sábado, 17 de diciembre de 2016

La reseña del escritor Jesús Moncho sobre "Diario de una sombra"

Diario de una sombra                                                  
María García-Lliberós
Editorial Sargantana
València, octubre 2015, noviembre 2016              

   Que una novela, en el transcurso de su primer año, haya alcanzado su tercera edición, ya habla por sí de su valor. Si le sumamos el nombre de María García-Lliberós como autora, aumenta nuestro interés al tratarse de mano reconocida por galardones como el Ramón Sijé (1992), el de la Crítica Valenciana (1999), o el Ateneo de Sevilla (2002). Diario de una sombra nos coloca ante una obra de compleja realización formal y claro contenido sicológico-social, al hilo de una historia de amor (o desamor), sobre la realidad de la España franquista y de la Transición. Más bien, sobre la moral convencional de dichos tiempos. Y sus consecuencias.
   Pero lo primero que percibe el lector es el flujo, el torrente de palabras que desborda la narración, vehículos de un discurso en un doble plano, tanto en el propiamente narrativo a través de la precisión y profundización de los personajes y situaciones, como en la configuración y transmisión de valores (o no valores) que envuelven una historia de tintes realistas cuyo leitmotiv sobrevuela des de la primera página: la culpa, el engaño; o el engaño y la culpa.
   Para el desarrollo de la idea principal, la autora recurre a un relato en tercera persona, omnisciente, capaz de mostrar en toda su dimensión la naturaleza de las tramas, que dé credibilidad a los hechos, reservándose la primera persona para el relato paralelo de la protagonista principal, como una visión más vívida, emotiva y por tanto portadora de aspectos añadidos a la realidad, que se constituirá en el detonante y avance principal de la acción en la obra. Acción, tiempo y lugar que, en la obra, van alternándose y mezclándose según los ritmos exigidos, sin atenerse a linealidad o consecutividad alguna. Londres, donde se fraguará la relación de los protagonistas y motor de las intrigas; Valladolid, símbolo de existencia gris; Madrid, proyectos, ascenso; Lucerna (Suiza), lejanía, soledad; València, volver a empezar... Amor y entrega, esperanza e ilusión, lujo y avaricia, maquinación, soledad, desengaño... Elsa, heroína real o irreal (da título a la novela: Diario de una sombra); Gabriel, calculador y ambicioso; Gonzalo, síntesis de los dos como proyección positiva de la historia; tres personajes a la busca de un futuro, pero cuyo pasado les ata, en un perenne retorno, que condiciona fatalmente su presente («recuerda... que cada uno es su pasado y que la responsabilidad derivada del mismo, de ciertos actos, no prescribe jamás», pág. 308).
   Pero... la culpa nos remite siempre a una causa, a un origen, a una falta o pecado en la terminología convencional (aunque «el azar influye más que los hechos en la aparición y magnitud de la  culpa», pág. 285). Y necesita reparación para la redención o sosiego del infractor. Aquí nos encontramos con el punto álgido de la(s) trama(s). ¿Es posible la reparación? ¿Se atreve el protagonista a afrontarla, a sus consecuencias? Todo un corolario de respuestas que nos conducirán a un desenlace de fuerte impacto, en el que los personajes se verán empujados a asumir su irremediable destino, en un contraste de sensaciones y emociones en las que el lector se sentirá convocado para dar por finalizados un tiempo, unas actitudes y valores afortunadamente superados.


Jesús Moncho

Jesús Moncho es escritor, autor de las novelas Puerto del este (2008) y Gran Bulevard (2005), entre otras.

viernes, 16 de diciembre de 2016

La reseña de "Diario de una sombra" en El Heraldo de Aragón

El pasado 15 de diciembre, en el suplemento cultural del periódico El Heraldo de Aragón, apareció esta reseña de mi última novela. La firma Julio Cristellys.



miércoles, 14 de diciembre de 2016

"Las pequeñas virtudes", de Natalia Ginzburg

Editorial El Acantilado, 2002 (7ª reimpresión, 2016)    
Traducción de Celia Filipetto.                    

11 euros, en papel
163 páginas

El conjunto de once relatos incluidos en Las pequeñas virtudes son una mezcla de ensayo y autobiografía de una autora que se muestra como una gran observadora de lo cotidiano y con una singular capacidad deductiva.
El libro se desarrolla en dos partes bien diferenciadas. En la primera los relatos giran sobre su pasado en una Italia en guerra (1930 a 1950: ascenso de Mussolini, persecución racial, lucha antifascista y ocupación alemana), en el que Ginzburg conoció el destierro, la guerra y la pobreza que genera, la muerte de su primer marico torturado en la cárcel de Roma,  e impresiones sobre Inglaterra y los ingleses, donde pasó estancias con su segundo esposo. En éstos, se muestra muy crítica con los ingleses, dejándose llevar por una antipatía manifiesta que merma el interés de los mismos.                                       
Natalia Ginzburg
La segunda parte es mucho más reflexiva y consigue elevar a pensamiento moral y filosófico sus deducciones obtenidas de la cotidianidad. En “El hijo del hombre” nos habla del miedo. “Aquellos de nosotros que hayan sido perseguidos nunca volverán a tener paz”. Miedo al timbrazo nocturno.
Me ha gustado mucho el relato “Mi oficio” que define como escribir historias, inventadas o recordadas. La memoria más la fantasía son sus herramientas de inspiración. Nos habla del proceso de escribir y de cómo repercute en el autor y de la caza de personajes para urdir nuevas historias.
De nuevo en “Silencio” se ve la profunda huella que dejó la guerra. El sentimiento de culpa anidando en el interior porque “nos sentimos implicados en una historia cada día más sucia”. Cuando se padece sensación de pánico, se calla ante las atrocidades, y el silencio genera la culpa. 
Los dos últimos relatos -“Las relaciones humanas” y “Las pequeñas virtudes”- me parecen complementarios. El repaso a las fases de la vida, desde la infancia a la vejez, pasando por la adolescencia, juventud y madurez, basadas en observaciones que aquejan a cualquier humano y a cualquier familia, está lleno de agudeza. La elección de la persona adecuada con la que pasar el resto de tu vida, no tiene desperdicio, al igual que la transformación que provoca la llegada de los hijos, y la preocupación que transmite por educarlos en las grandes virtudes (generosidad, indiferencia ante el dinero, saber gastar mejor que saber ahorrar, etc.), son conclusiones de una madre con un criterio personal y crítica ante el sistema. En definitiva, hay que “recorrer un largo camino hasta llegar a tener un poco de misericordia”.

