sábado, 28 de noviembre de 2020

"Las cinco estaciones de Vivaldi", de Emi Zanón. Editorial Sargantana, 2020. 260 páginas.

             

           Emi Zanón (Buñol, Valencia) nos ofrece esta novela romántica que sitúa en la Venecia barroca de la primera mitad del siglo XVIII. La autora ya dio muestras de sus dotes para recrear tiempos pasados con la deliciosa novela Su último viaje (Ed. Araña, 2009) cuya trama ubicó entre España y París en pleno siglo XVII.

Las cinco estaciones de Vivaldi es, pues, una novela de ambientación histórica con personajes reales –el compositor y violinista Antonio Vivaldi, la cantante Anna Giraud y su hermana Paulina, el músico Arcángelo Corelli, conocido como el príncipe de los músicos, el caricaturista Pier Leone Ghezzi, el arquitecto Giorgio Massari- y otros, los principales protagonistas –la familia de Carlo Salvadore Ghezzi y su hija Anna Isabella-, de ficción. Y ahí se encuentra la gracia de este relato: la ingeniosa manera de aprovechar parte de la biografía de Vivaldi, el prette rosso, como le apodaban, por su condición sacerdotal y el color de su pelo, durante la época en que estuvo contratado por el Ospedale de la Pietà, para desarrollar una intensa historia de amor y perdón.

El Ospedale de la Pietà era un conventohospicioorfanato y escuela de música en Venecia, activo en los siglos XVII y XVIII, y Vivaldi trabajó allí como profesor de violín y canto de 1703 a 1715 y de 1723 a 1740. Se trataba del orfanato de Venecia con mayor prestigio, precisamente, por la calidad del coro y la excelencia de algunas de las huérfanas como solistas de canto o instrumentistas. Vivaldi compuso decenas de obras para que fueran interpretadas por sus pupilas que alcanzaron un reconocimiento que transcendía los límites de la república de Venecia. Sus conciertos se hicieron famosos y se convirtieron en eventos sociales de primera magnitud que atraían a la sociedad más selecta, y la música suponía un estímulo para las huérfanas y un trampolín social para ellas en muchos casos.

Nos lo cuenta una voz omnisciente en tercera persona, una voz extremadamente culta que inicia su relato en julio de 1715 cuando una niña sin nombre, de tres años, es entregada en el Ospedale de la Pietà.

Entonces, Venecia era el centro  turístico y cultural de Europa, y no podía haber escogido la autora mejor escenario para desarrollar la trama, porque uno de los mayores méritos de esta novela es la forma como consigue que el lector se sumerja en la atmósfera cosmopolita, brillante, imaginativa, fastuosa de la vida cultural veneciana, predispuesta a celebrar la llegada de cada estación, con cantidad de apuntes interesantes sobre las costumbres de sus ciudadanos. No en balde Vivaldi nos legó los cuatro conciertos conocidos como Las cuatro estaciones, escritos para violín, orquesta y declamador, y sus respectivos sonetos, que recitaba antes de la ejecución musical, y que contenían las emociones que la primavera, el verano, el otoño y el invierno le despertaban y que él trataba de comunicar a través de la música. Me ha resultado muy hermosa la interpretación que Emi Zanón hace de los mismos, pues incluye los sonetos en la novela (en italiano y su traducción al castellano), hasta el punto que no he podido resistirme a volver a escuchar el maravilloso concierto de Las cuatro estaciones con este nuevo conocimiento que me lo ha hecho más conmovedor. Una novela, por tanto, que despierta emociones en el lector.

Las novelas de Emi Zanón, Su último viaje, mencionada al principio, Yámana, Tierra del Fuego, La hierba azul de Calíope, y esta misma contienen, a pesar de la diversidad de su temática, un elemento común: la filosofía de la autora, cuatro principios de convivencia que, sin duda, si fueran practicados con mayor entusiasmo, la vida sería más dichosa y que, en esta ocasión pone en boca de sor Consolata, una monja que poseía conocimientos sobre las propiedades mágicas de las hierbas, que sufría, o gozaba, de alucinaciones y que conservaba la sabiduría acumulada por sus antepasados, el personaje más rico y misterioso de esta novela. Destaco también otros femeninos, Anna Isabella Ghezzi y su madre, así como la cantante Anna Giraud, mujeres innovadoras en su tiempo que quieren ser libres y tomar decisiones por sí mismas, aún a riesgo de equivocarse y ser penalizadas por ello.

