Ed. Harper Collins, 2020
461 páginas.
La historia que nos cuenta
Guillermo Galván ocurre en 1942, en Aranda de Duero, un municipio que siempre
estuvo en la retaguardia durante la guerra Civil pero que no por eso dejó de
ser escenario de crímenes ideológicos con causa en la represión franquista
desatada contra los perdedores.
El protagonista es Carlos
Lombardi, personaje creado por Galván en su anterior novela Tiempo de siega con la que La virgen de los huesos mantiene otros
elementos en común. Lombardi fue policía en la época de la República y,
represaliado, en 1942 todavía se encuentra en espera de indulto mientras
trabaja como investigador privado en la agencia Hermes. Es un hombre duro, detective
de raza que no deja cabos sueltos, leal a sus superiores y amigos, de
izquierdas, un tanto enamoradizo, crítico con el régimen franquista
establecido, realista y resignado a esas circunstancias. El personaje bebe de
la fuente de inspiración de Chandler, por ejemplo, a mí me ha evocado a Marlowe
y compañía, por su ironía, adaptado a nuestras características patrias que
tampoco son tan diferentes.
Guillermo Galván |
La historia comienza con la
desaparición de un novicio, Jacinto Ayuso, del Monasterio de Santa María de la
Vid (la presencia de sotanas, tan poderosas en el régimen de Franco, es otra
coincidencia con la anterior novela) y el encargo a Lombardi de esclarecer el
caso. La exposición en la puerta de una iglesia de la mano del novicio, cortada
a un muerto según el forense, permite transformar el caso de una desaparición
en otro de un asesinato. Luego habrá dos más durante un verano
sofocante que alteran la tranquila vida de Aranda. Por supuesto que Lombardi sabrá
resolverlos.
Lo que importa destacar es que
esta novela que la editorial incluye en su colección de policíaca, bien puede
calificarse también de ambientación histórica, ya que Galván se sumerge, y nos
transmite a los lectores, en la atmósfera decadente, corrupta, caciquil,
temerosa, de la España rural castellana de la época y rastrea conflictos domésticos resueltos
durante la guerra civil al amparo de ejecuciones sumarias por motivos
ideológicos, cuando en realidad respondían a intereses económicos y enemistades
vecinales profundas. En este terreno, el del totalitarismo negro en España,
como se indica en la portada, Guillermo Galván se está forjando un merecido
respeto como especialista. Se lee muy bien, sobre todo la segunda parte que
intensifica la tensión narrativa y clarifica con solvencia una trama enrevesada
que hunde sus raíces en el pasado.
María García-Lliberós