Un libro corto, íntimo y jugoso, amargo y tierno, perspicaz, que tal vez merezca más de una lectura para sacarle todo el partido posible.
María García-Lliberós

miércoles, 23 de noviembre de 2016

"El pasado no existe", de Justo Serna

Editorial Punto de Vista editores, 2016.        

226 páginas.

Al título enigmático de este libro añade su autor, el historiador cultural -¡qué hermosa expresión!- y catedrático de Historia Contemporánea Justo Serna, las palabras “Ensayo sobre la historia”. Es un ensayo sobre la historia entendida como una disciplina académica, un proceso de investigación sujeto a protocolos exigentes que garanticen su rigor, un relato consecuencia de esas indagaciones previas y,  también, es algo más. Es un ensayo sobre la figura del historiador, su actitud ante su trabajo y su responsabilidad con la sociedad.
A los historiadores profesionales se les conoce poco. Encerrados en sus Universidades, dedicados a impartir clases, dirigir tesis o a escarbar en archivos los legajos del pasado, cuya información sustentarán sus próximas publicaciones dirigidas, en primer lugar y en ocasiones en único lugar, a sus colegas, parece que se mantienen al margen del curso de los acontecimientos que afectan a la sociedad y que pasarán, en breve, a ser históricos y, en consecuencia, material de sus estudios. El profesor Serna, con un lenguaje asequible, tiende un puente hacia el mundo no académico, se nos muestra, y nos ofrece un pensamiento inquieto, rebelde y reivindicativo.                                                  
Justo Serna, historiador cultural.
Me han gustado bastantes cosas de este ensayo: la sorpresa por la variación de temas que aborda; la forma como lo hace, con un engañoso desorden, como si se hubiese permitido el gusto (y el lujo) de dejar que los pensamientos fueran fluyendo de su mente y de ésta a la pluma, sin encorsetarlos en un esquema premeditado; la defensa a ultranza del rigor científico y la mayor defensa, si cabe, de la necesidad de relatar con una prosa cuidada, con auténtico estilo capaz de seducir al lector más exigente. Se acerca mucho a los escritores de novela, a pesar de que estos últimos se zambullen en la mentira –toda ficción lo es- y el historiador pelea por mostrar la verdad. Ambos, sin embargo, se someten a la prueba de la verosimilitud y belleza del relato. El autor cita a los novelistas que más pueden haberle influido: Antonio Muñoz Molina, Javier Cercas, Umberto Eco, entre otros.
El pasado no existe, es cierto, pero ha existido y el peso del mismo se deja ver en todas nuestras manifestaciones individuales y sociales. Conviene conocerlo porque el progreso está cimentado en el saber acumulado por anteriores generaciones. No sólo para no repetir errores, algo a lo que tan aficionados somos los humanos, sino para vivir mejor. Lo que también conecta con otra obsesión de Justo Serna, la del papel de los intelectuales en la conformación de la opinión pública, su gusto por escribir en prensa y las diferencias que se plantea cuando se dirige a un público ajeno al mundo universitario. En este sentido resultan muy esclarecedoras las tres entrevistas que le realizaron en 2007, 2009 y 2012, por María Canelles, Liriana Carrera y Alejandro Lillo, respectivamente, que se incluyen en la última parte del libro.
La lectura de El pasado no existe me ha proporcionado unas horas de ejercicio intelectual placentero, por las cuestiones que plantea, por sus respuestas y, como parte del público no académico, me ha reconciliado con el género ensayístico. Buenas razones para sugerirles que lo lean.
María García-Lliberós 


lunes, 21 de noviembre de 2016

El escritor Julio Cristellys Barrera habla de "Diario de una sombra", novela de María García-Lliberós

El pasado jueves 24 de noviembre de 2016 se presentó en Zaragoza, en la Casa del Libro, mi última novela Diario de una sombra (Editorial Sargantana, 2015). Hizo la introducción el escritor aragonés Julio Cristellys y éstas fueron sus palabras:

Julio Cristellys
     La carrera literaria de María García-Lliberós está jalonada de importantes premios literarios como el "Gabriel Sijé", el "Premio de la Crítica Valenciana" y el "Premio de novela Ateneo de Sevilla". De aquí que la publicación de una obra suya vaya acompañada de interés y expectación ,transmutados en elevadas cifras de venta de ejemplares.
     Así ha sucedido con Diario de una sombra, novela que ya ha alcanzado la tercera edición, algo que no es de extrañar pues la escritora tiene la habilidad de brindar a sus lectores una historia interesante y entretenida, a la par que muy actual, sin dejar de lado las exigencias formales de una buena obra literaria.
     Amante que soy de la novela realista de la segunda mitad del siglo XIX, me ha sorprendido gratamente encontrarme con una trama eterna -la del burlador-, que la novelista ha sabido adecuar a las exigencias estilísticas y argumentales de la presente centuria.
     Componen dos partes la novela: una la del narrador omnisciente, imprescindible para familiarizar al lector con los aspectos más contemporáneos del devenir de los personajes de la historia, tanto en el planteamiento como en el nudo y desenlace del tema a contar; otra, esencial para completar la anterior, consistente en el monólogo interior de esa "sombra" a la que alude el título, una sucesión de hechos que nos serán confiados en forma epistolar y con la lectura de un diario.
     Precisamente, el "stream of consciousness" de ese fantasma al que la novelista denomina "sombra" trae a la memoria del lector, por el estilo y asunto tratado, ecos de los mejores pasajes de Stefan Zweig o de Sándor Marai: a nadie dejará indiferente esa voz llegada de otros años y sin interlocutor.
Por otro lado, el sujeto tratado en el bloque destilado por el narrador omnisciente, el lector asistirá, cual espectador de una película, al devenir existencial de unos personajes en plena actualidad.
    Si en la obra reseñada encontramos temas, no ya contemporáneos, sino eternos, tales como el amor burlado, la ambición la mezquindad, sería importante que se indicara que María García-Lliberós ha conseguido con su novela realista, sazonada con aderezos del mejor melodrama victoriano, que el lector asista al cambio generacional de quienes, nacidos en la década de los años 50 del pasado siglo, descubrieron la libertad de costumbres propia de otros países europeos y paulatinamente, sin la rapidez alardeada por algunos, se hubieron de ir adaptando a la velocidad de los aires que nos llegaban allende los Pirineos.
Julio Cristellys Barrera.

