Editorial Planeta, 2015
301 páginas. 20,00 € en papel.
Nos encontramos ante la obra más
ambiciosa y de estructura más compleja de Fernando Delgado. Sus ojos en mí figura ser una novela firmada
por Ronald Weyler en 1980, resultado de la fusión de tres relatos para
convertirlos en uno. El primero es una novelita escrita por su sobrino, Julio
Weyler o Fray Casto del Niño Jesús, con el apoyo de Fray Humberto (ambos
protagonizarán una misteriosa desaparición) y el propio Ronald, en 1966; el
segundo procede de escritos de Jerónimo Gracián enviados, junto con la novelita
anterior, en un paquete misterioso diez años más tarde; y, finalmente, el
tercero corresponde al jesuita Barmant que escribió en A las puertas de Bruselas, el testimonio de Gracián, próximo a
morir, explicando su punto de vista sobre el amor habido entre él y santa
Teresa. Ronald Weyler reúne este material, aporta algo de su propia cosecha y
suscribe la novela como suya. Como se ve, una estructura un tanto enrevesada
que exige la máxima atención al lector.
El libro recrea los últimos seis
años de la vida de la santa, ocupada en la reforma del Carmelo y la fundación
de nuevos conventos en medio de una guerra confusa y sin cuartel entre los
carmelitas descalzos y los calzados. Nos cuenta su deslumbramiento al conocer a
Jerónimo Gracián, un hombre joven, bien parecido, ambicioso, con disposición
para la mística, que acude al convento de Beas en 1575 para poner orden. Entre
ellos se produjo el encantamiento, un flechazo intenso de comprensión y
simpatía mutua, de amor e, incluso, deseo amoroso que Teresa atribuyó a la
voluntad de Dios e incluyó en su oración mental o interior. Tal fue su entrega,
que aceptó la pérdida de libertad que conlleva el amor e hizo a Gracián la
promesa de obediencia absoluta de por vida.
Por interés de él, se decidirá a ir a Sevilla para fundar un nuevo
convento. Mayor, enferma y tras un viaje lleno de penalidades, tropezó con una
sociedad diferente a la castellana en la que nunca estuvo a gusto. La amistad
entre ellos dos provocará murmuraciones y, a Gracián, le generará enemigos
acérrimos y penalidades que se alargarían después de la muerte de Teresa y que
la novela detalla en sus dos últimas partes. De ahí su lamento porque la santa
pusiera sus ojos en él.
La muerte de Teresa en Alba de
Tormes le pilla a Gracián lejos. Teresa, cual novia enamorada, conoció el dolor
que le provocaba su ausencia. Nueve meses más tarde, Gracián regresa y manda
desenterrar el cuerpo para trasladarlo a otro lugar. Descubrirá que está
incorrupto y, como fetichista, corta el dedo meñique de una mano para su
relicario particular y la otra mano para depositarla en el convento, empezando
así ese descuartizamiento cruel para veneración de almas piadosas, tan
incomprensible en la época actual.
El libro aborda las relaciones de
Teresa y Gracián con las autoridades eclesiásticas y monárquicas, con los
papas, con la Inquisición, la atmósfera interna de los conventos, los amores
masculinos entre frailes, las luchas por el poder dentro de la Orden. Entre
otros personajes, destaca la figura de Doria, experto en lanzar calumnias y
enemigo declarado de Gracián y la madre María de San José, mujer de carácter,
que asumió con riesgo de su vida, preservar el legado de la santa.
Sus
ojos en mí es una novela arriesgada, cuya lectura atrapa a pesar de su
dificultad, de enorme interés y donde no falta el sentido del humor, en la que
sólo he echado de menos un mayor buceo por el interior de la mente de Teresa y
conocer esa oración mental de la que sacaba fuerza para vivir al dictado de su
conciencia.
María García-Lliberós
Reseña publicada en POSDATA, suplemento cultural de LEVANTE, el viernes 10 de julio de 2015.
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