miércoles, 3 de julio de 2019

"La vida a ratos", de Juan José Millás


Editorial Alfaguara, 2019.                                       

480 páginas.

Juan José Millás (Valencia, 1946), ha demostrado ser un todoterreno en cualquier género literario de ficción: novela corta y larga, microrrelato y me atrevo a incluir el microrrelato periodístico que amalgama con acierto pedagogía, crítica y análisis de la realidad política y social con dosis de fantasía y mucha ironía. La vida a ratos es una novela con forma de diario. Se compone de 194 capítulos que se corresponden con 194 semanas de la vida del personaje principal y relator, llamado, a conciencia por supuesto, Juan José Millás, escritor de oficio, un tipo hipocondríaco, que se mueve por un espacio limitado entre la cordura y la locura, que mantiene un tratamiento largo y poco eficaz con una psicoanalista argentina afincada en Madrid, obsesivo en el cumplimiento de ciertas rutinas (el gin tónic de las siete de la tarde), aficionado a automedicarse ansiolíticos, bastante solitario, inteligente observador, con miedo a enloquecer o a ser víctima de un ictus y que encuentra absurda la vida y además, sin remedio posible. Un hombre perplejo ante el mundo que le rodea y su cotidianidad. Cada capítulo es como un microrrelato que tomando cualquier hecho próximo, y la verdad es que le ocurren cosas bastante raras, le sirven para ahondar en esa sensación de extrañeza de vivir. Por eso este libro conviene leerlo sin prisas para asimilar el pensamiento que va desgranando como pequeñas píldoras.
Algún lector, y aquellos que lo conocen personalmente, podría pensar que Millás nos ha contado su vida durante los últimos tres años, pero me inclino a pensar que el proceso puede ser al revés: ha creado el personaje llamado Juan José Millás y lo ha adoptado, ha decidido vivirlo desde la perspectiva del farsante como parte del método del proceso creativo, por eso se trata de un libro de ficción. En cualquier caso, el resultado es ingenioso y la lectura divertida, el lector siente simpatía, ternura y comprensión hacia el protagonista.
El protagonista, como el autor, es profesor de un taller de escritura creativa, tan en auge en la actualidad, y me han encantado algunas observaciones que desliza sobre ellos como el ansia de los alumnos por ser escritores, no por aprender a escribir, sin haber leído lo suficiente y algunas verdades que contribuyen a desmitificar del oficio a tener en cuenta.
El personaje de la esposa, descrito a través de escasas y parcas apariciones, me ha parecido excelente como contrapunto sensato de las rarezas del protagonista. La psicoanalista, sin embargo, me ha resultado decepcionante.
A pesar de ello, no es este el mejor libro del autor. Adolece de demasiados capítulos y, como protagonista relator obsesivo, se repite con frecuencia. Me ha ocurrido algo raro mientras estaba leyéndolo: lo estaba pasando bien y, al mismo tiempo, deseaba que se acabara ya consciente de que el tema no daba más de sí. Si hubiera reducido la paginación el resultado ganaría. Es una opinión y ya sabemos lo subjetiva que es la lectura.
Un libro refrescante, ideal para acompañar un viaje, mejor en tren, pienso.
María García-Lliberós

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