Julio Cristellys es autor de las novelas Madrugada (2008) y Marejada (2014), ambos publicados por Huerga & Fierro Editores.

Unas fotos para el recuerdo de la presentación en Zaragoza.




sábado, 19 de noviembre de 2016

"La otra Libertad", de José Morán

Ediciones Vitruvio y Nostrum, 2016.                       
357 páginas. 20,00 €, en papel.

La otra libertad es una novela histórica, ubicada en Cuba cuando se iniciaba la Guerra de los Diez Años (1868-1878), la primera guerra de independencia cubana contra la metrópoli española. Comenzó en la noche del 9 de octubre, en una finca perteneciente a Carlos Manuel de Céspedes, nombrado general del ejército independentista, nutrido por esclavos negros a los que se les sedujo con la promesa difusa de conseguir la libertad. Terminó con el Pacto de Zanjón, donde se establece la capitulación del ejercito cubano frente a las tropas españolas. Cuba no consiguió ni la independencia ni la abolición de la esclavitud.
La acción que nutre el argumento de la novela hinca sus raíces en el contexto socio político de la isla en aquella época, regida por un Capitán General con un poder absoluto. El anti españolismo lo fomentaba la política impositiva abusiva por parte de la Corona, la prohibición a los cubanos del derecho de reunión, la ausencia de libertad de prensa, la falta de legalidad para formar partidos políticos. Todo ello agudizaba la confrontación colonia-metrópoli.
José Morán
La novela está narrada en tercera persona pero el interés de la misma crece al tomar como protagonista a Pedro Montejo, un esclavo de la Hacienda Sitges, emplazada a 50 km de Santiago, dedicada al cultivo y laboreo del café, y su mujer Juliana. Un matrimonio modélico en el que se cebarán un sinfín de calamidades. De esta forma, se combina el punto de vista particular, el de los héroes anónimos, con el de los protagonistas de la Historia cubana.
El diseño de estos dos personajes es, tal vez, el elemento que más brillo da a este relato. Montejo es una persona que no se deja seducir por nadie, que tiene miedo a quedarse como está (la crueldad ejercida en el trato con los esclavos en la hacienda es tremenda) y a cambiar su situación, siempre a peor. Detesta la violencia, la que se ejerce contra él y su familia, y la que pudiera ejercer él contra otros. Odia la guerra, odia las armas, no quiere matar a nadie. Sabe ser compasivo y tiene un hermoso concepto de la amistad. Me ha recordado la figura de Gandhi en la India. Ama la vida, a pesar de que ésta sólo le ofrece sufrimiento. Cree posible comprar su libertad tras decenas de años de trabajo esclavo. Pero no podrá evitar verse arrastrado por la situación, aunque no crea que luchando bajo el mando de amos independentistas acabe consiguiendo la libertad.
La novela penetra en los comportamientos de la comunidad negra de esclavos, donde impera la solidaridad entre ellos pero, también, la traición, la delación, incluso calumniosa, a cambio de mínimos ascensos, con consecuencias terribles, constatando que la maldad humana es una mala hierba demasiado extendida.
Juliana, la esposa dulce, amorosa, la esclava sumisa, la madre frustrada que reacciona con una capacidad de liderazgo nueva y de organización a través de las mujeres, ante una injusticia que la afecta de cerca, una reivindicación de mejoras higiénicas para sus hijos pequeños, que los españoles abortarán, con tal ferocidad, que sembraron a la par terror y un odio que fructificaría más adelante.
Las figuras de Pedro Montejo y Juliana son ficticias y, a la par, verídicas, a pesar de la bondad de Pedro, excesiva, de su posición de hombre de paz y de palabra en un tiempo y lugar en que no se le escuchaba y se imponía el ruido del látigo o de los machetes.
Una novela apasionante, muy bien escrita, eso se aprecia desde la primera página y no decae hasta el final, cuidada la prosa, trabajado el argumento, que se lee con interés creciente y que recomiendo con entusiasmo. 
María García-Lliberós.





viernes, 28 de octubre de 2016

"Los señores del Fin del Mundo", de Enrique Vaqué.

Ed. Almuzara, 2016.     
410 páginas.
19,95 €, en papel.

