lunes, 23 de diciembre de 2019

"La isla de Arturo", de Elsa Morante.


Ed. Lumen, 2017                                      
Elsa Morante
Traducción de Eugenio Guasta.
Prólogo de Juan Tallón
432 páginas.


Prócida, una isla de cuatro kilómetros cuadrados situada en el golfo de Nápoles que acoge en su parte más alta un hostil presidio, es el escenario de esta historia y un personaje más de la misma. El narrador y protagonista es Arturo, un adolescente asilvestrado que vive sin normas, en absoluta libertad de movimientos. Su madre murió al nacer él y su padre, Wilhelm Gerace, un tipo misterioso, egoísta y taciturno, se ausenta con frecuencia dejándolo al cuidado de un ayo, Silvestro que, con el tiempo será su único amigo. Su mundo, en el que no hay mujeres, se circunscribe a un caserón antiguo y solitario de dos plantas, la playa, los campos, los libros, su perra Inmacolatella y su fantasía.  Arturo nos habla en primera persona y lo hace desde el futuro en relación a lo que nos cuenta, unos sucesos que comenzaron en 1938 cuando él tenía catorce años y acabaron tres años más tarde, con la segunda Guerra Mundial en el horizonte inmediato, tiempo en el que tuvo lugar su transformación en adulto.
Novela de pocos personajes que Arturo nos irá presentando a través de sus recuerdos. El padre a quien tenía idealizado ocupa un espacio importante. Su autoridad era sagrada, lo que decía lo elevaba a categoría de ley, encarnaba la grandeza humana, lo amaba y admiraba a pesar del desdén al que lo sometía y, en cuanto abandonaba la isla, lo convertía en leyenda, protagonista de múltiples hazañas. Alimentó la ilusión de acompañar a su padre en sus viajes en cuanto fuera mayor. La primera parte de la novela gira en torno a la isla y a esa relación desigual entre padre e hijo en un mundo cerrado, extraño, ajeno a lo que sucede a su alrededor. Arturo desnuda su alma infantil, muestra sus sentimientos, su dependencia afectiva, la nostalgia de una madre, su arrogancia, y su soledad.
La aparición de Nunziatta, una joven de 16 años con la que Wilhem se ha casado en Nápoles, vendrá a revolucionar ese apacible interior. Su primer encuentro, lleno de recelo por parte de él y de ingenuidad provinciana por parte de ella, está lleno de encanto. Tiene lugar un diálogo conmovedor, con lenguaje casi infantil. Nunziatta procede de una familia pobre, es una persona ignorante, crédula, religiosa, de convicciones firmes, simple, que acepta resignada el rol de esposa y madrastra, consciente de que ha pasado a ser propiedad del marido. Su primitivismo la hace transparente. Sin proponérselo vendrá a cerrar un triángulo de sentimientos encontrados.
La isla de Arturo nos habla del nacimiento y evolución del amor, del que Arturo, en contra de su voluntad y casi odiándose por ello, sentirá por Nunziatta; del que fluye hacia su padre y los cambios en el mismo cuando consiga desenmascararlo; del de Nunziatta hacia Arturo, una lucha en la conciencia entre la tendencia natural y la represión religiosa, entre el deseo y el pecado; del de Nunziatta hacia su bebé, fuente de una felicidad espontánea y natural; y del de Wilhem, el padre, hacia un oscuro presidiario que le mantiene cautivo.
La novela tiene profundidad psicológica. Arturo, en su proceso de recuerdo, se sumerge en lo más profundo de su alma, y nos muestra su desconcierto ante los nuevos sentimientos a los que aún no sabe dar nombre, sus pasos de la rabia al deseo, del odio al amor, de la crueldad a la compasión, de la alegría al dolor y por encima de todos, los celos, inmensos, por verse desplazado en la escasa atención de su padre, y de la felicidad de Nunziatta producida por su hermanastro convertido en su centro vital.
Elsa Morante muestra una gran habilidad narrativa porque la novela contagia el ritmo lento de la vida en esa bella isla de pescadores y, sin embargo, la tensión literaria no decae en página alguna, es creciente y el lector, gracias al enorme talento de la autora para el intimismo, participa por completo en la guerra interna que enloquece a los protagonistas y los comprende, captura los movimientos de la conciencia con sus errores y arrepentimientos. Porque cada uno tiene sus secretos, sus motivos inconfesables que explican sus conductas. La prosa es rica y visual, mientras leemos vemos la isla de Prócida y sus gentes, imaginamos a los protagonistas con perfiles bien definidos, y hasta participamos del machismo de la sociedad napolitana que impregna también el comportamiento de las mujeres.
Una gran novela.

María García-Lliberós





martes, 17 de diciembre de 2019

"Adiós a Berlín", de Christopher Isherwood


Traducción de María Belmonte.                                  

Editorial Acantilado, 2019 (2ª edición; 1ª en 2014).
261 páginas.


