lunes, 30 de abril de 2018

El fenómeno "Patria" de Fernando Aramburu

El pasado viernes 27 de abril, en la Feria del libro de Valencia, tuvo lugar una mesa redonda sobre El fenómeno "Patria" de Fernando Aramburu, en la que participe como ponente. Los otros compañeros de mesa fueron José Vicente Peiró, Juan Luis Bedins y Justo Serna. El acto fue organizado por la Asociación Valenciana de Escritores y críticos Literarios (CLAVE).
Está fue mi intervención:


Patria, de Fernando Aramburu lleva 84 semanas aupado en las listas de libros más vendidos. Más de 700.000 ejemplares  29 ediciones, elogiado casi de forma unánime por la crítica convencional, Premio Nacional de Narrativa 2017, Premio Euskadi, mejor libro del año por los críticos de EP, etc.
Incluso fue alabado por Mariano Rajoy que confesó haberlo leído (estoy segura de que no lee mucha novela). Sin embargo a Manuela Carmena no le gustó y, preguntada, no quiso recomendarla. Le disgustó que repitiera clichés en torno al nacionalismo vasco, los etarras y la actitud de la policía con los presos. Criticó el tratamiento de la mujer, mostrando madres ignorantes y sentimentales dedicadas en exclusiva al ámbito familiar.
Lo cierto es que Patria parece no dejar indiferente a nadie y, tal vez, a eso, y a una política de marketing excelente por parte de la editorial Tusquets, se deba su enorme éxito comercial.
A mí Patria, de la que adelanto que no soy una entusiasta, me ha parecido una novela necesaria, porque nos muestra lo que supuso el terrorismo etarra en el interior de la sociedad vasca, al poner la lupa sobre la vida de dos familias salpicadas por el horror de ETA y colocadas por la banda en posiciones antagónicas (cuando nunca lo estuvieron, porque eran amigas y vecinas). Nos explica algo que los españoles desconocíamos, ni siquiera nos lo imaginábamos.
El lector comprende la magnitud del odio anidado en algunos pueblos vascos durante el imperio, absolutista y excluyente, impuesto mediante la violencia de casi sesenta años de ETA. Nos muestra a las víctimas invisibles, el interior de las familias de los etarras y de las de los asesinados por ellos, la inmensa fractura social generada.
El narrador se introduce en un pueblo para poner en evidencia la presión insoportable de la banda de asesinos sobre sus habitantes. El terror está, más que en las bombas o el posible tiro en la nuca, en los vecinos del pueblo, cómplices y cobardes, seguidores de consignas, que dejan de saludarte cuando sospechan que ha caído en desgracia alguien de los tuyos. O incluso invitan, sin compasión ni piedad, a través del cura don Serapio (¡menudo personaje!), a una viuda de víctima de los etarras, a abandonar el pueblo porque su presencia les incomoda. Ha sido una sociedad que ha vivido con miedo a los suyos. Está muy bien reflejados los papeles de las tabernas y las homilías del cura (no me extraña que los obispos vascos hayan pedido perdón recientemente por el penoso papel jugado por la Iglesia católica) en el proceso de radicalización.
Como he leído a Juan Soto Ivars en su blog literario, Patria ha conseguido derrotar a ETA en la literatura, y eso es importante, ha aportado un relato potente sobre la verdad de ETA que arrincona al de la izquierda abertzale (si alguna vez lo tuvo) sobre el conflicto vasco. Porque Patria se ha convertido en un fenómeno literario.