Al principio he definido esta novela como romántica, porque lo es. La heroína principal Anna Isabella sufrirá de mal de amores y en la trama hay pasión, traición, enredos familiares, secretos inconfesables y los tópicos propios de la novela romántica que azuzan la curiosidad del lector, incluso lindando lo folletinesco. Sin embargo, la corrección de la prosa de Emi Zanón, en ocasiones muy bella, la bondad del discurso intelectual que transmite, así como los conocimientos históricos, musicales y la perfecta contextualización espacio temporal, hacen de Las cinco estaciones de Vivaldi, una novela muy recomendable.

María García-Lliberós.



Esta reseña ha aparecido publicada en POSDATA, el suplemento cultural de LEVANTE-EMV, el sábado 28 de noviembre de 2020.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

"Hermanos de sangre", de Juan Vergara

 

Editorial Sargantana, 2020.                                  


150 páginas.

        Hermanos de sangre es la segunda novela de Juan Vergara que leo y me ha sorprendido porque supone un cambio de registro absoluto sobre la anterior. Meridiano maldito (2011) trataba sobre la expedición que hicieron seis académicos franceses, acompañados por dos marinos españoles –Jorge Juan y Antonio de Ulloa- a Perú, entre 1734 y 1744, para medir un grado del meridiano terrestre y confirmar que la Tierra no era una esfera perfecta, sino achatada por los polos. Se trata de una novela de aventuras, viajes, científica, política, histórica y social, porque Vergara con un lenguaje cuidado, abre el relato a una infinidad de aspectos. 

Hermanos de sangre se aparta de esta senda, lo que indica que Juan Vergara va definiendo su imaginario literario, amplio y variable, sin agarrarse todavía a obsesiones fijas. La trama se desarrolla en la actualidad, en las primeras décadas del siglo XXI, toma como escenario la Valencia del ensanche, un barrio de clase media, predomina la ficción, adopta como objeto literario el interior de dos familias bien distintas si atendemos a su nivel económico y otras cuestiones derivadas del mismo, y está protagonizada por tres jóvenes, uno de los cuales asume la voz narradora.

Hermanos de sangre puede emparentar con el género negro, por eso de que un asesinato forme parte del núcleo central del relato, pero me ha parecido más una novela con interés en el diseño de los personajes dotándoles de la suficiente profundidad psicológica que justifique sus conductas. No sigue el curso de una investigación policíaca, aunque haya alguna referencia, pues el narrador, Marc, que escribe desde la cárcel, se presenta como el autor confeso del asesinato apresurándose a desvelar el misterio sobre la identidad del asesino. Hay en la novela cierta denuncia social, pues asuntos como el maltrato, la tiranía familiar y sus consecuencias, la codicia económica y el consumismo, aparecen como causas impulsoras de acciones delictivas, aunque estas se ejecuten con un afán justiciero o impulsadas por sentimientos amorosos. Motivos que dulcifican la cara del asesino. 

La novela, de 150 páginas, se desarrolla en 16 capítulos. Es corta, y se hace corta, lo cual es bueno, y es de lectura ágil porque avanza a buen ritmo. El primer capítulo adopta la forma de apertura clásica de presentación del narrador y su situación: un joven de veinte años, condenado a quince de reclusión mayor por asesinato con alevosía. Ha matado al padre de sus amigos Raúl y Patricia. Ha abandonado los estudios y arruinado su vida, sin obtener nada a cambio, y no está arrepentido. ¿Cómo es eso?, se pregunta enseguida el lector, atrapado ya en la intriga.

Pero las cosas no son tan sencillas como sugieren las apariencias. Y tras los hechos desnudos, descritos así, por las consecuencias, se encuentra una madeja de relaciones que impulsan sus conductas. Las familias de ellos habitan en el mismo edificio pero mientras la de Marc ocupa, alquilados, la que fue estrecha vivienda de los porteros en el último piso, la de Raúl y Patricia vive en el amplio piso principal, en calidad de propietarios, con las connotaciones propias de las diferentes clases sociales. Unos viven de un pequeño comercio de mercería de barrio y los otros son hijos de un empresario hecho a sí mismo y orgulloso de ello, constructor, especulador y sabedor de los secretos que conducen a un pelotazo urbanístico y a engrosar la burbuja inmobiliaria. Van a un colegio privado, Marc a un instituto público, veranean en un chalet en Dénia mientras Marc los espera en una tórrida Valencia. Vidas próximas y diferentes, a pesar de compartir la misma escalera y los elementos comunes. Y les afectará de forma distinta la terrible crisis económica y financiera de 2008. 

Comento esto por el interés que despierta la descripción, sin grandes honduras, las necesarias para una novela, de la situación socioeconómica de España en la primera década del siglo XXI, el aumento del desempleo, con especial crueldad entre los jóvenes, el auge de los comedores sociales, el incremento de la pobreza y las desigualdades. Saber contextualizar un relato en sus dimensiones espacio-tiempo es lo que le aporta realismo y lo hace creíble.