Cuando empecé a leer este libro pensé que estaba ante una novela ligera, irónica y elegante, mundana, llena de observaciones chispeantes, algo cotilla, que me permitiría pasar un delicioso tiempo en su compañía y me dejaría poca huella. Conforme avanzaba me di cuenta de que esto último no era cierto. Adiós a Berlín tiene más miga de la que parece.
Es el resultado de la mirada de un inglés de buena familia, el mismo Isherwood, sobre la ciudad alemana entre 1930 y 1933, un período en el que se cocía la inminente irrupción del nazismo. Se instaló en Berlín con 26 años, sobrevivió dando clases de inglés, trabó amistades, algunas peligrosas, y fue testigo directo del inicio de las transformaciones sociológicas que tuvieron lugar.
Christopher Isherwood
Algunos consideran Adiós a Berlín como un libro de cuentos, pues se estructura mediante seis relatos que poseen cierta autonomía, pero yo lo veo como una narración continua, mezcla de ficción y realidad, al tener en cuenta los elementos comunes entre ellos y el propósito que contiene como conjunto que no es otro que colocar a la sociedad berlinesa bajo la lupa de una cámara y mostrárnosla. El libro se publicó por primera vez en inglés en 1939 y tuvo bastante impacto pues trataba temas, como la homosexualidad, velados hasta entonces en una sociedad victoriana convencional y pacata.
En el texto tienen una importancia fundamental los personajes y los escenarios. La pensión de Frau Schroeder acoge una población variopinta. La misma Frau Schroeder se divierte, junto con otra inquilina, colocando la oreja en el suelo para escuchar como el vecino de abajo muele a palizas a su mujer judía. La animadversión a los judíos se encuentra en el ambiente, y el autor muestra suficientes síntomas de ello, lo que explica la conducta pasiva de la población cuando estallaron los primeros brotes de brutalidad en los espacios públicos. Isherwood, que se inserta en el relato como un personaje más y es el relator, recrea la atmósfera cada vez más violenta de Berlín, cuenta cómo la maldad se extiende como una enfermedad que infecta el mundo actual, y cómo berlineses de bien, obligados a seguir viviendo allí, se iban aclimatando y aceptando las barbaridades que trajeron los nazis. Estos necesitaron solo 12 años para eliminar la atmósfera de libertad y de vanguardia cultural que poseía mientras fue capital de la república de Weimar.
Un personaje destacado es el de Sally Bowles, quizás porque fue interpretada por una inolvidable Liza Minelli en la película “Cabaret”. Se trata de una mujer despreocupada, que juzga a los hombres por sus habilidades amatorias, sus capacidades para los negocios y por sus riquezas. Una cabeza loca que aspira a tener un amante rico. Me parecen más interesantes los Landauer, familia judía propietaria de unos grandes almacenes, conscientes de la guerra iniciada contra ellos y del final que les aguardaba. Son interesantes las confidencias que el relator mantiene con Bernhard, gerente de los negocios, en torno a la reacción de los judíos frente a los desmanes nazis.
Asimismo, me ha gustado el capítulo dedicado a los Novak, una familia pobre alemana con la que vive un tiempo y que me ha recordado los relatos (cinematográficos) de denuncia social de Ken Loach, trasladados a la Alemania nazi, protagonizados por personas desoladas, hambrientas de amor y sexo, que malviven en un ambiente de desesperanza e ira.
En definitiva, una novela que transcurre con enorme facilidad gracias a esa prosa limpia propia del estilo anglosajón, tan grata al lector, pero que plantea temas profundos y responde, en parte, a esa pregunta que nos hacemos cuando nos acercamos a la Historia de Alemania del siglo XX: ¿cómo pudieron llegar a ocurrir aquellas atrocidades en una sociedad culta y avanzada?

María García-Lliberós


miércoles, 27 de noviembre de 2019

"La hierba azul de Calíope", de Emi Zanón.

Texto de la presentación de la novela en la Asociación Cultural MUJERES EN MARCHA, de Alfafar (Valencia), el martes 26 de noviembre de 2019.

Emi Zanón es valenciana, nacida en Buñol, donde sigue viviendo. La conozco desde hace años, somos amigas además de colegas en esto de escribir, tiene un carácter alegre, es afectiva y expresiva, y lo que más admiro de ella es su tremenda fortaleza. Emi es fuerte, lo digo con conocimiento de causa, y esa fuerza que emana desde su interior le permite afrontar con temple cualquier adversidad que le depare la vida, posee esa ventaja sobre la mayoría de los seres humanos. Esa fortaleza no es un don o un regalo de la naturaleza sino fruto de la reflexión que le condujo a establecer un compromiso con ella misma y con “la nueva Humanidad emergente” (según sus palabras), basada en el amor y el respecto a todo lo que nos rodea. De aquí deducimos que, tal como está el mundo es, además, optimista. Esta filosofía impregna su modo de vivir, de ser madre, amiga o escritora, sus actividades cotidianas y domésticas y también las creativas.

Ha publicado las novelas: Su último viaje (Araña Editorial 2009), con la que quedó finalista del Premio Fernando Lara.
Yámana, Tierra del Fuego, (Editorial Sargantana, 2016).
Emi Zanón también ha cultivado la narrativa breve y el teatro, y colabora con diversos medios de comunicación. Es asimismo una persona activa en las redes sociales (autora del blog: emizanonsimon.blogspot.com).
Ha participado en numerosas mesas redondas, charlas, presentaciones de libros, porque ejerce como una auténtica animadora cultural en Buñol, su pueblo, en Valencia y donde se tercie.
Emi Zanón, a través de su obra se consagra a la trascendentalidad como valor superior y fundamental del ser humano, necesario para hallar el auténtico sentido a nuestra existencia. Veamos cómo lo hace en su última novela que presentamos hoy.