No estoy de acuerdo en que la crítica convencional haya renunciado, casi, a ejercer su oficio y analizar la novela Patria como un producto literario, esto es, como una novela. Se ha dejado llevar por la corrección política. Cuando se reseña una novela hay que juzgar el diseño de los personajes, la estructura, la prosa, los diálogos y de esto se ha escrito poco.
La novela descansa en una sucesión de capítulos cortos que giran en torno a 9 personajes principales: la familia del industrial asesinado, el Txato, y su mujer Bittori, con dos hijos, Xavier y Nerea, que pasa a ser apestada una vez asesinado el padre por  pedir una relajación en los plazos de pago del impuesto revolucionario; y la familia del etarra Joxe Mari, formada por los padres Miren y Joxian, y los otros hijos Arantxa y Gorka.
La relación entre Miren y Bittori forma parte del núcleo esencial de la novela y constituye, en sí misma, un material novelable de primer orden en el que Aramburu casi no entra, se limita a narrar su ruptura abrupta, el abandono brutal de la que había sido íntima amiga, sin ningún rasgo de solidaridad. En mi opinión (y ya se sabe que esto de la lectura es subjetivo) los personajes adolecen de escasa profundidad psicológica, me han resultado planos.
Por ejemplo, los jóvenes etarras captados por la banda, obedecen a estereotipos casi caricaturescos. Son ignorantes, matan por consignas como siguiendo un juego porque les gusta la violencia en sí misma, la ideología está ausente en la novela, lo que los reduce a matones sin más. No hay matices ni grados, lo que hace a la novela un tanto maniquea (unos son muy buenos y los otros todos muy malos).
El Premio Nacional de Narrativa se le otorgó, según la justificación del jurado por la “profundidad psicológica de los personajes, la tensión narrativa, y la integración de los puntos de vista, así como la voluntad de escribir una novela global sobre unos años convulsos en el País vasco”.
Sin embargo, como ha puesto de manifiesto Ander Zurimendi, periodista vasco, en la novela o aparece la mayoría de la sociedad vasca. Se refiere a las bases votantes del PNV, al que sólo hay una ligera mención sobre la tolerancia hacia ETA, o los votantes del socialismo guipuzcoano. Así que no veo la integración de los puntos de vista por ningún lado.
Finalmente, debo decir que la novela de 648 páginas es demasiado larga. Contribuye a ello algunas tramas colaterales innecesarias como el viaje de Nerea a Alemania que no aporta nada a la historia principal, distrae la atención del lector y ralentiza el relato. Probablemente, la novela ganaría en intensidad si la hubiese suprimido.
Respecto a la prosa, siendo correcta y eficaz, no me ha emocionado.

En definitiva, Patria de Fernando Aramburu, a pesar de estos apuntes críticos, la recomiendo porque es un relato valiente, porque lo que nos cuenta es importante, porque evidencia la dificultad para olvidar y la necesidad de perdón pero, como novela (ya que el autor ha optado por este género y no por un ensayo) no la elevo a los altares de la excelencia literaria.

María García-Lliberós

miércoles, 25 de abril de 2018

"Tierra de campos", de David Trueba


Editorial Anagrama, 2017.    
David Trueba
404 páginas.

Tierra de campos es una novela contada en primera persona por Dani Mosca, un músico compositor de canciones de amor próximo a los 50 años, que ha sido hijo único, intelectual y poco deportivo. Lo hace mientras viaja en un coche fúnebre junto a los restos mortales de su padre, para darle sepultura en su pueblo. El relato toma la forma de memorias pues bucea en el pasado, desde los años en el colegio hasta su presente como cantautor de éxito, padre de dos niños y divorciado de una mujer japonesa. Tiene aromas de autobiografía -el padre muerto era vendedor ambulante, como el de Trueba; Trueba compuso canciones para Rosa Leon y otros cantantes- o de aprovechar experiencias de su vida para encajarlas en la trama. Conoce bien el ambiente falso que se mueve en torno a la música, el éxito y sus consecuencias, sobre todo si llega demasiado pronto. Al igual que en anteriores novelas, para contextualizar la historia, utiliza nombres de personas reales como Joan Manuel Serrat, Ana Belén o Luz Casal.  