Otro aspecto primordial lo constituye el diseño de los personajes. Y en este caso tiene una importancia enorme, hasta el punto de que la credibilidad de la novela descansa en ello, en que el lector acepte el motivo por el cual Marc se embarca, nada menos que en un asesinato, para “hacerles un favor” a sus amigos, asumiendo el destrozo en su propia vida, cuando no es un sicario. El difunto responde a un estereotipo del padre y esposo maltratador: un hombre con capacidad para herir, desconfiado, cínico y violento, que controla los movimientos de la familia, veta amistades, y hasta la forma de vestirse, provoca miedo y es un elemento de conflicto que impide la paz intra familiar. La madre, una mujer guapa chapada a la antigua, no se plantea ni el divorcio, ni la denuncia del marido ante la justicia. Pensarlo le produce pánico. 

Raúl sufre las afrentas del padre, al que teme y del que ha sido objeto de su ira en más de una ocasión, está necesitado de afecto y la amistad con Marc surgirá como algo necesario, sedante y enriquecedora. E incluso como una rebeldía ante el padre que tilda a Marc de don nadie. Una amistad que, por su parte, se aproxima al enamoramiento. Patricia, fría y calculadora, tiene mente de estratega. Se sabe atractiva y le resulta fácil manejar a Marc, consciente del deseo sexual que le despierta. Pero el final, agridulce, nos deparará una sorpresa que obligará al lector a redefinir al personaje de Patricia.

Una novela, por tanto, que, en el marco de un crimen horripilante, navega por el interior de los personajes, que nos habla de sentimientos encontrados, anhelos, pasiones, en el contexto de una sociedad en derribo, que enfrenta problemas de gran actualidad mediática que tienen que ver con el dominio de unas personas sobre otras y las formas que las víctimas potenciales practican para intentar evadirlo, cuando, sobre todo, falta el coraje para dejarse ayudar por la Justicia. Una novela que consigue mucho más que entretener, obliga al lector a comprender las tragedias que, hoy en día, tienen lugar en la intimidad de los hogares.

Léanla.

 

María García-Lliberós

 

 

 

 

 

miércoles, 29 de julio de 2020

Comentario de Rafa Marí sobre "la función perdida", novela de María García-Lliberós

Siempre nos quedará la lectura

La pandemia y las altas temperaturas serán agobios menos angustiosos si tenemos entre las manos libros y prensa

RAFA MARÍ
CLa palabra 'casi' nos salva de las generalizaciones abusivas. Decir
'Casi todos sobreactúan en las redes sociales' es más preciso que decir 'Todos sobreactúan en las redes sociales'. Pero los 'casi' no quedan bien en los titulares. Este verano la pandemia y las altas temperaturas serán menos angustiosas si tenemos entre las manos libros y prensa. Por un rato y con ese apoyo, (casi) todos podremos olvidar los agobios de la realidad.
Es la última novela de María García-Lliberós ('Equívocos', Premio de la Crítica Valenciana, 1999; 'Babas de caracol', 2006 y 2014; 'Como ángeles en un burdel', Premio Ateneo de Sevilla, 2002; 'Lucía o la fragilidad de las fuertes', 2011...). Leo las 358 páginas de 'La función perdida' en la segunda edición de Sargantana (diciembre, 2017). Un monólogo de Emilio Ferrer, personaje de ficción cuyas vivencias -y los empresarios, políticos y abogados que las pueblan- 'suenan' a muchas cosas ocurridas en Valencia estas últimas décadas.
Mi madre Julia, cuando tenía mucho interés en conservar algo, unos pañuelos por ejemplo, los guardaba tan bien que luego, siendo una mujer de rutinas, se le olvidaba dónde lo había hecho. Se pasaba días murmurando: 'On hauré deixat jo els mocadors?».
Tenía tanto interés en 'La función perdida' que la escondí en un sitio especial. Días después no recordaba cual era. Igualito que mi madre. Estuve dándole vueltas al tema hasta que sospeché haberlo guardado en el altillo de un armario. Inspeccioné. Había allí dos libros. El poemario 'Una grieta en el tiempo', de María Teresa Espasa, editado por Verba Manent («Si me prestas tu vida y tus zapatos, / te enseñaré a amar y caminar»; «Yo no inventé a los hombres audaces/ cuyos sueños se malogran/ entre días de vino, pasión/ y nubes grises. / Solo creí»). Y ¡por fin!, 'La función perdida'. Leí la novela en tres tardes, ajeno durante su lectura al Covid-19 y a las altas temperaturas (evito el aire acondicionado, su zumbido me inquieta). La primera tarde leí con interés las iniciales 110 páginas de 'La función perdida'. Poco a poco el relato iba ganando mi atención. Auto-radiografía existencial de un jubilado que en sus años laborales había sido un hombre influyente como Jefe del Área de Proyectos de la Dirección General de Infraestructuras.
La pasión llegó en la segunda tarde, con sus magníficos pasajes de duros reproches familiares entre Emilio y su hija Adela, momento alto que me recordó el cine de Ingmar Bergman: la amarga conversación de padre e hijo en 'Saraband' (2003): "Padre, ¿por qué nunca me has querido?"); el rencor de Liv Ullmann hacia su famosa madre, Ingrid Bergman, en 'Sonata de otoño' (1978).
Las sorpresas me aguardaban en la tercera tarde. García-Lliberós abandona el tono severo para darle a su novela unos ribetes de comedia sexy (las vacaciones en Malta; la boda de Guillermo con su asistenta chilena) o de intriga (el acoso en la escuela a la nieta de Emilio; el espionaje de Emilio a unos vecinos).
La fecundidad de García-Lliberós para imaginar sub-tramas es formidable. Las historias paralelas de 'La función perdida' podrían protagonizar otras novelas. Pero yo me quedo con los abismos familiares de sus relatos. Es una sabia conocedora de la condición humana, sus miedos y coartadas. Narrando esos enfrentamientos, María es muy grande y muy honda y veraz.

