404 páginas.
Tierra de campos
es una novela contada en primera persona por Dani Mosca, un músico compositor
de canciones de amor próximo a los 50 años, que ha sido hijo único, intelectual
y poco deportivo. Lo hace mientras viaja en un coche fúnebre junto a
los restos mortales de su padre, para darle sepultura en su pueblo. El relato
toma la forma de memorias pues bucea en el pasado, desde los años en el colegio
hasta su presente como cantautor de éxito, padre de dos niños y divorciado de
una mujer japonesa. Tiene aromas de autobiografía -el padre muerto era vendedor
ambulante, como el de Trueba; Trueba compuso canciones para Rosa Leon y
otros cantantes- o de aprovechar experiencias de su vida para encajarlas
en la trama. Conoce bien el ambiente falso que se mueve
en torno a la música, el éxito y sus consecuencias, sobre todo si llega
demasiado pronto. Al igual que en anteriores novelas, para contextualizar la historia,
utiliza nombres de personas reales como Joan Manuel Serrat, Ana Belén o Luz
Casal.
En Tierra de
campos tropezamos con las obsesiones literarias de Trueba: la
importancia de los amigos –ahí están Gus y Animal- unidos por una lealtad y
tolerancia mutua inquebrantable. Aunque en esta ocasión pone el foco sobre los
valores más sublimes de la amistad y pasa de las aventuras
como compinches. Hay una madurez en la exposición que se echaba en falta en Cuatro amigos, por ejemplo. La falta de
comunicación con su padre y de comprensión por parte de ambos es otro de sus
temas. La enfermedad de la madre que va perdiendo la memoria y nos muestra la
decrepitud de la vejez.
Es un libro sobre las pérdidas que se van sucediendo
a partir de un momento conforme pasa el tiempo de cada cual. La muerte de Gus y
la del padre, la de Oliva, la primera mujer de la que se
enamora y que lo deja por otro, y de la que solo se recuperará, aunque sin
olvidarla, cuando conoce a Kei, la contrabajista japonesa. Y, finalmente, la
pérdida como pareja de Kei. Porque el protagonista se siente incapaz para
conservar el amor de las mujeres a las que ama y sigue queriendo. De nuevo, el
tema es la soledad a la que está abocado el individuo a lo largo de su
existencia.
Son temas serios, de un autor que se hace mayor. Follar
casi pasa a segundo plano.
Tierra de
campos es una novela que se lee muy bien. El autor domina una prosa
que fluye con enorme naturalidad, los personajes están bien
diseñados, tratados con ternura, y el hilo argumental, aunque va y viene
sin seguir un orden cronológico, nunca se pierde. Sabe introducirnos en
atmósferas desconocidas para la mayoría de los lectores y, al mismo tiempo, muy
atractivas, como el mundo de la música y la vida en Japón, pues la
novela transcurre en Madrid, en Tokio, y en múltiples lugares propios de las
giras, además de en ese pueblo de Tierra de Campos en el que tienen lugar los
hechos más predecibles de la novela. Estamos ante un autor que tiene un
estilo reconocible.
Trueba transmite bien los sentimientos y sensaciones
del artista al
igual que la reflexiones, agudas, derivadas de un buen observador con los pies en la tierra, con una mirada
irónica, en ocasiones, y hasta filosófica en otras.
En definitiva, una novela que sabe acariciar la
sensibilidad del lector y le dará que pensar. En mi opinión muy recomendable.
María García-Lliberós
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