El editor, en la cotraportada del libro, lo califica de novela histórica, esto es, aquella que, siendo una obra de ficción, recrea un periodo lejano y toman parte en la acción personajes reales y ciertos. 
Los señores del fin del mundo transcurre en el período que va de 1444 a 1491 aproximadamente, pues Isabel I de Castilla, con unos 40 años, se encuentra en Guadix, preparando la conquista de Granada y asume en el relato el rol de ser la impulsora del mismo.
La primera parte de la novela transcurre en Al Ándalus y el sur de Castilla, cuando la penísula Ibérica se encontraba dividida entre los reinos de Portugal, Castilla y Leon, Aragón y el reino nazarí de Granada, las órdenes de caballería de Calatrava y de Santiago luchaban entre ellas y la invasión de Castilla por parte de navarros y aragoneses llegó a Olmedo dando lugar a la cruenta batalla con este nombre entre reinos cristianos con la participación de la nobleza. Figuras como Juan Ramírez de Guzman, Pedro Girón, la familia Pacheco, los Padilla, apellidos que encontramos en los libros de Historia, tienen su papel como personajes reales, secundarios, que ayudan a desarrollar la acción.     
En la segunda parte, el escenario cambia para seguir el camino hacia Oriente, con destino en la Meca y más lejos. En 1453 cayó Constantinopla en manos de los turcos, un hecho que marcó el final de la Edad Media y modificó el mapa geopolítico del momento, y permite de paso a nuestros personajes protagonistas, de los que luego hablaré, la vuelta a Castilla. La novela recrea un período histórico fascinante.                 
Pero es algo más que una novela histórica. Es, sobre todo, una novela de aventuras con influencia de la tradición cuentista y la cervantina. La primera tiene que ver con la estructura del relato que evoca el de Las mil y una noches, pues si en éste Sherezade con enorme sabiduría consigue retrasar y evitar su muerte enredando al sultán con sus cuentos, en Los señores del Fin del Mundo va a ser la reina Isabel quien le da, a Hasib ibn Al-Shariff, personaje protagonista que asume el papel de relator, cuatro noches, las que debe permanecer en Guadix para tratarse una quemadura en el brazo, para que entretenga su insomnio contándole su vida mientras fue el ayudante del médico ibn Nasar, famoso por haber vencido a la peste y maestro de Hasib. Así comenzará el relato oral que da lugar a la novela.                                             
Enrique Vaqué
La influencia cervantina se encuentra en el diseño de los personajes protagonistas que son, ambos, ficticios. El médico ibn Nasar, inspirado en Averroes, es un hombre que va tras “la aventura de la vida o el existir y la aventura de la ciencia o el saber”. Miembro de la familia real nazarí, aunque alejado de intereses políticos, fue un hombre inteligente, astuto, pragmático, culto, con predisposición a la diplomacia, viajero vocacional, humano y propicio a aceptar tentaciones eróticas, y frío y distante cuando se hace necesario, residente, en un principio, en un barrio de Córdoba. Su profesión de médico con buena reputación, era el mejor salvoconducto en ambos bandos, cristianos y musulmanes, tan necesitados de estos profesionales y tan escasos en la época. Buen observador que juega con habilidad sus bazas. Pero también, un iluminado y un radical al que la conciencia de culpa por la muerte de su esposa le hace perder algo la cabeza y le exige un esfuerzo supremo de redención. Iniciará una peregrinación como monje mendicante a la tumba de un gran sufí buscando la purificación del alma, la pobreza, el sacrificio, la libertad que proporciona la ausencia de posesión alguna. Nasar, como el Quijote, es de la clase de hombres en torno a los cuales se forjan las leyendas.
Hasib, su ayudante enfermero, es un joven con los pies en la tierra. Ve las cosas como son, reflexiona con la lógica del sentido común. De origen humilde, en su fuero interno discrepa del rumbo tomado por su señor, añora los placeres que pueden ofrecerle los sentidos, la vida confortable de Córdoba, ni le interesa el sufismo, ni ve necesidad alguna de hacerse pobres y emprender ese viaje que vislumbra lleno de penalidades y peligros y, aún así, sigue a su señor, por gratitud, lealtad y amor hacia él, como un Sancho Panza cualquiera, con algunas características tomadas de la novela picaresca, porque sabe que el médico, tan sabio y tan inútil para las necesidades cotidianas de la vida, lo necesita a su lado. Y él, por su parte, junto a su señor aprenderá una profesión y aprenderá a vivir. De lo que se deduce que el libro tiene mucho de novela de iniciación o de formación. Una pareja protagonista cervantina que se complementa de esta forma.
La novela, a partir de la segunda parte, va a seguir la crónica de ese largo viaje, un concepto propio de las novelas de aventuras: el viaje, lo desconocido, la curiosidad por ver otras partes del mundo, otras culturas, otras gentes, los obstáculos a salvar, los peligros enormes, e incluso, para Hasib, el descubrimiento del sexo, el enfrentamiento con la maldad, las penalidades y el regreso. Todo está presente en Los señores del Fin del Mundo, como lo estuvo también en Ulises, la primera gran novela de aventuras que recuerdo.
En Los señores del Fin del Mundo se observa un enorme trabajo de documentación. El autor ha respetado los nombres árabes de los parajes y elementos geográficos y de la  naturaleza que va mencionando. Asimismo, es puntilloso con los acontecimientos históricos en cuanto a fechas, lugares e intervinientes en los sucesos que usa para sustentar el argumento novelesco. Aporta información interesante sobre los usos médicos de la época y la composición de ciertos medicamentos. Y plantea un conflicto moral con el método que ibn Nasar utiliza para atajar la temible peste y su relación con la práctica de la eutanasia selectiva, motivo que enfrentará a nuestros protagonistas en 1453 y acabará separándolos.
La lectura del Los señores del Fin del Mundo proporciona un enorme placer porque el relato que nos cuenta interesa desde el principio y mantiene la tensión literaria hasta el final, entretiene y está bien escrita. Se aprende mucho y no sólo de historia, sino de las pasiones y ambiciones humanas, estimula la imaginación y te ayuda a comprender el mundo. Una novela muy recomendable.
María García-lliberós

La novela se presentó ayer, 27 de octubre, en Valencia. Tuve el honor de hacer la introducción y análisis de la misma. Aquí, unas fotos para el recuerdo.



miércoles, 12 de octubre de 2016

"Los infinitos", de John Banville

Editorial Anagrama, 2014, 2ª edición; 1ª edición: 2010.
Traducción de Benito Gómez Ibáñez.
290 páginas. 
19,50 €, en papel; 14,24 €, en ebook.

