la aparición de nuevos personajes y abre otros
escenarios.
Pero la personalidad de los cuatro Ferguson se
mantiene porque es la misma necesariamente y causa de que suenen a repetición
algunos pasajes. Esta viene definida por su amor por el cine y la literatura
(demasiadas referencias de títulos de películas y novelas, incluye hasta una
larga lista de los libros que lee), incluso incorpora algún relato dentro de la
novela, su vocación por el periodismo como posible salida profesional, su
afición a los deportes, el beisbol y el basket (exceso de descripción de
jugadas), la importancia de los amigos y la lealtad hacia los mismos, el
descubrimiento del placer sexual (muy interesantes las páginas que relatan el
descubrimiento de la homosexualidad de uno de los Ferguson), su cuidado en las
relaciones familiares y en el mundo universitario.
Este planteamiento condiciona la estructura de la
novela conformada por bloques sucesivos de cuatro capítulos, dedicados cada uno
de estos a cada Ferguson, como forma de mostrarnos el crecimiento paralelo de
los jóvenes y dejando en blanco el capítulo cuando uno de ellos muere
explicitando así su falta de progreso en la vida. Esto confunde en un principio
al lector, por poco tiempo, hasta que comprende el planteamiento.
4 3 2 1
puede leerse también como un fresco de la Historia de América durante la década
de los sesenta, unos años cruciales durante los cuales se intensificó la guerra
en Vietnam y la oposición interna a la misma, tuvieron lugar los asesinatos de
los Kennedy, el de Martin Luther King, las revueltas raciales, las luchas por
los derechos civiles y las revueltas estudiantiles con especial virulencia en
las Universidades de Columbia y Nueva York, y de las que el autor da una
extensa cuenta de como afectan estos sucesos a sus protagonistas. Uno de los alicientes de la novela es la de estar ubicada
principalmente en el estado y la ciudad de Nueva York.
Una novela que he leído con gusto porque Auster me
cautivó con La trilogía de Nueva York
en 1996 y desde entonces lo sigo con entusiasmo a veces y condescendencia
otras, nunca con indiferencia. En este caso si 4 3 2 1 la hubiera dejado en torno a las quinientas páginas, en mi
opinión, habría ganado en intensidad y sería una obra redonda.
María García-Lliberós
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