Rafa Marí

sábado, 16 de mayo de 2020

"La virgen de los huesos", de Guillermo Galván.


Ed. Harper Collins, 2020                                                  
461 páginas.

La historia que nos cuenta Guillermo Galván ocurre en 1942, en Aranda de Duero, un municipio que siempre estuvo en la retaguardia durante la guerra Civil pero que no por eso dejó de ser escenario de crímenes ideológicos con causa en la represión franquista desatada contra los perdedores.
El protagonista es Carlos Lombardi, personaje creado por Galván en su anterior novela Tiempo de siega con la que La virgen de los huesos mantiene otros elementos en común. Lombardi fue policía en la época de la República y, represaliado, en 1942 todavía se encuentra en espera de indulto mientras trabaja como investigador privado en la agencia Hermes. Es un hombre duro, detective de raza que no deja cabos sueltos, leal a sus superiores y amigos, de izquierdas, un tanto enamoradizo, crítico con el régimen franquista establecido, realista y resignado a esas circunstancias. El personaje bebe de la fuente de inspiración de Chandler, por ejemplo, a mí me ha evocado a Marlowe y compañía, por su ironía, adaptado a nuestras características patrias que tampoco son tan diferentes.
Guillermo Galván

La historia comienza con la desaparición de un novicio, Jacinto Ayuso, del Monasterio de Santa María de la Vid (la presencia de sotanas, tan poderosas en el régimen de Franco, es otra coincidencia con la anterior novela) y el encargo a Lombardi de esclarecer el caso. La exposición en la puerta de una iglesia de la mano del novicio, cortada a un muerto según el forense, permite transformar el caso de una desaparición en otro de un asesinato. Luego habrá dos más durante un verano sofocante que alteran la tranquila vida de Aranda. Por supuesto que Lombardi sabrá resolverlos.
Lo que importa destacar es que esta novela que la editorial incluye en su colección de policíaca, bien puede calificarse también de ambientación histórica, ya que Galván se sumerge, y nos transmite a los lectores, en la atmósfera decadente, corrupta, caciquil, temerosa, de la España rural castellana de la época y rastrea conflictos domésticos resueltos durante la guerra civil al amparo de ejecuciones sumarias por motivos ideológicos, cuando en realidad respondían a intereses económicos y enemistades vecinales profundas. En este terreno, el del totalitarismo negro en España, como se indica en la portada, Guillermo Galván se está forjando un merecido respeto como especialista. Se lee muy bien, sobre todo la segunda parte que intensifica la tensión narrativa y clarifica con solvencia una trama enrevesada que hunde sus raíces en el pasado.
María García-Lliberós

martes, 28 de abril de 2020

"La segunda expedición", de Alan Pitronello



Ediciones Pàmies, 2019.
467 páginas

VIII Premio de novela histórica Ciudad de Úbeda.