Los infinitos es una novela extraña, probablemente no la más idónea para iniciarse en la obra de este autor, porque es compleja al contener elementos simbólicos y mucho pensamiento. Una novela que necesita un lector predispuesto hacia las novedades de concepción argumental, diseño de personajes y estilo. 
Para empezar, el narrador es un dios del Olimpo, Hermes, hijo de Zeus. Esto, en principio, descoloca al lector aunque no tanto, pues una voz omnisciente, a la que sí estamos habituados, es una voz que lo sabe todo de sus personajes, de su pasado y su futuro y, en cierta forma, transmite la mirada de un dios. Pero Banville no se conforma con hacer narrador a un dios trasladándonos su punto de vista. Hermes habla también en primera persona para contarnos cosas de su mundo divino y su familia, de su padre Zeus, o para darnos su análisis de la conducta de los mortales, desde lo más recóndito de cada uno, porque penetra en su interior y, de vez en cuando, permite, que sean éstos los que, en primera persona, desvelen sus pensamientos. Además, sus dioses se inmiscuyen en la vida de los humanos, no sólo curiosean, sino que disponen y, aburridos en su eternidad inmortal, juegan con los mortales y opinan sobre nuestros comportamientos.
Y aquí está, creo, el mensaje contenido en la novela: nuestra cotidianidad depende de unas fuerzas numinosas (divinas, misteriosas), impredecibles, de apariencia casual, además de nuestra voluntad, conocimiento, naturaleza y aptitudes. Cabe deducir cierto optimismo irónico en Banville: la muerte, el amor y el dolor, son tres elementos envidiados por los dioses. Nuestra felicidad es frágil y, aún así, es envidiada por los inmortales, porque la de ellos es imposible. “Para los inmortales no hay cielo ni infierno, sólo el infinito”. Los dioses querrían morir.
La novela se estructura en tres partes. En la primera nos presenta el escenario, los personajes y el meollo. El escenario es Arden, una mansión enorme, laberíntica, en medio del campo, cerca de la vía de un tren y una estación solitaria bastante absurda. Allí vive parte de la familia Godley: Adam padre, un matemático famoso que se encuentra en coma, tras un derrame cerebral, “aguardando, en un estado de consciente pero incomunicada ataraxia, ante las puertas del olvido”. Está muriéndose pero su cerebro no deja de pensar. Le acompañan su segunda mujer, Úrsula, alcohólica -la primera, Dorothy, se suicidó-, su hija Petra, de 19 años, autista e insatisfecha con su existencia, la sirvienta Ivy Blount, anterior propietaria de la mansión, y Duffy, un campesino que se ocupa de la finca.
Durante la jornada en que transcurre la novela, se encuentra también, Adam hijo, de 29 años, una persona que esconde un secreto, creer que el bien puede existir, y su esposa Helen, bella actriz aspirante al éxito y objeto de deseo de los varones mortales e inmortales. Y llegarán dos visitas más, Roddy Wagstaff, un joven ambicioso que pretende  con malas artes ser el biógrafo oficial del moribundo, y Benny Grace, un gordinflón desaliñado y ladino, que parece ser una encarnación del dios Pan.
La novela desprende un aire teatral, y esta primera parte no deja de ser una puesta en escena en la que el paisaje y la casa tienen importancia para crear diferentes atmósferas. La familia unida ante la inminente muerte del padre y esposo. Una situación que estimula la memoria y el cálculo de intereses. Entran y salen del escenario, evitan estar demasiado tiempo con el moribundo, reflexionan en soledad, resultando un relato muy introspectivo que penetra en las realidades inconfesables de cada personaje. El miedo a la muerte incrementa el apego a la vida.
En la segunda parte hace su aparición en la mansión Benny Grace, la personificación del dios Pan (en Arcadia, mitología griega, era el dios de los pastores, perseguidor de ninfas y jóvenes, y con capacidad para profetizar), personificado en compañero de juergas de Adam padre, mientras éste, inmerso en su coma, transmite su pensamiento: recuerda un viaje a Suecia, dos meses después del suicidio de Dorothy, inmerso en una sensación de dolor y culpabilidad. Allí conoció a Benny y a otra mujer Inge. Adam, con su mente científica, siempre  ha albergado una vívida sensación de lo numinoso (poderes religiosos o divinos). Como científico, a través de sus ecuaciones, ha demostrado la existencia de una infinitud de infinitos, por lo que cree que deben existir entidades eternas que los habiten. Así, sus operaciones matemáticas acabaron dando con una fisura en el tiempo que permite abrir la cerrada línea entre dioses y hombres.
Desconocemos el proceso de morir y lo que ocurre en la mente en coma, ni en qué consiste el tránsito al más allá. Banville, a través de un dios, que sí lo sabe aunque no pueda experimentarlo, nos aproxima a él, y nos estremece.
La tercera parte vuelve a la concepción teatral: la comida en el cenador, con la familia, sirvientes e invitados, todos los vivos, observándose con desconfianza, en torno a un pollo con verduras, mientras Adam agoniza, una cuestión que Benny niega con su capacidad profética, y que la novela deja a interpretación del lector.
En algún momento el narrador usa a Rex, el perro de la familia, para darnos una panorámica de su opinión sobre los humanos. Unas páginas magníficas que no tienen desperdicio. 
Una novela que cuando se termina el lector se pregunta: ¿qué ha querido decirnos? Tal vez que el Destino de los humanos depende de fuerzas ajenas a su voluntad. Que nuestra naturaleza de mortales no es la peor situación, aunque el hecho de nacer para morir nos resulte inexplicable y ante el cual, incluso, nos rebelemos. Nos habla de la vida y de la muerte. Los infinitos, por temática, es una novela existencialista. Una novela para degustar cada frase, escrita en una prosa rica en matices, dejando que nuestra inteligencia vaya deglutiendo cada párrafo, fragmentando la historia para conseguir visualizar el conjunto. Las descripciones de los sucesos, de la casa, del terreno, incluso de ruidos y actos, son minuciosas. Una lectura difícil que necesita tiempo para aceptarla por completo.

martes, 13 de septiembre de 2016

"Babas de caracol", diez años más tarde.

CLUB DE LECTURA EN LA BIBLIOTECA MUNICIPAL iSABEL DE VILLENA, EN EL BARRIO DE TORREFIEL, DE VALENCIA.