En Tierra de campos tropezamos con las obsesiones literarias de Trueba: la importancia de los amigos –ahí están Gus y Animal- unidos por una lealtad y tolerancia mutua inquebrantable. Aunque en esta ocasión pone el foco sobre los valores más sublimes de la amistad y pasa de las aventuras como compinches. Hay una madurez en la exposición que se echaba en falta en Cuatro amigos, por ejemplo. La falta de comunicación con su padre y de comprensión por parte de ambos es otro de sus temas. La enfermedad de la madre que va perdiendo la memoria y nos muestra la decrepitud de la vejez.
Es un libro sobre las pérdidas que se van sucediendo a partir de un momento conforme pasa el tiempo de cada cual. La muerte de Gus y la del padre, la de Oliva, la primera mujer de la que se enamora y que lo deja por otro, y de la que solo se recuperará, aunque sin olvidarla, cuando conoce a Kei, la contrabajista japonesa. Y, finalmente, la pérdida como pareja de Kei. Porque el protagonista se siente incapaz para conservar el amor de las mujeres a las que ama y sigue queriendo. De nuevo, el tema es la soledad a la que está abocado el individuo a lo largo de su existencia.
Son temas serios, de un autor que se hace mayor. Follar casi pasa a segundo plano.
Tierra de campos es una novela que se lee muy bien. El autor domina una prosa que fluye con enorme naturalidad, los personajes están bien diseñados, tratados con ternura, y el hilo argumental, aunque va y viene sin seguir un orden cronológico, nunca se pierde. Sabe introducirnos en atmósferas desconocidas para la mayoría de los lectores y, al mismo tiempo, muy atractivas, como el mundo de la música y la vida en Japón, pues la novela transcurre en Madrid, en Tokio, y en múltiples lugares propios de las giras, además de en ese pueblo de Tierra de Campos en el que tienen lugar los hechos más predecibles de la novela. Estamos ante un autor que tiene un estilo reconocible.
Trueba transmite bien los sentimientos y sensaciones del artista al igual que la reflexiones, agudas, derivadas de un buen observador con los pies en la tierra, con una mirada irónica, en ocasiones, y hasta filosófica en otras. 
En definitiva, una novela que sabe acariciar la sensibilidad del lector y le dará que pensar. En mi opinión muy recomendable.
María García-Lliberós


sábado, 14 de abril de 2018

"La educación sentimental según los perros", de Miquel Martínez


Samaruc Editorial, 2018.            
Miquel Martínez
169 páginas.

Miquel Martínez (La Vila Joiosa, 1959) ha publicado la mayoría de sus obras en valenciano. En 2001 ganó el premio Ulisses de narrativa con la novela en torno a una historia familiar Nómina de dubtes. Anteriormente había publicado otras dos novelas: La lluna de Taa y El enigma de Sir Robert McLean. En 2005 ganó el premio Ausias March de Poesía, con El Raval de l’alegria. Su producción poética tiene otros importantes galardones. Es periodista de RNE . 
Lo primero que me ha llamado la atención de esta novela corta ha sido el título La educación sentimental, según los perros. Cuando se hace referencia a esas tres palabras colocadas en ese orden –la educación sentimental- nuestra mente evoca de inmediato la novela de Gustave Flaubert, que atañe al aprendizaje de la vida de un adolescente, Fredéric, a sus primeros encuentros sexuales y sus primeros conflictos sentimentales. Su enamoramiento de la exquisita Sra. Arnoux, una amor que no llegará a consumarse, supondrá, en la vida de Fredéric, el impulso que, mediante el despecho, la desesperación o la ilusión, irá provocando acciones con consecuencias sobre él y terceras personas. Pura vida. La novela de Miquel Martínez nos habla de una segunda educación sentimental, en una edad adulta, porque afecta al protagonista y relator que ha cumplido los 50 años, y comienza o viene provocada a partir del momento en que se hace cargo de su perro Mos.
La novela, contada en primera persona, nos sumerge en los pensamientos del relator, un hombre observador que inicia nuevas relaciones con otras personas que también tienen perros. Entra en la comunidad de las personas con perro y, en consecuencia, con otras preocupaciones y ocupaciones además de las normales y, sobre todo, con otro punto de vista sobre el mundo que te rodea, porque de los perros se puede aprender mucho y, sobre todo, tienen un don maravilloso e impagable: saben sacar lo mejor del carácter de sus dueños. 
La estructura de la novela descansa en una sucesión de capítulos cortos que funcionan como cuentos con cierta autonomía. Incluso pueden leerse saltándose el orden sucesivo (excepto los capítulos finales). El hilo que los une es el relator y Mos que aparecen en todos ellos, incluso se sostiene la tesis de que los mundos de las personas y los de sus mascotas están conectados. Las anécdotas que cuentan podrían demostrarlo y están llenas de ironía e incluso de sarcasmo y, sobre todo, de tolerancia hacia las debilidades de los seres humanos puestas en evidencia. La fantasía preside la concepción de la trama y no dudo en calificar la novela de fantástica (en especial los capítulos en los que el narrador juega a la impostura y conversa con Mos).
El narrador, ese personaje interpuesto entre Miquel Martínez y el lector, se detiene en la forma de hablarnos de los perros, a través de la mirada (como la de una persona reencarnada); en la confianza ciega que depositan en el amo, incluso cuando este lo trate mal; en los perros abandonados y en las personas que se sienten abandonadas; en las claves exclusivas que comparten los que tienen perro; en los riesgos de los perros peligrosos y la falta de preparación de algunos amos; en los pensamientos que surgen en los propietarios de perros mientras pasean a estos y en el papel de alcahuetas de los perros sabiendo poner en contacto a algunos amos solitarios. Hombres y mujeres que conversan en los parques con la excusa de algo que ha hecho su mascota y se despiden amigos, sin conocer aún sus nombres, pero con una información exhaustiva sobre los respectivos perros. A ese encuentro sucederán otros. .
Al final nos percatamos de que Miquel Martínez ha tejido una teoría de la conducta de las personas con perro. De hecho nos transmite la transformación del protagonista desde que comparte su vida con Mos.
En definitiva, una novela escrita con sensibilidad, la que requiere cuando se abordan las formas de actuar de nuestros semejantes, que se lee muy bien –la prosa se abstiene de toda retórica y está cerca de la crónica social- divierte y descubre facetas de la condición humana que podrían habérsenos pasado por alto.
Por eso su lectura es recomendable. Disfrútenla.
María García-Lliberós.

