sábado, 28 de noviembre de 2020

"Las cinco estaciones de Vivaldi", de Emi Zanón. Editorial Sargantana, 2020. 260 páginas.

             

           Emi Zanón (Buñol, Valencia) nos ofrece esta novela romántica que sitúa en la Venecia barroca de la primera mitad del siglo XVIII. La autora ya dio muestras de sus dotes para recrear tiempos pasados con la deliciosa novela Su último viaje (Ed. Araña, 2009) cuya trama ubicó entre España y París en pleno siglo XVII.

Las cinco estaciones de Vivaldi es, pues, una novela de ambientación histórica con personajes reales –el compositor y violinista Antonio Vivaldi, la cantante Anna Giraud y su hermana Paulina, el músico Arcángelo Corelli, conocido como el príncipe de los músicos, el caricaturista Pier Leone Ghezzi, el arquitecto Giorgio Massari- y otros, los principales protagonistas –la familia de Carlo Salvadore Ghezzi y su hija Anna Isabella-, de ficción. Y ahí se encuentra la gracia de este relato: la ingeniosa manera de aprovechar parte de la biografía de Vivaldi, el prette rosso, como le apodaban, por su condición sacerdotal y el color de su pelo, durante la época en que estuvo contratado por el Ospedale de la Pietà, para desarrollar una intensa historia de amor y perdón.

El Ospedale de la Pietà era un conventohospicioorfanato y escuela de música en Venecia, activo en los siglos XVII y XVIII, y Vivaldi trabajó allí como profesor de violín y canto de 1703 a 1715 y de 1723 a 1740. Se trataba del orfanato de Venecia con mayor prestigio, precisamente, por la calidad del coro y la excelencia de algunas de las huérfanas como solistas de canto o instrumentistas. Vivaldi compuso decenas de obras para que fueran interpretadas por sus pupilas que alcanzaron un reconocimiento que transcendía los límites de la república de Venecia. Sus conciertos se hicieron famosos y se convirtieron en eventos sociales de primera magnitud que atraían a la sociedad más selecta, y la música suponía un estímulo para las huérfanas y un trampolín social para ellas en muchos casos.

Nos lo cuenta una voz omnisciente en tercera persona, una voz extremadamente culta que inicia su relato en julio de 1715 cuando una niña sin nombre, de tres años, es entregada en el Ospedale de la Pietà.

Entonces, Venecia era el centro  turístico y cultural de Europa, y no podía haber escogido la autora mejor escenario para desarrollar la trama, porque uno de los mayores méritos de esta novela es la forma como consigue que el lector se sumerja en la atmósfera cosmopolita, brillante, imaginativa, fastuosa de la vida cultural veneciana, predispuesta a celebrar la llegada de cada estación, con cantidad de apuntes interesantes sobre las costumbres de sus ciudadanos. No en balde Vivaldi nos legó los cuatro conciertos conocidos como Las cuatro estaciones, escritos para violín, orquesta y declamador, y sus respectivos sonetos, que recitaba antes de la ejecución musical, y que contenían las emociones que la primavera, el verano, el otoño y el invierno le despertaban y que él trataba de comunicar a través de la música. Me ha resultado muy hermosa la interpretación que Emi Zanón hace de los mismos, pues incluye los sonetos en la novela (en italiano y su traducción al castellano), hasta el punto que no he podido resistirme a volver a escuchar el maravilloso concierto de Las cuatro estaciones con este nuevo conocimiento que me lo ha hecho más conmovedor. Una novela, por tanto, que despierta emociones en el lector.

Las novelas de Emi Zanón, Su último viaje, mencionada al principio, Yámana, Tierra del Fuego, La hierba azul de Calíope, y esta misma contienen, a pesar de la diversidad de su temática, un elemento común: la filosofía de la autora, cuatro principios de convivencia que, sin duda, si fueran practicados con mayor entusiasmo, la vida sería más dichosa y que, en esta ocasión pone en boca de sor Consolata, una monja que poseía conocimientos sobre las propiedades mágicas de las hierbas, que sufría, o gozaba, de alucinaciones y que conservaba la sabiduría acumulada por sus antepasados, el personaje más rico y misterioso de esta novela. Destaco también otros femeninos, Anna Isabella Ghezzi y su madre, así como la cantante Anna Giraud, mujeres innovadoras en su tiempo que quieren ser libres y tomar decisiones por sí mismas, aún a riesgo de equivocarse y ser penalizadas por ello.

Al principio he definido esta novela como romántica, porque lo es. La heroína principal Anna Isabella sufrirá de mal de amores y en la trama hay pasión, traición, enredos familiares, secretos inconfesables y los tópicos propios de la novela romántica que azuzan la curiosidad del lector, incluso lindando lo folletinesco. Sin embargo, la corrección de la prosa de Emi Zanón, en ocasiones muy bella, la bondad del discurso intelectual que transmite, así como los conocimientos históricos, musicales y la perfecta contextualización espacio temporal, hacen de Las cinco estaciones de Vivaldi, una novela muy recomendable.

María García-Lliberós.



Esta reseña ha aparecido publicada en POSDATA, el suplemento cultural de LEVANTE-EMV, el sábado 28 de noviembre de 2020.

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