          Ayer, en la biblioteca municipal Isabel de Villena, en el barrio de Torrefiel de Valencia, recuperé el mundo de Berta Astomí, la protagonista de "Babas de caracol", en el que viví obsesionada durante el período de más de tres años que me llevó la escritura de esta novela.Su personaje tiene tanta fuerza que resulta provocador, lo que constaté ayer, una vez más, por el encendido debate que tuvo lugar entre la veintena de lectores que acudieron a la cita. Para mí, que me encuentro ahora todavía en período de promoción de Diario de una sombra, otra novela que no deja indiferente a nadie, fue como un regreso a una historia lejana que se me metió muy dentro y de la que salí transformada, como le ocurre al otro protagonista, el escritor Pedro Ribera, un intelectual otrora arrogante que empezará a apreciar, a raíz de su investigación sobre la vida de Berta, los instantes de felicidad que nos ofrece la vida y que merecen ser retenidos en la memoria.

          Lo pasé muy bien, los lectores siempre aportan nuevos puntos de vista de los que aprendo. Emilio García Giner, el bibliotecario, está realizando una labor fantástica de difusión de la lectura. 
        Hace 10 años que salió Babas de caracol, en la editorial Aurea, hoy desaparecida. Luego, en 2013, la volvió a publicar Plataforma Editorial. Una historia curiosa, casi heroica, la de este libro que se mantiene por el cauce boca-oído de los lectores y que lleva vendidos entre las dos ediciones más de 5.000 ejemplares. Ayer, la mayoría traía el libro de la primera edición, facilitado por la biblioteca, con la portada llena de remiendos con papel de celo, por los muchos préstamos de que han sido objeto. Me produjo una satisfacción íntima muy grande. Gracias queridos lectores. 
          Y ahora, unas fotografías para el recuerdo.
        La primera es del grupo. La segunda es del componente más joven, Emilio García,  hijo, que hizo la primera foto y se perfila como un lector de primera. Luego aparecen las dos portadas respectivas de las dos ediciones. Dos portadas cuidadas y preciosas, en estilos muy diferentes.




 


jueves, 1 de septiembre de 2016

"Personajes de novela", próxima charla en PUERTO DE SAGUNTO

INVITACIÓN



Jueves 29 de septiembre a las 19,30 h. en PUERTO DE SAGUNTO

Es evidente que las personas que hayan leído la novela podrán aprovechar mejor la charla "Personajes de novela", pero no es condición indispensable. Hablaré de cómo se construye un personaje, qué elementos hay que tener en cuenta para que sea creíble, cómo llevar a cabo su descripción y tomaré como referencia los de mi última novela publicada, "Diario de una sombra". Espero que la charla resulte útil para aquellos que quieran lanzarse a la aventura de escribir y, también, para lectores exigentes que gusten de novelas donde la hondura psicológica de los actores principales resulte determinante para mantener la tensión lectora.
María García-Lliberós

El acto es libre.
Habrá libros disponibles para la venta.

lunes, 29 de agosto de 2016

"El periodista deportivo", de Richard Ford

Traducción de Isabel Núñez y José Aguirre.
Editorial Anagrama (Colección Compactos). 
6ª edición, marzo 2016 (1ª ed. en español, 1990).
396 páginas.
11,90 €, en papel.


Mi curiosidad por Richard Ford surgió a raíz de su concesión del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016 y el aluvión de reportajes elogiosos en torno a su obra que el acontecimiento provocó. Y como el verano es una buena época para ponerse al día y cubrir lagunas de lectura, me puse a ello con expectativas muy altas. 
El periodista deportivo, la obra que "consagró internacionalmente a Richard Ford", como explica la contraportada, me ha interesado y la he leído con gusto y, también, me ha parecido que está sobre valorada por la crítica.
En El periodista deportivo Richar Ford crea un personaje, Frank Bascombe, que le va a acompañar como protagonista en otras dos novelas posteriores -El Día de la Independencia (Premio Pulitzer) y Acción de Gracias- conformando una trilogía que pretende reflejar el modo de vida americano y la visión de un americano sin problemas económicos sobre la sociedad que le rodea.
La novela está escrita en primera persona y toma la forma de un diálogo con el lector, o un monólogo ante él. Frank Bascombe después de haber escrito una novela de éxito, el suficiente para poder comprarse una buena casa en un barrio residencial, ante su incapacidad para sacar adelante la segunda, decide aceptar un trabajo como periodista deportivo (un empleo que desarrolló el propio autor), un trabajo que le permite viajar por los EE.UU., conocer a viejas glorias del deporte o entrevistar a nuevas estrellas, y disponer de bastante tiempo libre. Bascombe es un hombre que quiere creerse que es feliz, que se lo repite con frecuencia, que intenta analizar las cosas en positivo, que muestra tolerancia hacia los demás, que trata de no dar importancia a los reveses de la vida y está dispuesto a iniciar nuevas relaciones que alimenten su ansia de felicidad. Pero la muerte de su hijo de 9 años por una extraña enfermedad y la posterior ruptura de su matrimonio, planean por su espíritu y son una constante llamada al pasado condicionando, de forma ajena a su voluntad, su actitud hacia el presente.
La novela desconcierta en algunas secuencias. Su relación con Vicki, su actual novia, resulta inconsitente, los diálogos banales, livianos, engañosos respecto a unos sentimientos cuya intensidad no consigue la verosimilitud. La aparición, en la última parte de un tal Walter, miembro como él de un grupo de divorciados,  que entra en su vida de forma atropellada casi imponiendo su amistad y haciéndole partícipe de vivencias íntimas perturbadoras, resulta forzada, así como la reacción posterior a su muerte, sin descubrir qué se propone, como si el comportamiento de Frank no respondiera a lógica alguna. Más interesante es la relación que mantiene con X, su ex mujer.
Bascombe busca la felicidad, la forma de superar su pasado, y se convierte en un hombre "fácil" que con el trato decepciona, porque se auto engaña constantemente con las mujeres, confundiendo amor, deseo y matrimonio. Tiene ideas preconcebidas sobre la gente en función de su procedencia (Medio Oeste, Nueva Jersey, Michigan, etc.) y su constante movimiento, por el país y por el interior de sus pensamientos, transmite la inquietud de un hombre insatisfecho con su existencia, dominado por una apatía moral.
La novela se lee bien, distrae, tiene ritmo, propiciado por los constantes movimientos de vuelta al pasado para analizar el presente, de recuerdos imborrables, en ocasiones irrita, en otras muestra hondura de pensamiento. 
No comparto todavía las opiniones de algunos críticos encumbrados de que Richard Ford se esté convirtiendo en el mejor escritor norteamericano. Tal vez vaya cambiando de opinión con otras lecturas suyas.

viernes, 22 de julio de 2016

"El ruido del tiempo·, de Julian Barnes

Editorial Anagrama, 2016                              

Traducción del inglés de Jaime Zulaika.
199 páginas.
16,90 €, en papel.


