sábado, 16 de abril de 2011

"Como si nada hubiera sucedido", José Miguel Borja



Infova ediciones, 2011

189 páginas

De José Miguel Borja he leído algunos libros, pero sólo voy a citar una novela, “El rey del azúcar” (1998), sin duda la mejor y precedente directo de “Como si nada hubiera sucedido”. En ella situaba la acción en la Cuba colonial de la primera mitad del XIX, en casa de D. Luís de Villena –rey del azúcar- en la que ocurren sucesos extraordinarios en torno a la urgente necesidad de engendrar un heredero. Toma hechos históricos para escenificar una ficción literaria clasificable dentro del realismo mágico y cuyos personajes, irrepetibles, la trama fantasiosa y sólida, y la elaborada prosa la hacen merecedora de cualquier elogio.

“Como si nada hubiera sucedido” es la digna heredera de “El rey del azúcar”. La novela se estructura en dos partes que, aunque diferenciadas, se verán conectadas en el desenlace, dedicada cada una a la familia Salcedo de Málaga y la familia Salcedo de Marsella, descendientes del capitán de marina Salcedo, bígamo y estéril. ¿Cómo consigue crear dos familias si era no apto para la procreación? ¡Ah!, eso tendrán que averiguarlo ustedes leyendo esta divertida novela. Mientras la primera está escrita en tercera persona y observa, durante el verano de 1924, los avatares y casi desaparición de la familia malagueña, la segunda está escrita en primera persona por Martina, cubana y preciosa mulata, esposa de Salcedo, que pudo ser antes amante del rey del azúcar, hija de los felices amores entre un sacerdote y una bella negra, y aporta su versión de la parte cubana de la historia.

“Como si nada hubiera sucedido” es una obra cien por cien Borja y, como tal, participa de las siguientes características: toques de realismo mágico (troncos de olivo que arden sin consumirse, profecías que se cumplen (la abuela morirá cuando se acabe el ron de la barrica); elementos de literatura fantástica, fuera de lógica de los humanos y propia de la de los ángeles y demonios, imaginativos y llenos de vitalidad; el sentido del humor que rezuma en cada una de sus página; el ensalzamiento de la sensualidad, el erotismo, la mezcla de inocencia y picardía, el placer sexual; tendencia a mezclar la religión con el sexo junto a una rebeldía contra religiosa: “los demonios son ángeles enamorados de la libertad”, o “es un gran pecado privarse del placer”. Se respira una disposición hacia el gozo con absoluta ausencia de culpabilidad y una condena del sufrimiento, por inútil; finalmente, una prosa cuidada, en ocasiones poética.

José Miguel Borja debe haberse divertido mucho escribiendo esta novela, y eso los lectores lo perciben porque se convierten en cómplices de ese frenesí de sensualidad, lo cual, en los tiempos que corren, se agradece. Entren sin miedo en su universo literario. Les costará salir de él.

María García-Lliberós

Crítica publicada en POSDATA, suplemento cultural de LEVANTE-EMV, el viernes, 15 de abril de 2011.

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