Lleva por título La hierba azul de Calíope (NPQ editores, 2018). Y lo primero que pensé al leer el título fue en quién fue Calíope, porque era obvio que el título incluía una intención.
Busqué en wikipedia y me enteré de que en la mitología griega, Calíope (la de la bella voz) es la musa de la poesía épica y la elocuencia. Se la representa con las características de una muchacha de aire majestuoso, llevando una corona dorada, emblema que indica su supremacía sobre las demás musas.
Emi dedica la novela a su hija y la define como una novela juvenil. Efectivamente, está protagonizada por jóvenes de 16 años, una edad conflictiva por lo que tiene de transición, ubicada en la época actual presidida por el consumo y el dinero. En el primer capítulo nos presenta a Olivia, personaje principal, una muchacha preciosa que quiere ser modelo para alcanzar la fama, el éxito y ganar dinero. Toni, el fotógrafo para el que trabaja le advierte que el éxito en la vida es vivir en armonía con uno mismo y su entorno, lo que ella califica de filosofía barata. La novela no oculta cierto afán educador.
Otro personaje es Cristina, la amiga de Olivia, celosa y capaz de hacer mal, la que ha conseguido que sus padres le regalen unas buenas tetas. Con estos trazos, el lector se hace enseguida una idea del talante de las dos amigas, representativas de su generación que lleva un estilo de vida de adolescentes un tanto deshumanizado.
Se muestra en el libro, por ejemplo, cómo se liga hoy en día y, la verdad, me ha sorprendido el lenguaje directo, la rapidez con que se llega al morreo y al magreo, casi sin sentimientos, lo diferente que es del amor romántico, y lo mayor que me he sentido leyendo ciertos párrafos, así como alejada de los sentimientos y de la estética de esta juventud. Así, en la página 34 dice: “los tíos pueden tener sexo con ellas, pero ellas pasan de ellos, de comprometerse”, o en la 35 “ahora primero se enrollan (tienen relaciones sexuales) y luego deciden salir juntos o no”, es decir, ese enrollarse se hace casi sin un conocimiento previo, sin un mínimo proceso de seducción. Pertenezco a otra época, pero esta forma de aproximación me parece pobre, fea e incluso humillante. Aprovecho para apuntar algo que me preocupa mucho. Leí en algún periódico hace unos meses que un porcentaje elevadísimo de adolescentes se iniciaban en la vida sexual a través de la pornografía (a su alcance a través de internet). La pornografía mata el amor y humilla a la mujer, la convierte en mero objeto de placer y posesión. Está basada en la fuerza y el dominio de uno sobre otra. Si queremos una sociedad más justa formada por hombres y mujeres más felices, no podemos permitir que se convierta en el modelo afectivo sexual de los menores. Desconozco cómo impedirlo pero pienso que tiene mucho que ver con el desarrollo de conductas violentas, con la proliferación de manadas, con la difusión por redes sociales de videos comprometedores por parte de machitos descerebrados. Olivia y Cristina parecen haber aceptado el rol que de ellas se espera derivado de estos modelos.
Dentro de esta moral laxa que rige las conductas de las protagonistas no sorprende que Olivia robe de la taquilla de una compañera un cuaderno que cree que es un diario pero que en realidad es un texto que lleva por título La hierba azul de Calíope, cuya lectura, por inesperada, le atrapará desde el principio y le ayudará a buscar la autenticidad en el amor y en la sexualidad, a espiritualizar experiencias, a contribuir para crear un mundo mejor. Así que nos encontramos con una estructura tipo muñecas rusas, esto es, la de un relato dentro de otro.
Toda novela cuenta de alguna manera un proceso de transformación y esta, de Emi Zanón, también sigue este principio. El lector asistirá al proceso de transformación de Olivia en una joven que decide despojarse de lo falso que ocultaba su personalidad y no reprimir los sentimientos. Ahuyenta el miedo al compromiso. Cambia la vida y la hace más bella.
La lectura es un ejercicio solitario y un instrumento fundamental para la educación, y Emi lo sabe. Abre la mente del lector a otros mundos, te permite viajar con la imaginación, desarrolla la fantasía y, lo más importante, vives otras vidas, la de esos personajes que te acompañan mientras pasas las páginas de un libro, te obliga a meterte bajo su piel, a comprender los motivos de sus conductas, incluso aunque no los compartas, a distinguir entre el bien y el mal, a identificar sentimientos, a conocer el ser humano porque nos reconocemos en esos personajes o reconocemos a otros. La hierba azul de Calíope, como novela juvenil va dirigido a ese sector de la población que atraviesa las turbulencias de la adolescencia y le aporta un sutil mensaje o una sugerencia: el mundo que les rodea puede ser mejor si tú quieres que sea mejor. Una enseñanza que, por supuesto, también es válida a los adultos que, sin duda, leerán esta novela con gusto.
En las novelas y los relatos de ficción hay valores éticos que el lector reconocerá al introducirse en el desarrollo de la trama que contendrá conflictos familiares, laborales, amorosos, tal como es la vida misma y que en La hierba azul de Calíope están presentes. Mediante la lectura se adquieren experiencias de vida en cabezas ajenas (la de los protagonistas de las historias), lo que nos hace más sabios y colabora a ejercer el desarrollo del derecho de todo ser humano a buscar su verdad.
La hierba azul de Calíope, de Emi Zanón, contiene los principios esenciales de la filosofía de su autora, esos que le otorgan la fortaleza de la que hablé al principio, y que pueden concretarse en los términos de transcendencia y amor por la vida. Es un relato que contiene una lección de vida y marca el camino de cómo hacer frente en esta sociedad capitalista al caos, la impostura y el consumismo. Por todo esto merece leerse.
María García-Lliberós

Con un grupo de mujeres de la Asociación Cultural.
 
M. García-Lliberós, E. Zanón, Q. Olmos (editor) y Concha Prieto (de pie).

martes, 26 de noviembre de 2019

"Las tres vidas del pintor de la luz", de Javier Alandes.


Editorial Sargantana, 2019                 


450 páginas.