     Julian Barnes (Leicester, 1946) ha construido un personaje inspirado en la biografía del compositor de música ruso Dmitri Shostakóvich (San Petersburgo, 1906 - Moscú, 1975). La elección es adecuada porque Shostakóvich, además de ser un músico ruso de reconocimiento mundial, vivió (mejor sería decir que sobrevivió) bajo el régimen totalitario de Stalin, y su biografía es controvertida manteniendo la suficiente oscuridad y los suficientes elementos contundentes para que a un novelista le tiente husmear en el interior de su psicología e imaginar las luchas contradictorias, agónicas, que tuvo que mantener con su conciencia. 
Julian Barnes 
     La novela se ocupa del Poder en la Unión Soviética y su relación con el Arte, de un Poder totalitario que se inmiscuía en las vidas de los particulares hasta niveles insoportables. Y si éstos eran artistas o intelectuales, con mayor ahínco. Debió ser difícil poseer talento, destacar, y resistir las presiones que el Poder ejercía para apropiarse de su trabajo de compositor al servicio de los mensajes propagandísticos del régimen, o de su persona de músico de éxito como correa de transmisión de los mensajes políticos. En ocasiones sucumbió.
Dmitri Shostakóvich
     Para algunos de sus biógrafos Shostakóvich fue un disidente y para otros un esbirro del totalitarismo. Lo cierto es que su obra fue prohibida en la Unión Soviética durante veintiséis años mientras podía escucharse en el resto del mundo. Pero también es cierto es que se le concedieron varios premios Lenin, tuvo privilegios especiales, representó a su país en el Congreso Cultural por la Paz en Nueva York, acabó afiliándose al PCUS y formando parte de sus órganos decisorios. ¿Por qué, en la época más dura del terror de Stalin a Shostakóvich se le presionó, se le denigró y humilló y, al mismo tiempo, se le permitió vivir y seguir componiendo? 
     Julian Barnes no es un historiador, tampoco un biógrafo, es un novelista y nos cuenta una versión verosímil. Tal vez lo mejor de este relato intenso es la forma en la que consigue que el lector sienta esas garras claustrofóbicas del Poder sobre la libertad creadora y existencial del artista. La imagen de un hombre, padre y esposo, vestido en mitad de la noche con un maletín en la mano, esperando en el rellano del ascensor a que vengan a por él, para evitar que su familia vea cómo es sacado de la cama por la fuerza y apresado en pijama para ser llevado a un lugar ignoto del que no se vuelve, resulta estremecedora. Shostakóvich representa al individuo normal en circunstancias de pánico. Barnes, con habilidad, a través de un relato en tercera persona desde el interior de su protagonista, nos muestra su lucidez, su indefensión, su falta de heroísmo, incluso su cobardía o, su necesidad de proteger su vida y la de los suyos, incluso proteger su obra, aunque para ello deba someterse a los dictados extravagantes y necios de los mensajeros de Stalin, deba leer en público los aborrecibles discursos que le escribían o firmar cartas contra intelectuales que admiraba. Tal vez lo mejor de esta novela sea que, a pesar de ello, el lector renuncia a juzgar a Shostakóvich (¿qué hubiéramos hecho cada uno de nosotros en su lugar?) porque lo condenable fue el régimen en el que tuvo que vivir.
     Una novela corta, demasiado corta para el tema que aborda, con muchas frases para la reflexión, una recreación sutil del lenguaje sibilino del Poder, muy interesante, en la que hay ironía, incluso sarcasmo, también compasión, y que mantiene la figura del compositor entre los claroscuros que seguirán alimentando la controversia.

sábado, 9 de julio de 2016

"Johnny empuñó su fusil", de Dalton Trumbo

Editorial Navona, 2015.                         
Dalton Trumbo 

271 páginas.
Traducción de José Luis Piquero.
Epílogo de Javier García Sánchez.
13,70 €, en papel.


Todavía recuerdo cuando, hacia 1972, vi, en el desaparecido cine Artis de Valencia, la película "Johnny cogió su fusil". Salí estremecida. 

Una película que me dejó una huella enorme y que hoy, después de leer la novela que la inspiró (con un sutil cambio en el título), me gustaría volver a visionar. En mi memoria la película se mantiene más lírica, a pesar de la enorme tragedia que nos cuenta, que el libro. En cualquier caso, Trumbo, novelista, guionista y director de cine, su autor incontestable, nos proporciona un texto antibelicista, lleno de reflexión, de un hombre que, por encima de cualquier interés, coloca el supremo valor de una vida humana.
Johnny es un joven representante de la América rural que, como si de una fiesta se tratara, se alistó, junto con otros miles de jóvenes americanos, para defender la democracia en una Europa inmersa en la Primera Guerra Mundial. Un obús acabará con su alegría. Cuando despierte en un hospital irá descubriendo horrorizado los daños causados en su persona. Sin brazos ni piernas, sin cara y sin posibilidad de ver, ni oír, ni hablar, pero vivo porque comprueba que tiene la capacidad de pensar, enterrado en su propio cuerpo, el pánico se adueña de él y lo contagia al lector, sin duda, que no puede evitar meterse en la piel de Johnny y compartir sus sentimientos. Por eso la novela también podría ser calificada de terror, con mayor autoridad que muchas que se venden bajo esa etiqueta.
Johnny empuñó su fusil es una novela escrita en tercera persona desde la mente de Johnny, una técnica compleja, y es una narración de supervivencia en situaciones límite. Vencer el desconcierto del paso del tiempo, la necesidad de medirlo de alguna manera, la terrible soledad de la incomunicación a la que le condena su estado, el miedo a la pérdida de identidad, serán objetivos que irá marcándose. Johnny se dedica a recordar su vida, su familia, sus momentos felices, a reflexionar porqué se metió en una guerra en Europa que ni le iba ni le venía, se cuestiona si la democracia se merece tanto sacrificio y, sobre todo, a ingeniárselas para hacerse entender. Lo consigue, no diré cómo porque es mejor que el lector lo descubra por sí mismo, y la respuesta decepcionante, fría, de las autoridades a sus mínimas demandas. 
Aunque a la novela le sobra algún capítulo, nadie debería dejar de leerla, mantiene su vigencia y su fuerza después de 77 años desde su publicación en 1939, días antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, prueba de que el ser humano no aprende, sobre todo los políticos, de que la guerra nunca es la solución con que pretenden vendérnosla.
Dalton Trumbo resultaba incómodo para el poder, por eso es digno de nuestro amor y respeto.