Nos encontramos ante una buena novela de ambientación histórica pues, aunque algunos de sus personajes existieron y algunos hechos sucedieron, el peso protagónico de la trama lo sustentan seres de ficción. Hay que decir que el trabajo llevado a cabo por el autor de documentación y contextualización geográfica y temporal, en lo que hace al paisaje, lenguaje, costumbres, indumentaria, y demás detalles, como la lucha con espada, ha sido formidable y si algún reproche cabe hacer es que ha pecado por exceso. Los lectores aficionados a este género, disfrutarán de lo lindo.
La segunda expedición es una novela de aventuras dirigida a lectores mayores de doce años, sin límite de edad. Predomina la acción sobre el pensamiento. Sus protagonistas, Beatriz y el joven Martín del Castillo, tienen las características de auténticos héroes. Son valientes, hermosos, nobles de espíritu y se enfrentan con coraje al mal, personificado en otros personajes, y a una sucesión de obstáculos a su felicidad a cual más imaginativo y feroz. Todo ello en el siglo XVI, pues el relato se inicia en 1518, en Villa de Santiago de Cuba, bajo la dominación española.
Alan Pitronello
El argumento aprovecha la expedición alentada por el entonces gobernador Diego Velázquez de Cuéllar para explorar “los límites de los mapas” de la isla de Yucatán, descubierta hacía poco. Los españoles que se apuntaron lo hicieron animados por la codicia, el ansia de encontrar oro, de apresar indios para utilizarlos como mano de obra gratis, aunque la palabra esclavo estuviera prohibida, en encomiendas de tierra que el gobernador distribuiría en compensación a su esfuerzo. Hacerse ricos era el único objetivo. En esta parte, cobra importancia el lenguaje marinero, y las técnicas de la esgrima porque son numerosos los lances, con resultado de muerte, para resolver asuntos de honor, algunos bastante pintorescos. La sociedad, diseñada por los varones, responde a un patrón que premiaba la violencia, el machismo y la ambición. Las mujeres, ya fueran indias o españolas, eran consideradas como otras posesiones. En este sentido, la novela tiene la virtud de desmitificar los comportamientos épicos de los conquistadores españoles en las Américas.
La segunda expedición es una novela que contiene elementos propios de la literatura fantástica. Martín, elegido por la diosa Ixchel para liberar su templo de las fuerzas del mal, librará una guerra particular en la que los sueños, las profecías, creencias y leyendas de los pueblos primitivos, serán su orientación intelectual y le abrirán una nueva perspectiva sobre su posición en el mundo.
Los personajes adolecen, en general, de una liviana profundidad psicológica, a excepción de Beatriz cuyo diseño conviene destacar. Beatriz surge como la mujer moderna, feminista, que se rebela ante su destino, que quiere ser libre y progresar. Dotada con capacidad para los negocios, sabrá salir airosa de situaciones comprometidas y llegará a levantar la primera fábrica de azúcar de caña en Santiago de Cuba. El autor, a través de ella, redime al género femenino de su insoportable sometimiento al desprecio de los hombres de su tiempo.
La segunda expedición se lee muy bien, porque el relato, omnisciente, mixto entre realidad y ficción, fluye con el pulso poderoso de Alan Pitronello (Chile, 1986), tiene una prosa rica, con ritmo, atrapa y mantiene el interés del lector con quiebros narrativos y suspense.
Un Premio de Novela Histórica de la Ciudad de Úbeda 2019 merecido.

María García-Lliberós


domingo, 12 de abril de 2020

"La primera mano que sostuvo la mía", de Maggie O'Farrell

Editorial Libros del Asteroide, 2018.
Traducción de Concha Cardeñoso.
340 páginas.

Es el primer libro que leo de esta autora y, adelanto, que no será el último. Me ha llamado la atención el talento que muestra para construir la compleja estructura de la novela que desarrolla con una prosa tan ágil que consigue que el lector casi no perciba esa dificultad. El relato está contado con una voz omnisciente en tercera persona que habla siempre en presente, cuando hay dos líneas narrativas que se corresponden con dos tiempos distintos: el Londres de la década de 1950 y el contemporáneo. Una voz que, de tanto en tanto, se dirige con desparpajo al lector con frases que empiezan con un “veamos” o “imaginemos”, y hace fácil que este reproduzca en su mente la acción que nos cuenta y, sin embargo, capte sentimientos. Se trata de una prosa visual, que usa técnicas de guión de cine. Frases cortas y claras. En algún momento de la primera parte el lector se da cuenta de que las dos historias que protagonizan Elxie y Elina, dos madres jóvenes, no discurren de forma paralela en el tiempo, produce una pizca de desconcierto y de incremento de tensión literaria, pero la autora sabe llevar a puerto las piezas del rompecabezas que encajarán por completo en la última parte.
Maggie O'Farrell Irlanda del Norte, 1972)