Joaquín Sorolla es, sin duda, el pintor de la luz y una persona cuya memoria es idolatrada en la ciudad de Valencia. El título de esta novela nos hace pensar que su figura, su obra y su vida, va a ocupar el lugar de protagonista absoluto de la historia, pero no es así. La estructura del libro es bastante más compleja y su trama aborda otras líneas argumentales que hunden sus raíces en la saga familiar de la que procede el autor.
En la primera parte de Las tres vidas del pintor de la luz nos cuenta la historia de Joselito, Francisco y Augusto García, tatarabuelo, bisabuelo y abuelo respectivamente del autor, personas que hoy calificaríamos de emprendedores que lucharon, sabiendo aprovechar los
Javier Alandes
golpes de suerte y las oportunidades que ofrece la vida hasta consolidar unas empresas. Al morir Augusto se descubre que un carboncillo atribuido a Sorolla, comprado por él en 1974 cumpliendo un encargo de su padre, no es considerado auténtico, hecho que sorprende, decepciona y estimula la curiosidad del nieto, lo que dará origen a la investigación cuyo resultado es el libro. Tenemos pues como espoleta un misterio en torno a un excelente carboncillo, datado hacia 1880, cuya firma plantea dudas de autenticidad.
En la segunda parte retrocedemos a la Valencia de 1879, a la Academia de San Carlos donde estudió Joaquín Sorolla. El autor muestra aquí sus mejores dotes para la ficción al diseñar el personaje del joven Sorolla y el de otro pintor Marcos Galarreta, probablemente imaginado, y contraponer la emoción pura a la perfección técnica, en un duelo brillante y enriquecedor para ambos. La figura del tutor don Santiago Bosch cobra especial relevancia, y su método de enseñanza para que los cuadros cuenten una historia está narrado con soltura y habilidad. En esta parte Sorolla es protagonista, tanto como Galarreta, dos pintores extraordinarios con desarrollos muy desiguales porque en la vida el azar puede encubrir o hundir una trayectoria. Se mostrará el origen de ese carboncillo misterioso y también la curiosa relación entre Sorolla y el tatarabuelo del autor. Valencia, Livorno, Roma y París surgen como escenarios principales.
La tercera parte es en realidad un anexo a lo que nos ha contado pues el autor la dedica por completo a desvelarnos el proceso de rastreo llevado a cabo desde la muerte de su abuelo en 2017 hasta 1879 cuando su tatarabuelo, con apenas 11 años, empezó a trabajar como ayudante de bedel en la Academia de san Carlos. Resulta amena y didáctica pero la novela estaba ya construida al final de la segunda parte.
Las tres vidas del pintor de la luz es un libro que atrapa, a pesar de que el relato va y viene en el tiempo de forma poco ordenada lo que obliga al lector a esforzarse para seguir la trama. Está escrito con una prosa correcta que favorece una lectura fluida. Protagonizada por igual por Sorolla, Galarreta y la familia predecesora del autor, combina personajes reales con otros imaginados, aporta abundante documentación de la vida y personalidad del pintor, del Museo Sorolla de Madrid, de los diferentes aspectos del mundo y el mundillo del arte, el auténtico y el de las falsificaciones, y contiene páginas deliciosas como las que recrea los días en los que el maestro pintó el famoso cuadro de la portada “Paseo a la orilla del mar” en la playa de la Malvarrosa, o “Defensa del parque de Monteleón” para el que movilizó a una compañía teatral en la plaza de toros de Valencia. Para los valencianos tiene el aliciente añadido de recrear lo mejor de nuestra ciudad en la época en que fue también la de Sorolla.
Una lectura recomendable y gratificante.

María García-Lliberós

jueves, 14 de noviembre de 2019

Los amnésicos. Historia de una familia europea.



Geraldine Schwarz.                                                       
Geraldine Schwarz

           Epílogo de José Álvarez Junco.
Tusquets Editores, 2019.
400 páginas.

Un libro que aparece en España en el momento oportuno, pues si bien se centra en las diferentes vías cómo Alemania y Francia se enfrentaron, o evadieron hacerlo, a su peor pasado –el nazismo y el colaboracionismo- y las consecuencias respectivas sobre las calidades de sus democracias, muchas cuestiones que plantea la periodista y realizadora Geraldine Schwarz (Estrasburgo 1974) pueden formularse también al caso español, pues sufrimos la dictadura franquista, lo que sin duda, incrementa el interés de su lectura.

Los amnésicos. Historia de una familia europea es un ensayo en tono de crónica periodística cuyo andamiaje resulta sólido y original a un tiempo. La autora, hija de padre alemán y madre francesa, inicia su investigación en el ámbito familiar al descubrir que su abuelo paterno Karl Schwarz, compró en Mannheim, en 1938, una empresa petrolera, a muy bajo precio, a los Löbmman, familia judía que necesitaba el dinero para financiar su exilio y que más tarde fue en parte asesinada en Auschwitz. A través de la micro historia, el relato familiar, trata de comprender la Historia, con mayúsculas, de Alemania durante y después del nazismo. ¿Cómo fue posible que su abuelo, un hombre bueno, que en su momento se aprovechó de la desgracia de los judíos, pasara a considerarse víctima de ellos cuando, acabada la guerra, un heredero de los Löbmann le reclamara una compensación económica desde los Estados Unidos?
Geraldine Schwarz pone bajo la lupa a la mayoría de alemanes mitläufer, esos ciudadanos callados que siguen la corriente, los que pensaron que ceder en las pequeñas cosas (marcar con estrellas amarillas comercios y personas judías, por ejemplo) no tenía importancia, sobre todo si podían obtener un beneficio, y decidieron no percatarse de la metamorfosis de los individuos cuando se funden en la multitud, se convierten en manipulables, y en lo fácil que resulta convertirse en delator o perseguidor, porque los fascismo tienen su parte de fascinación y su parte de horror. No mostrar desacuerdo ante un gobierno criminal es una forma de complicidad y, desde este punto de vista el individuo es responsable. 
El otro abuelo de la autora, el materno, fue gendarme francés en la frontera durante el gobierno de Vichy y colaboró en la deportación de judíos a campos de concentración, aunque no supiera a ciencia cierta que los mandaban a la muerte. En Francia no se investigó la actitud de la mayoría, esos que no fueron resistentes ni colaboracionistas, lo que favoreció una predisposición posterior a la indulgencia colectiva, al olvido, al borrón y cuenta nueva respecto a los implicados en Vichy durante la ocupación.
El texto de Schwarz es largo, aporta abundante documentación y se lee con fruición porque está escrito con agilidad y descubre al lector más o menos informado hechos que se han mantenido medio ocultos a la opinión pública, que explican las resistencias de las diferentes sociedades, la austriaca, italiana, polaca, húngara y otras también, a efectuar un auténtico “trabajo de memoria” –lo que sí se ha llevado a cabo en Alemania a través de los procesos de desnazificación- debilitando los cimientos de las democracias. El olvido del horror permite su retorno.
Su investigación alcanza hasta nuestros días después de detenerse especialmente en la caída del muro de Berlín en 1989 y las enormes diferencias, respecto a sus consecuencias y valoración, entre los alemanes del este y del oeste. Los nacionalismos excluyentes, los populismos que fomentan el odio al extranjero, debilitan a Europa.
En definitiva, un libro que debería ser de lectura obligatoria porque ayuda a pensar, a comprender, nos atañe a todos y nos pone en guardia. Aquí, en España, no ha habido un auténtico “trabajo de memoria”, ni proceso de “desfranconización” sobre nuestro pasado sucio reciente, lo que podría explicar el auge de partidos de ultraderecha nostálgicos de la dictadura y las dificultades para cumplir con los mínimos de nuestra liviana ley de Memoria Histórica. El epílogo de José Álvarez Junco es pertinente, didáctico y clarificador.
María García-Lliberós.

viernes, 25 de octubre de 2019

Carmilla, de Joseph T. Sheridan Le Fanu

Editorial Navona, 2019                                          
Joseph T. Sheridan le Fanu
Traducción de José Luis Piquero.
108 páginas.