"Intemperie", de Jesús Carrasco


Ed. Seix Barral, 23ª edición, 2017 (1ª edición: 2013)    
Jesús Carrasco
221 páginas.
16,50 euros, en papel.

La enorme grandeza de esta novela contrasta con la sencillez de sus elementos: pocos personajes –un niño, del que ni siquiera sabemos su nombre o su edad, un cabrero viejo, también anónimo y un siniestro alguacil-; un escenario rural que se describe pero no se identifica sobre la geografía española –la llanura inmensa, azotada por la sequía y el sol inmisericorde-; y una historia tremenda de desolación y violencia hilvanada con brochazos gordos que impactan con dureza en la sensibilidad del lector. Y, por encima de ello, el lenguaje, una prosa castellana directa, seca, precisa, esencial en cuanto al uso de las palabras, las justas y necesarias y, al mismo tiempo rica, variada, culta y, en ocasiones lírica. Un relato intenso y profundo. Una gran lección de auténtica literatura.                                                
Comienza la novela con la imagen de un niño acurrucado en su escondrijo, un agujero de arcilla, y voces de sus perseguidores. Y a partir de entonces se ciñe a la historia de esa huida a través de una naturaleza salpicada de olivos, almendros e higueras en un llano de secano. La España interior atrasada, sedienta y agreste que parece unida a la violencia oculta y que solo proporciona una existencia durísima. Una historia de supervivencia llena de acción. Y de aprendizaje, de cómo extraer recursos en ese medio adverso. En la novela, al igual que los personajes y el lugar no tienen nombre, tampoco se menciona la época en que se desarrolla, se supone que en un tiempo pasado, anterior a la Guerra Civil (en algún sitio se menciona un retrato de los reyes, seguramente Alfonso XIII y Victoria Eugenia).
El niño huye del sometimiento del alguacil, consentido por su padre. Sabemos, porque deducimos, que ha sido objeto de abusos sexuales, pero en el texto no se describen porque no hace falta. El autor consigue transmitir la violencia de la humillación sin necesidad de recurrir a imágenes truculentas. En la página 89 aparece la primera referencia. …el cabrero terminó de orinar… cuando se dio la vuelta, el niño apreció la humedad en sus pantalones y cómo, de la bragueta, asomaba rosado su glande. El chico salió corriendo y se perdió en la oscuridad. Y en la 190: Dio por hecho el tormento al que sería sometido y no lloró, porque ese era un lugar que ya había visitado decenas de veces. Da a entender que los abusos han sido continuados en el tiempo. En la 192: Al chico se le aflojaron las piernas y se derrumbó con una sensación de desamparo que nunca antes había experimentado. Ni siquiera cuando su padre lo llevó por primera vez a la casa del hombre que ahora tenía delante, y lo dejó allí a merced de sus deseos.
La estructura se apoya en una voz omnisciente en tercera persona que relata los hechos que se van sucediendo sin tomar partido. Los personajes se describen con pocas palabras muy definitorias, sin que al lector le quepa error alguno de interpretación.
El perfil del padre es el de un hombre tosco, servil e hipócrita. El del alguacil, el de un cacique que controla todo en el pueblo, vidas y haciendas. La persona que provoca vergüenza en el chico. El tullido es otro personaje secundario  esencial, astuto, ambicioso que consigue que el chico se vuelva violento dejándose llevar por la rabia y el dolor.
Al niño lo conocemos a través de sus recuerdos y al cabrero por sus actos. Un hombre que antes de morir imparte justicia.
El aspecto más lírico y humano de la novela lo encontramos en la relación entre el niño y el cabrero viejo. De la desconfianza y estar a la defensiva el muchacho pasará a la aceptación de ayuda, al respeto y reconocimiento de una autoridad con origen en la sabiduría, a la amistad, la ternura y el amor. El cabrero actúa como si supiera lo que le pasa al chico. Está de su lado. Sabiendo que se muere le enseña a ordeñar las cabras, a buscar agua para aplacar la sed, y alimentos para paliar el hambre (impactante la cena de una rata desollada cazada dentro del cadáver de un buey), le transmite sus saberes para sobrevivir en aquel llano que impone unas especiales condiciones de vida. Porque la tierra y el paisaje son tan protagonistas como los personajes principales.
La novela se lee sin aliento, no da un momento de tregua y nos muestra una lucha desigual y desesperante de un muchacho desamparado contra la naturaleza y los hombres. Contada con una prosa perfecta y un lenguaje propio del mundo rural. Un relato épico que pasará a la historia de la literatura española y que termina con un último párrafo excelente lleno de belleza.
María García-Lliberós