La primera mano que sostuvo la mía es una novela que se ocupa de la maternidad, de los destrozos de todo tipo que produce y, al mismo tiempo, de la profunda relación, inexpugnable, que se crea entre una madre y su hijo durante los primeros meses de su vida, “una peripecia de la que algunas mujeres sacan sentimientos de heroísmo, mientras que otras lo viven como un exilio del mundo que conocían”, según palabras citadas de Rachel Cusk que debieron inspirar a Maggie O’Farrell.
Elxie es una mujer impulsiva que no duda en abandonar el hogar familiar en el campo para ir a Londres siguiendo los pasos de Innes Kent, un periodista brillante que dirige una revista de arte, y a la que parece no importarle romper con sus padres y hermanos para siempre. Ambos saben lo que quieren, son directos, avasalladores, poseen determinación y ternura, se hacen amantes y se enamoran, por este orden. Forman una pareja encantadora y con fuerza aunque el narrador, de vez en cuando atempera el entusiasmo que producen con adelantos como “no sabe que va a morir joven, que no tiene tanto tiempo como cree”, una forma de avivar la curiosidad.
En esta novela, la muerte está presente, una muerte inesperada  y rápida, que trastoca la existencia del que sobrevive. Evidencia la fragilidad del ser humano, lo azarosos que son los días felices, la nostalgia insoportable que provoca, el absurdo de la vida. El amor, la pasión, la venganza ciega, la ambición, la importancia de la amistad, los traumas de la niñez dispuestos a atacar en la edad adulta, también se encuentran entre sus páginas.
Elina, la otra protagonista, es diferente. Para empezar es finlandesa, añora a su madre y a su país. Es una artista emparejada con Ted, montador de cine. Tienen un hijo tras un parto en el que casi muere desangrada y provoca un impacto emocional devastador que trastoca la comunicación entre ellos. Ella tiene lagunas de memoria de acontecimientos próximos y él, en cambio, recuperará escenas de su infancia que dormían en su subconsciente y tendrán consecuencias. Ambos aprenden, cada uno a su manera, a ser padres. La relación entre Elina y su bebé, primaria, se describe llena de sensaciones físicas íntimas al mismo tiempo que la madre sufre el asalto violento de las tareas domésticas nuevas, la dependencia de su hijo respecto a la alimentación, y observa con disgusto la mujer en la que se ve obligada a transformarse.
Las dos historias se encontrarán, en un giro argumental ingenioso, con intriga y bien armado, en el que otros personajes –Félix, periodista famoso de la BBC con quien Elxie discutía mucho y bien, Margot, Gloria- tendrán un importante papel y pondrán en evidencia que en la vida de cada cual decisiones de terceras personas determinan tu existencia tanto como las propias.
Una novela que se lee a gusto, que está bien escrita y bien traducida, que estimula la  reflexión y la fantasía llevándote a las calles del Londres elegante, cosmopolita y vanguardista de la segunda mitad del siglo XX, con personajes bien diseñados con lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Muy recomendable.
María García-Lliberós


martes, 3 de marzo de 2020

"María Cambrils. El despertar de la conciencia", de Ana Noguera. (Poemario)


Olé Libros, 2019.
Texto de la presentación del poemario en el Espai d'Igualtat de Alfafar (Valencia), el 02.03.2020, organizada por la Asociación Mujeres en marcha.
Concha Prieto (coordinadora), Ana Noguera y María García-Lliberós
Ana Noguera es doctora en Filosofía y muchas cosas más. Ha sido concejala del Ayuntamiento de Valencia, diputada en las Cortes Valencianas, en la actualidad es miembro del Consejo de Cultura, siempre por el partido Socialista, porque Ana es una mujer comprometida, luchadora por sus ideas y generosa compartiendo su tiempo. Ha escrito novelas y ensayos, artículos periodísticos que desmenuzan la actualidad política y, además, es poeta. Escucharle declamar sus poesías es un auténtico placer y hoy, confío, tendrán oportunidad de verificarlo. Pero, por encima de todo, Ana Noguera es una amiga y una mujer consciente de su género, feminista y femenina, decidida a hacer justicia a las mujeres inmerecidamente olvidadas, como María Cambrils que ha inspirado este poemario.