     Joseph T. Sheridan Le Fanu nació en 1814 en Dublín y murió en la misma ciudad en 1873. Fue de los primeros escritores del género del horror, no suficientemente reconocido en mi opinión.
     Los lectores que gustan de la literatura gótica y de misterio disfrutarán de lo lindo con esta novela corta, publicada en 1872, evidente antesala del Drácula de Bran Stoker publicada veinticinco
años más tarde. Es bastante evidente la influencia de Carmilla en el desarrollo del algunos pasajes de Drácula, aunque las mujeres en Broker nunca tuvieron el papel decisivo que les confía Le Fanu.
     Carmilla está escrita en primera persona por Laura cuando ésta tenía 19 años. Nos presenta por tanto el punto de vista de una joven inglesa, hija única de un viudo rentista, bien educada, establecidos en un castillo solitario rodeado de bosques frondosos en Estiria, un país europeo barato del imperio austro-húngaro, que les permite disfrutar de un nivel de vida mucho más elevado del que podrían de residir en Inglaterra.
     Carmilla, la segunda protagonista, será la invitada sobrevenida por unas circunstancias pintorescas durante un período que acogerá extraños hechos en la zona, hechos espeluznantes y terroríficos que mantendrán sobrecogidos a la población rural. Es descrita como una joven bella, lánguida, misteriosa, que duerme mañanas completas, que produce en la narradora sentimientos perturbadores y encontrados. Se trata de una vampira lésbica, sin duda, pero también una vampiresa que domina las artes de la seducción. Y este es uno de los grandes atractivos de esta novela, el erotismo manifiesto entre Carmilla y Laura, descrito mediante escenas contenidas de gran elegancia (esa contención era necesaria para ser el libro aceptado por la mentalidad de la época) que estimulan la fantasía del lector.
     Sheridan Le Fanu sabe recrear a la perfección las atmósferas de penumbra, pesadillas y misterio, propias del género gótico, para que el lector entre por completo en la historia que le están contando por fantástico o inverosímil que parezca. Sabe unir el elemento terrorífico y el sensual, porque Carmilla es una depredadora que utiliza la seducción para conseguir la dependencia emocional de su víctima.
     Carmilla se lee con avidez, interesa desde las primeras líneas, su escritura es ágil y la factura del libro está tan cuidada en cada detalle que el mero hecho de tenerlo entre las manos incrementa el placer de una lectura que nos sabe a poco.
     Muy recomendable.

      María García-Lliberós

domingo, 4 de agosto de 2019

"Tus pasos en la escalera", de Antonio Muñoz Molina.

Editorial Seix Barral, 2019.
322 páginas.
19,90 € en papel; 12,99 € en electrónico.

Antonio Muñoz Molina
     








     A este libro le perjudica la publicidad que la editorial ha conseguido colocar a través de los medios, previa al lanzamiento, sobre que Antonio Muñoz Molina volvía a la novela de su primera época, la de El invierno en Lisboa, Beltenebros, y otras maravillosas, novelas con acción argumental densa y que provocan gran tensión lectora. No es así. Tus pasos en la escalera es una novela intimista, psicológica, en la que suceden pocas cosas, contadas con lentitud, por un narrador minucioso, maniático, del que pronto el lector sospecha su desequilibrio mental convirtiéndose, por tanto, en un relator poco fiable, en el sentido de que lo que cuenta puede ser real o producto de su imaginación trastornada. Aunque esto importa poco. En definitiva una novela es siempre una mentira que contiene muchas verdades. 
     Tus pasos en la escalera es la historia de una espera. Nos la cuenta Bruno en primera persona quien se ha trasladado de Nueva York, donde ha residido durante diez años, a Lisboa. Allí espera reencontrarse con Cecilia, su esposa, la mujer que ama y con la que está obsesionado. Prepara el nuevo hogar, reproduciendo con la mayor exactitud posible el apartamento de Nueva York, sin que falte nada de lo que le gustaba a ella, y comienza una rutina acompañado solo de una perra. Ambos esperan a Cecilia juntos. 
     En esta novela, como en otras anteriores, la narración atiende a dos planos. Por un lado, el interior de Bruno, su sentimiento de soledad y de fracaso -ha sido despedido de su trabajo en una empresa neoyorkina de malos modos sin que el lector sepa los motivos- y por otro, las reflexiones del narrador sobre el mundo en general, sobre los estragos de la crisis de 2008, sobre el capitalismo rampante y la falta de ética pública y privada, sobre las multitudes y las prisas a que nos conduce la forma de vida moderna, sobre cierto absurdo de vivir y la extrañeza que nos invade cuando nos hacemos preguntas transcendentales. Cecilia, cuya presencia en la novela es a través de la mente de Bruno y, conforme avanza esta, el lector se pregunta si realmente existe o se trata de una ilusión, por el contrario, es una triunfadora, una neuro científica que experimenta fríamente con el cerebro de ratones para localizar los impulsos de la memoria y del miedo, lo que permite al autor disertar sobre un tema interesante, aplicable a él mismo y a cualquiera de nosotros. Cecilia viaja por el mundo entero solicitada para participar en importantes congresos internacionales, gana dinero, más que él, introduciendo de esta forma un tema de enorme actualidad: el éxito de la mujer como factor de desequilibrio en un matrimonio.
     Los escenarios: Nueva York, a través de los recuerdos de Bruno, y Lisboa a través de los que nos cuenta de su nueva cotidianidad. Ambos descritos con la prosa deliciosa de Antonio Muñoz Molina, aguda, deteniéndose en detalles significativos que pasan sin pena ni gloria para la mayoría y que con su lectura tenemos el placer de participar de su sensibilidad.
     Tus pasos en la escalera gustará a lectores pacientes, pues la impactante tensión psicológica que se anuncia en la primera frase de la contraportada se hace de rogar, el relato es moroso, llega tarde y se resuelve con demasiada rapidez. Sin embargo, la novela está llena de pensamientos ricos en matices, sutiles, y sospecho, incluso, que puede disfrutarse más con una segunda lectura. Muñoz Molina es mucho escritor.
     María García-Lliberós


martes, 16 de julio de 2019

"La retornada", de Donatella Di Pietrantonio.


