sábado, 21 de julio de 2018

"El juicio de Soren Qvist", de Janet Lewis

Título original: The Trial of Soren Qvist, 1947
Janet Lewis
Editorial Reino de Redonda, 2017.
Prólogo de José Carlos Llop.
Traducción de Antonio Iriarte.
287 páginas.


     De vez en cuando la literatura te proporciona regalos maravillosos como esta novela de Janet Lewis, nacida en Chicago en 1899 y fallecida en California en 1998, catalogada como cuentista y poeta. De hecho, El juicio de Sören Qvist posee la música de un cuento largo. Una lectura interesante y deliciosa que me ha recordado el estilo de las novelas de Willkie Collins, por ejemplo, uno de mis escritores favoritos.
Portada

     El juicio de Sören Qvist, publicada en 1947, forma parte de un conjunto de tres novelas -esta y La mujer de Martín Guerre y El fantasma de Monsieur Scarron, publicadas en Reino de Redonda- inspiradas en un libro sobre "Casos famosos de pruebas circunstanciales" del jurista británico Samuel March Phillips. 
     Janet Lewis ha novelado unos sucesos acaecidos en Dinamarca, en 1646, en la penísula de Jutlandia, que llevaron a Sören Qvist, pastor protestante párroco de Aalsö, a ser juzgado, condenado y ejecutado por la muerte de Niels Bruus, hermano del odiado Morten, el más rico de la región, tras la valoración de pruebas circunstanciales de apariencia incontestable. Todos estos detalles los conoce el lector en los dos primeros capítulos a causa de la aparición del "muerto" Niels Bruus veinte años más tarde para reclamar la herencia de su hermano, lo que remueve el caso de Sören Qvist y las conciencias de aquellos que con la mejor voluntad intervinieron en el asunto e impartieron justicia a su pesar.
     A partir del capítulo V, la estructura del relato da un salto al pasado y cuenta con excelente pulso la sucesión de acontecimientos que condujeron a una sentencia que, de pronto, se desvela errónea, injusta y de imposible reparación, esclarecidos ahora con la nueva información que aporta el resucitado.
     La novela pues aborda un interesante caso judicial que pone en cuestión las pruebas circunstanciales, pero es mucho más, porque lo que nos cuenta Janet Lewis profundiza en la dimensión moral de los individuos. Al reconstruir el personaje de Sören Qvist nos muestra a un hombre de extrema bondad y generosidad, querido por sus vecinos y amigos, con un punto débil: su propensión a encolerizarse al observar algo que considera mal, dejándose llevar por explosiones de ira de las que pronto se arrepiente y trata de enmendar. Un defecto de su carácter que sabrá aprovechar con alevosía y meticulosidad Morten Bruus, el vecino que simboliza la maldad, mediante un plan perfecto para acabar con el párroco y malograr la vida de sus allegados. El triunfo del mal sobre el bien, un asunto que no es nuevo en la literatura.
     Una historia excelente, por argumento y por su prosa, a la que no es ajena el trabajo del traductor, que motiva para leer las otras dos novelas que mencioné antes y conocer más de esta autora Janet Lewis, y que recomiendo con la seguridad de que los que se animen a leerla, si no lo han hecho antes, lo agradecerán.
     La edición es muy grata en cuanto a la traducción, al tamaño de la letra, la textura del papel y el cuidado en la composición de las páginas, pero no entiendo a qué obedecen unos apéndices que ocupan 30 páginas sobre títulos nobiliarios y diplomáticos otorgados por los reyes de Redonda, entre ellos, Javier Marías que parece ser el último de la dinastía hasta ahora.
     María García-Lliberós





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