Penguin Random House Grupo Editorial (Debate), 2015 (4ª edición, 2021)
Traducción: Yulia Dobrovolskaia y Zahara García González.
365 páginas.
La estructura es sencilla: entrevistas, más de tres décadas después, a decenas mujeres que sobrevivieron a aquel horror dispuestas a recordar y a contarlo ante una grabadora. La labor de Alexiévich se resume en dar voz a esas mujeres todavía traumatizadas por aquella experiencia, transcribir sus historias y ordenarlas. Para algunas suponía vencer una obligación de olvidar impuesta para superar el dolor, para otras una terapia necesaria. En cualquier caso, este libro nos muestra la guerra contada desde la perspectiva de la mujeres que participaron en ella matando, al igual que los hombres. "Matar da miedo", dice alguna de ellas. Que te maten también, por supuesto. Esta perspectiva relata los acontecimientos bélicos desde el interior de cada una. Desnudan su alma, nos muestran los sentimientos, se alejan de las hazañas en combate, de estrategias y heroicidades tan propias del relato masculino, para enseñar las consecuencias del horror en nuestro interior. Y esto es lo que me ha parecido más valioso.
Durante la primera parte he echado de menos el trabajo creativo de Alexiévich, incluso me parecía que el discurso caía en cierta reiteración, a pesar de algunos testimonios estremecedores. La segunda mitad del texto cobra altura e intensidad. Plantea temas importantes y desconocidos. No solo el trato de los soldados en el frente con ellas, respetuoso y protector en combate, admirativo incluso, tierno por parte de los heridos, y agresivo en ocasiones por parte de hombres hambrientos de carne femenina. La violación también estaba presente. Pero quizás, lo que más me ha llamado la atención es la recepción que estas mujeres tenían cuando, declarada la Victoria, una victoria a la que habían contribuido arriesgando sus vidas, incluso condecoradas, regresaban a sus pueblos y familias. Los prejuicios instalados en la sociedad les hacía percibir el desprecio, como si en vez de ir a la guerra como soldados hubieran ido como putas. El dolor que esa reacción producía podía ser más intenso que la muerte a la que se habían acostumbrado en el campo de batalla. A sus compañeros soldados se les recibía como héroes.
Una lectura interesante y recomendable.
María García-Lliberós
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