     


Traductor: Miguel García García.
Duomo Editorial, 2018.
256 páginas.

He leído esta novela con mucho interés y muy a gusto, tal vez porque me ha planteado preguntas de carácter moral sobre la conducta humana y porque está escrita con una prosa concisa, directa y eficaz.
El título ya resulta intrigante. La retornada es la protagonista de esta historia y la narradora en primera persona, una niña de trece años que de pronto, sin explicación alguna, es devuelta a su familia biológica de la que ni siquiera sabía de su existencia. Descubre que quienes creía que eran sus padres no lo eran y, sobre todo, descubre a su verdadera familia que resulta desalentadora. Se siente un paquete que es llevado de una casa confortable con buen nivel de vida a otra en un pueblo de la región de los Abruzos en Italia, la más pobre del país, en la que no dispondrá ni de una cama individual para dormir ni de cuarto de baño. Sentirá el abandono por parte de su madre, la que la ha criado, y el tremendo cambio de condición social. En su nueva familia la supervivencia es el objetivo único, la comida para matar el hambre es lo que importa, y no hay lugar para lecturas, clases de ballet, ir de compras y baños en el mar. Imposible no meterse en la piel de esa niña y sufrir con ella y preguntarse el porqué.

La novela es realista. Está ubicada en la década de los setenta y entonces no era raro que una familia rural pobre con muchos hijos, para eliminar una boca a la que dar de comer, entregara alguna de sus criaturas a un matrimonio estéril y con recursos, a ser posible pariente aunque fuera lejano, que se haría cargo de su educación sin necesidad de formalizar tal acto mediante algún documento jurídico, por lo que la devolución siempre era posible. Una de las causas del enorme éxito del libro en Italia.
Donatella Di Pietrantonio
La retornada nos proporciona la mirada perpleja de esa joven, casi mujer a marchas forzadas, sobre el nuevo mundo que le rodea. Y la mirada introspectiva sobre sus propios sentimientos: ¿Puede dejar de amar a quien hasta entonces consideraba su madre? ¿Cómo explicarse el abandono actual? Es obvio que respecto a este punto se crea una intriga que se resolverá al final evidenciando, de paso, la sumisión de ciertas mujeres en un ambiente machista y patriarcal. ¿Puede empezar a amar a su nueva familia, unos padres avaros con las palabras y con las expresiones afectivas? La relación que irá forjando con sus hermanos, sobre todo con Vicenzo, incluyendo cierta iniciación sexual entre dos jóvenes que acaban de conocerse, y con Adriana, su hermana pequeña, está llena de matices y contada a través de detalles puntuales que permiten al lector hacerse cargo sin explicaciones excesivas. Hay rivalidad, ternura, atracción física, curiosidad, y un frente común hacia un padre que se manifiesta a través del silencio y estallidos violentos.
Una novela sencilla en su lenguaje, lo que transmite autenticidad, que se lee con buen ritmo y que sabe dejar su huella. Muy recomendable.
María García-Lliberós




miércoles, 3 de julio de 2019

"La vida a ratos", de Juan José Millás


Editorial Alfaguara, 2019.                                       

480 páginas.

Juan José Millás (Valencia, 1946), ha demostrado ser un todoterreno en cualquier género literario de ficción: novela corta y larga, microrrelato y me atrevo a incluir el microrrelato periodístico que amalgama con acierto pedagogía, crítica y análisis de la realidad política y social con dosis de fantasía y mucha ironía. La vida a ratos es una novela con forma de diario. Se compone de 194 capítulos que se corresponden con 194 semanas de la vida del personaje principal y relator, llamado, a conciencia por supuesto, Juan José Millás, escritor de oficio, un tipo hipocondríaco, que se mueve por un espacio limitado entre la cordura y la locura, que mantiene un tratamiento largo y poco eficaz con una psicoanalista argentina afincada en Madrid, obsesivo en el cumplimiento de ciertas rutinas (el gin tónic de las siete de la tarde), aficionado a automedicarse ansiolíticos, bastante solitario, inteligente observador, con miedo a enloquecer o a ser víctima de un ictus y que encuentra absurda la vida y además, sin remedio posible. Un hombre perplejo ante el mundo que le rodea y su cotidianidad. Cada capítulo es como un microrrelato que tomando cualquier hecho próximo, y la verdad es que le ocurren cosas bastante raras, le sirven para ahondar en esa sensación de extrañeza de vivir. Por eso este libro conviene leerlo sin prisas para asimilar el pensamiento que va desgranando como pequeñas píldoras.
Algún lector, y aquellos que lo conocen personalmente, podría pensar que Millás nos ha contado su vida durante los últimos tres años, pero me inclino a pensar que el proceso puede ser al revés: ha creado el personaje llamado Juan José Millás y lo ha adoptado, ha decidido vivirlo desde la perspectiva del farsante como parte del método del proceso creativo, por eso se trata de un libro de ficción. En cualquier caso, el resultado es ingenioso y la lectura divertida, el lector siente simpatía, ternura y comprensión hacia el protagonista.
El protagonista, como el autor, es profesor de un taller de escritura creativa, tan en auge en la actualidad, y me han encantado algunas observaciones que desliza sobre ellos como el ansia de los alumnos por ser escritores, no por aprender a escribir, sin haber leído lo suficiente y algunas verdades que contribuyen a desmitificar del oficio a tener en cuenta.
El personaje de la esposa, descrito a través de escasas y parcas apariciones, me ha parecido excelente como contrapunto sensato de las rarezas del protagonista. La psicoanalista, sin embargo, me ha resultado decepcionante.
A pesar de ello, no es este el mejor libro del autor. Adolece de demasiados capítulos y, como protagonista relator obsesivo, se repite con frecuencia. Me ha ocurrido algo raro mientras estaba leyéndolo: lo estaba pasando bien y, al mismo tiempo, deseaba que se acabara ya consciente de que el tema no daba más de sí. Si hubiera reducido la paginación el resultado ganaría. Es una opinión y ya sabemos lo subjetiva que es la lectura.
Un libro refrescante, ideal para acompañar un viaje, mejor en tren, pienso.
María García-Lliberós

