lunes, 20 de julio de 2015

"Asalto al tren pagador", de José Antonio Vidal Castaño

Ediciones de Mandor (Carena editors, SL)
febrero 2015            
195 páginas. 
17,00 €


         


A José Antonio Vidal Castaño (Valencia, 1941) lo conozco desde hace tiempo por motivos ajenos por completo a la literatura, pero fue esta pasada primavera cuando, tras décadas sin vernos, nos reencontramos en un club de lectura, precisamente, y descubrí esta faceta suya. Es un hombre culto, experimentado, con un sólido bagaje cultural, una conversación amena y con capacidad de observación, cualidades necesarias todas ellas que deben acompañar a quien aspire a ser escritor. Aunque no suficientes. Vidal Castaño, además, por fortuna, sabe escribir, y lo hace muy bien.
          Bajo el título Asalto al tren pagador se reunen doce relatos cortos. Algunos inspirados en hechos ciertos, otros con mayor presencia de la fantasía. De mucho le ha servido ser doctor en Historia Contemporánea y sus conocimientos de la época de la segunda República, la guerra civil, y los durísimos años de la posguerra franquista y su implacable persecución a la guerrilla escondida en los montes de Valencia y Teruel. Pero no piense el lector que los relatos se ciñen sólo a este período ni a esta temática. A eso une su capacidad para fabular y armar historias, su conciencia política, su cultura cinematográfica, nutriente de ensoñaciones literarias, y libresca y, sobre todo, un pulso narrativo poderoso que convierte, sin perseguirlo, lo que cuenta en importante. Así consigue cautivar la atención del lector. Me ha gustado su prosa adaptada con precisión a momentos trágicos y a otros sensuales, de un erotismo carnal, diáfano, con personajes fuertes que gozan del sexo sin contemplaciones. Tampoco le falta ironía ni sentido del humor.
          En definitiva, un libro que se lee con placer, en el que cada relato incrementa las expectarivas respecto al siguiente, que sorprende a veces por su crudeza, otras por el argumento o por los personajes y que en ningún caso deja indiferente. Se lo dice una lectora que no tiene al relato corto como su género preferido.
          María García-Lliberós
          

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