Vivimos en una época favorable a las mujeres, como nunca antes, a pesar de las enormes diferencias que existen con los hombres en lo que hace a remuneraciones económicas (igual trabajo, igual sueldo) y a reconocimiento social. Nos lo hemos ganado a pulso, nadie nos ha regalado nada, y somos nosotras, en primer lugar, las que debemos trabajar para sacar del armario la legión de mujeres que merecen tener su lugar en la memoria de la Historia. Yo desconocía a María Cambrils, por ejemplo, no sabía nada de su paso por este mundo, ni de su trabajo, ni de sus artículos periodísticos, ni de su pensamiento y su lucha por dignificar la vida de las mujeres. Y ahora sé quién es, puedo sentirme orgullosa de la huella que dejó, y se lo debo a Ana Noguera que ha contribuido a que se le haga justicia. Y lo ha hecho a través de la poesía, el más hermoso homenaje que María Cambrils hubiera podido soñar.
Los novelistas admiramos a los poetas por su capacidad de síntesis. Un poema no deja de ser un relato, esto es, una historia que exige al lector un trabajo de interpretación. Es como un mensaje cifrado, misterioso. La poesía demanda intensidad al lenguaje, precisión. Las emociones se estrujan para que quepan en una palabra, en un verso que tenga la capacidad de estremecernos. Los novelistas podemos permitirnos el lujo de explayarnos en describir circunstancias, personajes y situaciones, pero los poetas no, porque la síntesis es la esencia del género.
 En María Cambrils. El despertar de la conciencia hay 39 poemas inspirados en esta mujer nacida en Valencia, en el barrio de El Cabañal en 1878 y muerta en Pego (Alicante), en diciembre de 1939, recién terminada la Guerra Civil. Una mujer autodidacta, de clase trabajadora, hija de obrero y madre analfabeta, que llegó a publicar, en 1925, un libro con el título Feminismo socialista, sobre los derechos de las mujeres, prologado por Clara Campoamor, y escribió decenas de artículos e impartió conferencias para cuestionar el papel de la Iglesia en la sociedad, explicar la vinculación entre socialismo y feminismo, defender el voto femenino, identificar los enemigos de la mujer, o manifestarse por cuestiones relativas a la enseñanza, el divorcio o las relaciones laborales en el sector agrícola. Una mujer que vivió sin miedo o que consiguió vencerlo, asumiendo riesgos en una época en que se pagaban muy caros, valiente, y que trabajó para abrir caminos que condujeran a una mayor igualdad.
Este poemario está escrito para que nuestra generación se entere de la huella que dejó María Cambrils en este mundo, y por una persona que se siente reflejada en ella, que la considera su compañera, a pesar de que sobre la obra y la vida de María Cambrils, Ana Noguera pose una mirada, llena de admiración, amor y gratitud, formada cien años más tarde. Encontramos en esa mirada indignación por el silencio con que la rodearon predecesor del olvido, tan solo por ser mujer, pues no ocurrió con otros compañeros masculinos de méritos similares. Encontramos también dolor, contextualización histórica, conciencia política y denuncia social. ¡No queremos piedad sino justicia! Con este verso comienza uno de los poemas más significativo del libro.
La poesía es un género que no admite la neutralidad ni la objetividad pues se alimenta de emociones y la medida de su éxito se encuentra en el grado en que estas son asimiladas y comprendidas por el lector. Si este las hace suyas, la partida está ganada. Y les aseguro que en este caso es un triunfo compartido de la homenajeada y de la autora, y les invito a comprobarlo por ustedes mismos decidiéndose a abordar su lectura y gozar con ella.
Yo no soy poeta, soy novelista, no entiendo de métrica ni de la técnica de la versificación, pero puedo decirles que la poesía de Ana Noguera suena bien al oído, tiene la armonía necesaria para que penetre en nuestra conciencia provocando curiosidad, reflexión y ansia por desvelar su misterio. Por eso, como una lectora más, prefiero hablarles del mensaje y el pensamiento que se esconde detrás de sus palabras.
El título del poemario merece algún comentario: María Cambrils. El despertar de la conciencia. Un despertar que va unido a su “ser socialista”. En 1924, ya en el partido, escribió en una carta a una amiga la siguiente reflexión: jamás hubiese oído hablar de Socialismo a ninguna de mis amigas, de mis conocidas, que hoy siguen lo mismo que ayer: sin darse cuenta de que son consideradas como bestias, sin ningún derecho, como objetos del mobiliario, como bártulos acopladas al menaje de las cocinas. Palabras fuertes, altas y claras, para despertar conciencias. Pequeños y oportunos textos como este de María Cambrils se intercalan entre los poemas de Ana y nos permiten detectar la energía de su personalidad y asomarnos a la lucidez de su mente.
El poemario sigue de alguna manera el curso de la biografía de María Cambrils resumida al final a la manera de un epílogo. Ana Noguera manifiesta sus intenciones en el primer poema titulado Sobre tiLa autora se centra en los sentimientos que provoca el silencio, el miedo, el olvido impuestos a la España vencida. Son unos poemas que rezuman dolor, en los que se dirige a la “veterana compañera”, porque sabe que en su recuerdo encontrará comprensión y firmeza. Me ha gustado especialmente el titulado Mujer tenías que ser.
El conjunto es un libro entrañable hecho para el placer de la mirada y, también, un artefacto eficaz para despertar las conciencias de los lectores porque la evidencia de las injusticias irritan, enardecen y, finalmente, el conocimiento que transmite justifica e impulsa la acción. Una obra que pide una lectura tranquila para digerir cada verso, descifrarlo e interpretarlo, deleitarse con su estética y desentrañar sus secretos.
Confío que mis palabras les haya inculcado, por lo menos, curiosidad para acercarse a la pareja María Cambrils-Ana Noguera que tanto tienen en común a pesar del siglo que las separa.