viernes, 14 de junio de 2019

"Cinco novelas cortas", de Antón P. Chéjov


Alba Editorial, 2017.  2ª edición (1ª en 2015)
Selección y traducción de Víctor Gallego Ballestero.
Antón Chéjov pintado por su hermano Nikolai
435 páginas.

Chéjov es el maestro del relato corto pero también se aventuró con historias de mayor extensión, en torno a las cien páginas, de indudable interés. Este libro reúne cinco de ellas escritas entre 1889 y 1895 –Una historia aburrida, El duelo, La sala número seis, Relato de un desconocido y Tres años- en plena madurez literaria que contienen todas las obsesiones del autor.
Me ha gustado especialmente La sala número seis con un comienzo genial: la descripción de un hospital de locos considerado institución de beneficencia. Lo dirige un médico sin vocación que prefiere ignorar los horrores que acaecen en su interior y dedicarse a filosofar sobre el absurdo de vivir. Un nihilista que achaca la responsabilidad de la falta de honradez, no a su negligencia profesional, sino a la época. Descubrirá en una sala, la seis, un loco lúcido, Ivan Dimitrich, con el que disfrutará conversando sobre el sentido de la vida hasta acabar siendo tomado por demente y encerrado con él. Es una historia terrible que pone en evidencia los prejuicios sociales y la ignorancia colectiva capaz de cometer enormes injusticias. La melancolía, elemento central en Chéjov, está presente, al igual que el aburrimiento que como una enfermedad aqueja a la sociedad rusa del XIX.
El duelo toma como protagonista a Laievski, otro nihilista, funcionario que se definió una vez como un fracasado y un hombre superfluo. Laievski es el ejemplo del hombre que jamás se compromete con nadie ni con nada. Recibe el amor de Nadezhda, una mujer valiente que cree en el amor romántico y que ha abandonado a su marido dando la espalda a las convenciones sociales para vivir con él, una mujer enamorada que no será correspondida en la misma medida. En esta novela hay un gran trabajo en el diseño de los personajes y en la composición de los diálogos. De nuevo tropezamos con la idea de que la vida solo se concede una vez y no se repite, y a pesar de tomar conciencia de ello, la abulia, el aburrimiento, la falta de dinero o de personas con intereses comunes provocan la incapacidad para saber aprovecharla.
Relato de un desconocido, de estructura algo desconcertante, tiene elementos comunes con El duelo. Aquí también una mujer, Zinaida Fiodovna, se separa de su marido y se instala en casa de Orlov, creyéndose, de forma equivocada, apasionadamente amada. Orlov y Laievski están cortados por el mismo patrón egoísta y nihilista. Zinaida, al igual que Nadezhda, decide vivir sin atender las convenciones sociales y pagará las consecuencias. Para Orlov el goce de lo inmediato, sin compasión, es lo único que importa. Su actitud ante las mujeres revela el deseo de arrastrarlas por el fango para colocarlas a su mismo nivel moral. Es un relato desolador que confronta el romanticismo con el naturalismo y transmite desesperanza.
Estas novelas están ubicadas en medios urbanos de provincias, a diferencias de los cuentos que en su mayoría se desarrollan en un mundo rural, y se ocupa de la gente que forma la clase media, profesionales y funcionarios, malos trabajadores que asumen las corruptelas con naturalidad, jugadores de cartas y bebedores de vodka en una sociedad carcomida por un aburrimiento malicioso, hombres inútiles habituados a una rutina insatisfactoria pero sin fuerza para cambiarla. La literatura de Chéjov, novelas cortas y cuentos, son una constante denuncia de los males de su tiempo y su país.
Las cinco novelas se leen bien e interesan. Ayuda mucho la excelente prosa de Chéjov, directa, ausente de retórica y con ritmo.
María García-Lliberós




martes, 11 de junio de 2019

"Autobiografía", de Charles Darwin

Ilustraciones de Iban Barrenetxea.
Traducción de Iñigo Jáuregui
Nórdica Libro, 2019.
150 páginas.


     Vaya por delante la felicitación al editor por la manufactura de este libro, cuidadísimo, con ilustraciones deliciosas, que hace más grato aún el hecho de leer. Tener el libro entre las manos ya es un placer.
     Claro que, cuando adquieres un libro de diseño tan especial, se generan enormes expectativas respecto a su contenido. Y aquí es donde hago al señor Darwin importantes reproches.
     Cuando Darwin escribe esta Autobiografía (quizás un título más adecuado fuera el de memorias o crónica social) tenía sesenta y siete años y nos dice: "he tratado de escribir como si fuera un muerto en el otro mundo que recapitula su vida", pero no es cierto, al igual que no es que la escribiera solo para sus hijos. Un muerto estaría menos preocupado por su imagen y es obvio que escribe para la posteridad, consciente del lugar prominente que ocupa como caballero victoriano en la sociedad inglesa. El libro sufrió un camino arduo hasta ser publicado, censurado por su familia, pero él como autor también ejerció la auto censura.
Charles Darwin

