Editorial Sargantana, septiembre 2021.
411 páginas.
Hacía mucho tiempo que no me sumergía en una novela negra. Tuve mi época, hace años, en que leí muchas novelas de género, de los maestros Raymond Chandler, Dashiel Hammet, Edgar Wallace y tantos otros. Luego mis gustos fueron por otros derroteros. El pasado siempre llega tarde me ha supuesto una vuelta placentera a este tipo de novelas tan solicitadas por los lectores. Contiene todos los elementos propios del género: un protagonista, el abogado Juan Dalmás, personaje de otras dos novelas anteriores del autor, cuyo perfil sigue el patrón del célebre Philip Marlowe adaptado a las costumbres y características de los pueblos mediterráneos, un tipo valiente, simpático, preocupado tanto por la justicia como por el cobro de sus honorarios, algo alocado o imprudente, dispuesto a incumplir la ley para conseguir pruebas, soltero, de vida desordenada dentro de unos límites, que cuenta con la ayuda de Nina, una ex policía dedicada a tareas de detective, impagable, lista como el hambre, sensual, racional, que se crece ante el peligro, y sabe compatibilizar sexo y trabajo sin estorbarse. Nina es, sin suda, un personaje con fuerza, y los dos forman una pareja muy seductora.
Y como toda buena novela negra El pasado siempre llega tarde cuenta con una trama compleja, oscura, que va desarrollándose en torno a la muerte imprevista de una directiva de un potente grupo empresarial, Mamen. De si ocurrió en tiempo de trabajo o no depende la cuantía de la indemnización establecida en un seguro de vida, suscrito por la empresa y cuyo beneficiario en su único hijo. Un encargo que recibe Dalmás, en principio simple: obtener información sobre cómo ocupó las horas previas a su muerte, asunto que irá conduciendo a otros, incluido un asesinato, todos turbios, relacionados con las timbas de póker clandestinas, las deudas de juego y sus consecuencias, las mafias chinas establecidas en la costa valenciana y sus negocios, las inversiones inmobiliarias dirigidas a blanquear capitales y multiplicarlos exponencialmente en urbanizaciones de lujo cuyo proceso de calificación de suelo, aprobación previa del planeamiento y concesiones de licencias de construcción, requiere untar de manera adecuada a los políticos de turno. Corrupción politica-inmobiliaria que con tanta fortuna ha maridado en nuestro suelo patrio, especialmente en la Comunidad Valenciana.
La lectura de El pasado siempre llega tarde resulta ágil gracias a una prosa que no abusa de la retórica, lenguaje claro, diálogos que van al grano, ironía que el protagonista distribuye a discreción, sentido del humor ante las debilidades humanas, comenzando por las de uno mismo, personajes bien perfilados, y una ambientación de los escenarios escogidos del centro histórico de la ciudad de Valencia que el lector de aquí reconocerá de inmediato. El autor sabe inocular la curiosidad para seguir leyendo, de manera creciente, consigue la tensión literaria propia del género y la empatía del lector hacia la pareja protagonista que alimenta la acción.
Una lectura muy recomendable para los aficionados al noir.
María García-Lliberós.
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