La reseña de Teresa Argilés, en el foro alicantino El Libro Durmiente

La función perdida – María García-LLiberós

TÍTULO DE LA OBRA: La función perdida
AUTOR (A): María García-LLiberós
EDITORIAL: Sargantana
AÑO DE EDICIÓN: 2017
ISBN N.º: 978-84-16900-56-5
N.º DE PÁGINAS: 358
TEMÁTICA: Narrativa actual
PRECIO: 17,90 €
ENCUADERNACIÓN: tapa blanda
Reseña realizada por Teresa Argilés:
No es la primera novela que leo de García-Lliberós, quizás en las otras no había reparado, o bien no era de este mismo corte, la ironía con la que trata los temas de actualidad.
Es un libro escrito en primera persona; el propio protagonista va escribiendo sus memorias o vivencias en un momento de su vida en el que se siente fuera de lugar, echa la vista atrás y no le gusta, ahora, como ha sido, lo que no quiere decir que no la viviera con plenitud mientras se desarrollaba.
Ha utilizado cada capítulo, de los veinte que tiene, para abordar una situación vivida: cómo la trató en su momento y cual es su visión ahora. Nos muestra cómo llevó la infidelidad, la muerte de su esposa, la relación con sus hijos, su vida ahora en soledad, etc…
Ha utilizado párrafos muy largos; en un capítulo de dieciséis páginas, pueden haber quince o veinte con diálogos muy largos. Entiendo que al querer contar el protagonista su día a día, él mismo se eterniza en describir al detalle lo que piensa y lo que quiere contarnos; creo que aquí el personaje manda y la autora con su buen hacer le ha dejado. Tal vez, en esta novela María ha seguido los dictados de una frase que le decía Ana, la difunta mujer de Emilio, el protagonista: Leer novelas y vivir otras vidas, la de los personajes,…
Así le puede ocurrir al lector que cada capítulo es un momento incierto de esta España sumida en una crisis que algunos dicen que ya está superada, pero, ¿qué crisis está superada?, la económica, la de los valores, la de la moral…
Es difícil saber cual de ellas está superada, cuando se han traspasado muchas líneas. Emilio mismo, el protagonista, un hombre temido y respetado en su trabajo, también tuvo su momento de “gloria” firmando algún proyecto que no debía. Cuando lees esta novela también te das cuenta de que en este número de páginas ocurren las mismas cosas que están pasando, han sucedido y ocurrirán en la vida cotidiana.
A veces es difícil ponerse en la piel del autor para saber de qué fuentes ha bebido para contarnos lo que nos cuenta, o bien, hasta donde llega su capacidad de imaginación para contarnos una ficción, pero que es tan real como la vida misma.
Gracias María por estas hermosas y delatadoras letras que he leído y que han salido de tu pluma; espero tu siguiente obra.
Y cierro mi opinión volviendo a una frase de Ana: Como lectora me siento una exploradora de un mundo sin final.
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