     En la obra dedica mucho espacio a la figura de su padre por el que sentía devoción, un médico respetado con ojo clínico que tomó como referencia moral "aunque no cree haber aprendido de él intelectualmente". Sin embargo, habla apenas de su esposa o de sus diez hijos, la familia que él ha creado y, por supuesto nada de la doble vida que llevó durante gran parte de su existencia, un asunto vetado por la moral de la época. Si el lector espera que el autor se desnude para mostrarnos sus sentimientos, quedará defraudado. El texto se ciñe a su vida pública, como estudiante en Cambridge, científico, naturalista contratado por el capitán Robert Fitz-Roy con quien compartió camarote durante seis años en el famoso viaje en el bergantín Beagle por la costa de la Patagonia y Tierra de Fuego, el acontecimiento más grande de su vida, y como coleccionista. El único atisbo a su interior es cuando medita sobre la religión, y confiesa cómo perdió el respeto por el Antiguo testamento que define como historia del mundo manifiestamente falsa, e inicia un proceso de descreimiento lento pero completo hasta declararse agnóstico. También cuando reconoce su incapacidad para leer poesía.
     He echado de menos, por ejemplo, mayor atención al capitán Fitz-Roy, cartógrafo, uno de los primeros hombres del tiempo, de profundas creencias religiosas y, como tal, en total oposición a las teorías evolucionistas que germinaron en Darwin durante ese viaje, persona de indudable interés con el que forjó una buena amistad. La novela Hacia los confines del mundo, de  Harry Thompson (Salamandra, 2007) es muy recomendable al respecto.
     Me ha parecido un tanto prolija la lista que, como metódico coleccionista que fue, nos muestra de los contactos que mantuvo con personas importantes de su tiempo y sin embargo he echado en falta referencias más extensas a las polémicas que provocó la aparición del libro El origen de las especies en el mundo científico, el universitario y el religioso. 
     A pesar de estos reproches y de lo mucho que ha simplificado el relato de una vida aventurera y fascinante como la suya, el libro se lee muy bien, el estilo anglosajón de su prosa lo hace ágil y sencillo, pero no emociona.
     María García-Lliberós

martes, 21 de mayo de 2019

"Un libro de mártires americanos", de Joyce Carol Oates


Traducción de José Luis López Muñoz.
Editorial Alfaguara, 2017
814 páginas.

Leer a Joyce Carol Oates constituye una experiencia deslumbrante. Es una escritora americana prolífica, incansable, apabullante, con una capacidad singular para tomar el pulso a la sociedad actual, detectar sus patologías y transmitírnoslas con una prosa eficaz y lírica. Un libro de mártires americanos puede parecer excesivo en un principio y desalentar con su extensión a algunos lectores y, sin embargo, cuando lo terminas lo juzgas justo porque el tema, o los temas, lo justifican.
El libro trata del fanatismo religioso y laico ante asuntos sensibles como el aborto en los Estados Unidos. Parte del asesinato de Gus Voorhees, médico abortista, perpetrado por Luther Dunphy, “soldado de Dios”, el 2 de noviembre de 1999, en la entrada para coches del Centro de Salud Pública para Mujeres en Muskegee Falls y las consecuencias que este acto tendrá sobre las personas que forman el círculo familiar de ambos, asesino y víctima. La narración penetra en el interior de Luther Dunphy y lo disecciona. Se trata de un obrero techador en la construcción que gana poco, un pobre hombre, persona crédula, inmadura, inestable, al borde de lo patológico, tendente a asumir las consignas de su iglesia, y nos muestra el recorrido desde su infancia y adolescencia hasta su transformación en asesino obedeciendo el encargo de Dios que lo ha escogido a él para eliminar al médico que, a su vez, mata bebés, una cuestión que en su mente lo libera de responsabilidad alguna.   
Joyce Carol Oates
Nos encontramos ante una novela de personajes pues no solo Dunphy es analizado de manera exhaustiva. Gus Voorhees, el médico que se coloca al lado de la libertad de las mujeres, que pone en peligro su vida y la de su familia por llevar a cabo su misión, también, y la de sus respectivas esposas, Jeena y Enma Maes, y sus hijos, en especial Naomí y Dawn. Todos serán objetos de estudios intensos de forma que cada personaje es protagonista de una pequeña novela, siendo Un libro de mártires americanos una especie de novela de novelas, compleja y rica, al estructurarse con la agregación de todas ellas. Unas narraciones introspectivas y psicológicas pues cada uno de los personajes nos habla desde su interior revelándonos sus pensamientos.
Las dos familias, la del asesino y la del asesinado son diferentes por su pertenencia a estratos sociales muy distintos, pero los estragos que las muertes violentas de la figura del padre produce tienen elementos comunes, como si se miraran en un espejo, y constituyen un reflejo de la actual sociedad americana. El comportamiento de las madres, cada una a su manera según sus medios y cultura, les conducirá a una huida y abandono de sus roles familiares. Las hijas, Naomí y Dawn, sufrirán la pérdida del padre de manera desgarradora y buscarán reafirmar su identidad tomando caminos insólitos.
La novela es también un alegato contra la pena de muerte a través de páginas estremecedoras, de enorme crueldad, desde la prisión en la que se ejecuta a Dunphy por unos funcionarios sin preparación suficiente para aplicar la inyección fatal, lo que da lugar a prolongar la agonía hasta más de dos horas. La autora no ahorra detalles al lector.
Una novela compleja, con muchas voces, que trata asuntos con alto contenido moral, que sin duda provoca dudas e inquietud en el lector y muestra como grupos sociales ignorantes y violentos contribuyen activamente a incrementar la agresividad social. Y a pesar de ello, la lectura permite deleitarse en fragmentos de gran belleza e intensidad.
La lucidez de Joyce Carol Oates, de 81 años, nos asombra una vez más, como ya lo hizo con obras como La hija del sepulturero, Una hermosa doncella, Memorias de una viuda o Blonde, entre otras de una larga lista, que certifican su enorme calidad literaria. Estamos ante una de las grandes escritoras de nuestros tiempos.
María García-Lliberós