Reproduzco aquí el texto de presentación de mi novela por parte del periodista y escritor Jaime Millás, una de las personas que ha dedicado más tiempo a analizar mi obra en su globalidad y con cuyos juicios me he sentido más identificada. Su presentación fue una amplia reseña de la novela llena de observaciones y detalles significativos que, sin duda, enriquecen su lectura.
Jueves 11
noviembre 2021, Ayuntamiento de Alfafar
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La última novela de María García-Lliberós es mucho más que un
extenso relato sobre las vicisitudes que genera una adopción internacional en
el seno de una familia valenciana, que opta por esta vía después de constatar
la esterilidad de la pareja.
La narradora al situar este tema como eje conductor de la
obra puede facilitar esta interpretación restrictiva. Pero si se lee el libro a
fondo, dedicándole toda la atención que requiere, vemos que el desarrollo
literario va mucho más allá de tratar en solitario este tema de actualidad en
nuestra sociedad. María construye en 263 páginas una ambiciosa trama donde
encontramos datos, experiencias, reflexiones y opiniones sobre los diferentes
núcleos de convivencia que están sustituyendo a la familia convencional en el
mundo contemporáneo, sobre los mitos que acompañan el desarrollo de la función
maternal y paternal; leemos los problemas de conciencia que generan la
aplicación de alternativas científicas y sociales actuales para resolver la
falta de hijos en una familia o en una pareja; descubrimos la complejidad social
y psicológica de los procedimientos de adopción más allá de la aparente alegría
que produce iniciar el proceso; asistimos al grave problema escolar que genera
la marginación del niño diferente, de una etnia distinta; también constatamos
en la novela las dificultades y los avances de la sociedad española para
superar el clasismo y la desigualdad social.
Leer Más allá de la
tristeza nos ayuda a descubrir el escenario social de la vida española del
siglo XXI representado por personajes procedentes de diferentes generaciones y
nacidos dentro y fuera del país, adscritos a diversas clases sociales y
situaciones económicas y profesionales. En ese escenario narrativo vamos
conociendo problemas vinculados con los principios morales de ejercer el bien y
el mal, las oportunidades profesionales, las relaciones sentimentales, las
redes familiares de protección y desarrollo del ser humano, la complejidad de
las relaciones amorosas, y, de manera especial, conocemos la segunda
oportunidad que la vida suele ofrecer a todo ser humano para redimirse después
de caer en lo más profundo de su desgracia.
La escritora describe una sociedad con personajes muy
cercanos, casi reconocibles, de carne y hueso, que al mismo tiempo son héroes y
villanos, son víctimas de su negatividad y su ignorancia a la vez que
portadores de nueva luz, alegría y amor. La narradora es maestra en ofrecer
nuevas esperanzas a personajes que antes han sido descritos como seres conflictivos.
Después de haber leído con enorme placer este libro, y
tomando en consideración la trayectoria temática que María ha seguido a lo
largo de su producción literaria, creo que esta última obra representa a la
perfección a una escritora con vocación social, y en cierto modo política, que
alcanza cotas muy altas cuando sus personajes hacen introspección psicológica. La
dualidad establecida entre comportamientos sociales y conductas psicológicas nos
permite imaginar y visualizar en esta novela la complejidad psíquica del ser
humano y la dificultad para interpretar las conductas ambiguas, que a veces
concurren en nuestra convivencia.
En la vida real no todo es lo que parece. Para eso, para
iluminar nuestra dudas, está la literatura, está la ficción artística. La
literatura nos permite representar con distancia lo que en realidad sucede
cuando estamos solos, encerrados en nuestros pensamientos, lo que sucede cuando
convivimos y nos relacionamos unos con otros a través del amor o del desamor.
Me parece de gran efectividad narrativa la opción de narradores
múltiples que María ha asumido en esta ocasión, después de más de dos décadas
de ausencia de esta alternativa en su novelística. En 1999, en la novela Equívocos, el relato lo cuentan varios
testigos de las razones que provocaron la muerte de Joaquin, un juez de éxito. La
creadora literaria ha elegido dos sujetos narrativos, que escriben y describen
su vida, como si se tratara de construir un diario para explicar al lector lo
que ha pasado y lo que está pasando en el presente. La novela está escrita en
su mayor parte por el hijo adoptivo Diego y por el padre Bernardo, a la edad
respectivamente de 30 y 76 años.
Hay un tercer sujeto narrativo, mudo, inmerso en sus
pensamientos, consciente de que le quedan días para morir. Este yo narrativo,
que conocemos en tercera persona, es observado de manera omnisciente por la
escritora y por los lectores. Me refiero a la madre adoptiva Alicia, que a los
68 años se expresa desde una conciencia interna que está preparando su adiós
definitivo al mundo a causa de un cáncer.
También María nos ofrece otro sujeto narrativo mucho más
breve, la novia Candela, futura esposa
del joven adoptado y natural del país donde nació Diego. Cuando este quiere dar
el paso para asentar su vida, y ser un hombre hecho y derecho, opta por arraigarse
de nuevo con su cultura peruana y con su pueblo de origen indígena pues nunca
llegó a sentirse español. Toda la generosidad con que sus padres españoles
construyeron su vida de adolescente no sirvió de nada. Diego opta a ser una
persona afectivamente autónoma en la vida volviendo a su país de nacimiento. Este es uno de los aspectos del argumento narrativo
que más me ha interesado, porque soy de los que a menudo piensa que la adopción,
en numerosos casos, es sinónimo de desarraigo y pérdida de identidad
cultural.