viernes, 8 de julio de 2016

"Vidas cruzadas", de Ángel Martínez Pons

Editorial Sargantana, 2015                 
343 páginas.
17,90 €, en papel.

De Ángel Martínez Pons (Orba, Alicante) había leído varias novelas, todas de carácter histórico. Recuerdo especialmente Juan de Austria. Novela de una ambición (Edhasa, 2003), que me encantó. Por eso me ha sorprendido Vidas cruzadas, porque se aparta de su especialidad para adentrarse en el territorio de la novela realista, actual (2ª mitad del siglo XX) y de sentimientos. 
Ángel Martínez Pons

La acción transcurre en Valencia y por los datos que aporta (los protagonistas estudian Filosofía y Letras en el edificio de la Universidad de la calle de la Nave) y por las costumbres y conductas que refleja, ésta puede ubicarse temporalmente entre las décadas de 1960 y 1970.
Destaca la estructura de la novela que descansa en una docena de voces que van tomando la palabra en primera persona, contando al lector lo que cada uno observa, lo que cada cual siente y percibe en torno a hechos cotidianos, naturales y, para ellos, en ocasiones trascendentales. La estructura también es circular porque la primera parte y la última se dan la mano, una historia, la de Laura y Borja termina para dar paso a otra que comienza, pero entre medio ocurren muchas cosas.
Vidas cruzadas es una novela sencilla, inspirada en la vida misma, con personajes cercanos, normales, que aspiran a disfrutar de una cotidianidad sin sobresaltos, que responden a la mentalidad de la época, educados bajo la dictadura, alejados de la política, jóvenes que se preparan para un futuro independiente, que se enamoran, que sufren la represión sexual, que poseen creencias religiosas, que tienen que salvar obstáculos familiares, que valoran la amistad como algo esencial y se manifiestan leales entre ellos en todo momento. 
Una novela que va tomando fuerza conforme avanza y que la disfrutarán, sobre todo, personas mayores cuya memoria conecte y entienda con facilidad comportamientos y actitudes que hoy serían tachados de anómalos. Una forma de poner en evidencia los enormes cambios sociológicos habidos en España durante los últimos cuarenta años. Transmite un espíritu positivo de la vida, a pesar de las tragedias, y la importancia de rodearse de personas con bondad y generosidad.

martes, 28 de junio de 2016

"Cinco esquinas", de Mario Vargas Llosa

Editorial Alfaguara, 2016.                         
Portada
314 páginas.
20,90 €, en papel; 12,34 €, en ebook.

          Cuando me acerco a una nueva obra de Mario Vargas Llosa, lo hago con el respeto que merece el autor de La casa verde, Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, o La Fiesta del Chivo, un puñado de obras maestras que me han venido a la mente  así a bote pronto y sin ningún esfuerzo. También con las enormes expectativas que genera una trayectoria literaria tan larga, rica y variada.  Cinco esquinas, sin embargo, me ha decepcionado.
          Es imposible no compararla con La Fiesta del Chivo, por ejemplo, por la temática de denuncia de unos gobernantes corruptos que usan el matonismo y el terror para someter al pueblo, en la republicana dominicana en un caso, en el Perú, patria del autor, en este libro que les comento. Pero en Cinco esquinas, la trama argumental, los personajes e incluso el lenguaje, parecen languidecer ante la fuerza literaria de los de La Fiesta del Chivo.
          La acción se ubica en Lima, durante los años de la dictadura de Fujimori (que fue adversario político de Vargas Llosa en unas elecciones presidenciales) y su mano derecha, el siniestro Doctor, jefe de las fuerzas de seguridad. La novela se estructura en torno a dos tramas que no acaban de acoplarse bien. La primera toma la forma de una aventura amorosa entre dos amigas pertenecientes a la clase más encopetada de la sociedad limeña. Dos mujeres frívolas, ociosas, pijas a más no poder, casadas con hombre ricos y poderosos que, a su vez, son amigos entre sí, y que, en el ámbito privado se comportan como si fueran caricaturas de sí mismos. La cursilería de los diálogos entre ellas, y entre ellas y sus maridos, estuvo a punto de hacerme abandonar la lectura. Ni siquiera las escenas sexuales resultan excitantes. La otra trama tiene más envergadura e interés, conecta con el chantaje, al esposo de una de ellas, de un periodista director de una revista de escándalos, las consecuencias criminales del mismo y las conexiones con un poder político que instrumentaliza a cierta prensa para desprestigiar y hundir a cualquier adversario molesto.
          A los personajes les falta cuajo. La Retaquita, por ejemplo, una periodista llena de rencor, sin escrúpulos y con el colmillo retorcido, pasa a convertirse en heroína en un proceso al que le falta credibilidad. El malísimo Doctor comete errores impropios de un argumento solvente al igual que el chantajista, un profesional que se deja llevar por la ira antes que por la cabeza.
          Cinco esquinas se lee bien, por supuesto, y entretiene, pero pasará, en mi opinión, como una obra menor y poco afortunada del Premio Nobel.
          María García-Lliberós