jueves, 21 de mayo de 2015

Relectura de "La muerte en Venecia", de Thomas Mann

Thomas Mann
Edición de 1972
Dick Bogarde, como Gustavo Aschenbach
Leí por primera vez esta novela en 1972, después de haber visto la película de Visconti. Por una vez, fue el cine el que me puso en contacto con la literatura, porque Visconti y Dick Bogarde me dejaron tan impresionada que, recuerdo, la necesidad que me crearon de leer el texto que los inspiró y conocer más de su autor. Entonces era yo muy joven y aunque disfruté más con la película que con la novela, fui capaz de reconocer dos obras maestras.
     Han pasado más de cuatro décadas y con ocasión del Club de lectura de Librería Gaia de Valencia, que dirige Justo Serna, he vuelto a leerla. He buscado en la biblioteca y recuperado el librito tamaño bolsillo de tapas duras de la edición de Planeta y Plaza & Janés  de 1972, con la traducción a cargo de Martín Rivas y Raúl Schiaffino, publicada, junto con otra novela de Mann titulada Las Tablas de la  Ley. Un libro de letra pequeña y un total de 157 páginas. Sentí emoción al volver a abrirlo y empezar de nuevo a leerlo con otra mirada, la de una mujer con muchas lecturas a su espalda, con un criterio mejor formado y mayor capacidad crítica. También con mayor capacidad para exprimir el placer que pone a nuestra disposición una lectura exquisita.
     La muerte en Venecia la escribió Thomas Mann en 1912, cuando tenía 37 años y discurre como una parábola. Nos habla de la belleza, del arte, del enamoramiento, la sexualidad y la muerte. Y, sobre todo, nos habla de la decadencia, la de la sociedad, reflejada en el deterioro de esa bellísima ciudad sacudida por una epidemia de peste, y la decadencia física y moral del protagonista, Gustavo Aschenbach, ese aristócrata intelectual entregado a la creatividad del espíritu, admirado por su compatriotas que, en la vejez, se ve arrastrándose tras un adolescente cuya contemplación fomenta su concuspicencia. Interesantísimo el monólogo íntimo que mantiene Aschenbach consigo mismo tratando de sublimar de alguna manera lo que es un deseo sexual o una excitación sentimental que le genera una ansiedad incontrolada. Necesita intelectualizarlo para justificarse y convertirlo en arte.
     Una novela de apenas 100 páginas, de estructura perfecta e intensa.  
     Ahora me han entrado ganas de volver a ver la película de Visconti.

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