Entre los cuatro sujetos narrativos que acabo de identificar
destacan las voces masculinas del padre y el hijo adoptivos. Hablan en primera
persona, con la fuerza y la determinación que ya empleó María tiempo atrás en
la voz narrativa del ingeniero Emilio Ferrer, el personaje central de su
anterior novela La función perdida,
texto en el que cuenta las peripecias del protagonista para encontrar un
espacio personal en su nueva vida de jubilado después de haber sido un poderoso
funcionario municipal.
En esta polifonía, la voz femenina de Alicia es en realidad
el testimonio de una persona que desea morir en paz después de recibir el
perdón y el cariño de su hijo adoptivo. Ya no tiene fuerza para actuar sobre el
presente o para condicionar el futuro con sus opiniones.
María García-Lliberós pone muy rápido sobre la mesa del
lector las principales cartas que va a jugar en el relato. Habla de dos
episodios singulares que hicieron insostenible el conflicto del joven Diego con
sus padres adoptivos y con la sociedad que pretendía integrarlo: a uno lo llama
el incidente, una situación muy triste que se produce entre hijo y madre. Este
hecho en cierto modo mantiene relación con el otro episodio, una reiterada
situación de acoso escolar que Diego vive en su colegio sin que nadie
investigue los hechos y detecte la angustia permanente del niño. Desde las
primeras páginas se señala el giro que estas dos situaciones van a producir en
la trama. Pero la autora, que sabe administrar perfectamente la intensidad de
las intrigas, alarga durante páginas y páginas el deseo de querer saber el
desenlace de estos dos aldabonazos, y los describe cuando la acción ya está
bastante avanzada y el lector maneja numerosas informaciones y escenarios en su
imaginación.
Creo no equivocarme si afirmo que en el conjunto de la
producción literaria de la escritora esta última novela representa un cambio estilístico importante,
aunque el tipo de estructura narrativa ya lo hubiera aplicado a un título
anterior. En general el arranque de las tramas que había elegido anteriormente
estaba centrado en un personaje, hombre o mujer, que anuncia una determinación
y luego va explicando por qué ha llegado a ese punto vital y cómo está gestionando
el presente. Por ejemplo, en la primera novela que María publicó en 2015 en
Sargantana, Diario de una sombra, el
financiero Gabriel Pradera se nos presenta como un profesional de éxito que,
sin embargo, está preparando quitarse la vida porque no soporta el conflicto
moral y la angustia que arrastra por unos hechos que se produjeron en su
juventud. Pues bien, la polifonía que en esta ocasión ha elegido para sus
protagonistas es un gran acierto de creación literaria e incrementa mucho el
interés por leer el libro.
Por la trayectoria profesional que desarrolló como economista
y licenciada en ciencias políticas en la administración municipal y por la
militancia política que ejerció en los años 80 en los medios de comunicación valencianos
de carácter público, es lógico que la producción literaria de María sea lúcida
al ofrecernos mosaicos culturales, políticos y profesionales de la sociedad en
la que crecimos y vivimos. Su manera de trabajar el realismo literario es
inteligente y de gran eficacia narrativa. Pero yo pondría tanto o más el acento
como lector en su capacidad para mostrar con palabras la introspección y la
reflexión anímica de sus personajes. El psicologismo de los protagonistas nos
ayuda a conocer sus dudas, sus ambiciones, sus deseos, su amor y su desamor,
sus angustias, sus fracasos, su capacidad de humor y tristeza, todo ello en el
contexto de una sociedad que se encuentra en permanente cambio y que obliga a
cambiar mentalidades y comportamientos.
En la novela la emotividad positiva y la negatividad están a
flor de piel, los deseos del ser humano de amar y proteger a otra persona
también, conocemos la necesidad de tener referentes adultos para crecer en la
vida, de ejercer la capacidad de perdón y de generosidad de las personas. Más
allá de la tristeza que produce a la pareja protagonista la sensación de haber
fracasado en una adopción pese a haber puesto la mejor voluntad y haber
destinado todos los medios materiales para que saliera bien, más allá del
fracaso de una propuesta paterno filial que quería ser el proyecto central y
determinante de la convivencia de una pareja, la escritora María
García-Lliberós en esta novela nos sitúa ante un mundo de emociones y buenos
deseos, que permite continuar satisfactoriamente la vida después de haber
ejercido el perdón.
El reencuentro de Diego y su madre genera unas páginas muy
bellas y sentidas, escritas desde el corazón y la emotividad, auténtico reflejo
de lo que acabo de señalar. La misma sensación de bienestar produce al lector el
nuevo proyecto de vida compartida que se vislumbra van a emprender padre e
hijo, aunque sea a miles de kilómetros de distancia. Bernardo escribe en una de
sus páginas: “Me queda poco tiempo para volver a amar a mi hijo”.
Jaime Millás