María García-Lliberós.



martes, 18 de febrero de 2020

"Ficciones", de Jorge Luis Borges


                                       

Alianza editorial, 1980 (8ª edición; 1ª edición en 1971).
206 páginas.

Mi experiencia con Jorge Luis Borges no la calificaría de rara, a pesar de que este libro cuando lo adquirí en 1980 se me hizo insoportable y abandoné su lectura (Editorial Lumen acaba de publicar una nueva edición muy cuidada). Borges se me atragantó, no lo entendí, lo consideré pedante y no me interesaron sus construcciones intelectuales de enorme complejidad que no demostraban nada. Ha sido ahora, cuarenta años más tarde, con ocasión del Club de Lectura de la librería Gaia que dirige Justo Serna, cuando lo he retomado, con otra mirada, y he podido terminarlo. Ello no me ha convertido en una forofa seguidora del escritor argentino, pero sí ha despertado en mí curiosidad, fascinación por una mente única y admiración sin reservas hacia su prosa de potencia hipnótica con la que consigue imponer sus extravagancias con autoridad incontestable.
Jorge Luis Borges
Ficciones está compuesto de dos libros: El jardín de senderos que se bifurcan y Artificios, cada uno compuesto por un breve prólogo y ocho y nueve relatos respectivamente. El primero fue escrito en 1941 y el segundo en 1944. Tiene la virtud de abarcar todos los temas que conforman el universo literario de Borges, sus obsesiones, sus motivos para escribir, su personalísima manera de contemplar y concebir el mundo, su afición por los secretos, las sociedades ocultas, los buscadores de un conocimiento perdido, el esoterismo, la cábala y la geometría, el simbolismo, el laberinto infinito, las bibliotecas interminables, el innombrable nombre de Dios, aparte de sus bromas al lector con los ejercicios de anacronismos deliberados y atribuciones erróneas. No falta, en el segundo libro, la presencia del mundo local, los gauchos y su sentido trágico de la vida, la tradición criolla, la violencia absurda y su afición a las peleas a cuchillo, a cielo abierto, que conducen a una muerte segura que, probablemente, el protagonista la hubiera soñado.
El primer relato titulado Tlon, Uqbar, Orbis Tertius supone una prueba para el lector de lo que le espera, está escrito en primera persona y comienza confesando que debe a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar, producto de una sociedad secreta que surgió para inventar un planeta: Tlon, un laberinto destinado a que lo descifren los hombres. Al leerlo recientemente comprendí que en mi juventud desistiera de seguir a Borges. Sin embargo, ahora he persistido y he encontrado mi recompensa. El acercamiento de Almotasim o la insaciable búsqueda de un alma a través de los reflejos que esta ha dejado en otros, Las ruinas circulares, en el que expresa la existencia aparente o porque otro está soñándote, pueden resultar inverosímiles pero no por ello menos atractivos. Son artificios literarios que funcionan, aunque como expresa en algún momento el propio autor “no hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil” (página 57-58).
El lector se sentirá más cómodo con La forma de la espada, Tema del traidor y del héroe, muy interesante e inspirada en Shakespeare, El milagro secreto, El fin y El Sur, para Borges su mejor cuento, incluidas en el segundo libro que relatan historias que nos resultan más próximas, protagonizadas por personajes que se mueven en el mundo real, aunque no falten algunos elementos fantásticos.
De alguna manera me he reconciliado con este autor santificado por la crítica académica, y comienzo a vislumbrar su genialidad.
María García-Lliberós.



martes, 28 de enero de 2020

"Mi vida querida", de Alice Munro.

Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. 
Alice Munro
Editorial Lumen, 2013.
336 páginas.


A Alice Munro se le ha llegado a llamar la Chèjov canadiense, nada menos, quizás por cultivar el cuento en medios rurales y diseñar algunos personajes que se dejan llevar por la pasividad. Opino que no es para tanto, y eso que en 2013 recibió el premio Nobel, justo antes de publicarse Mi vida querida, esta colección de catorce relatos cortos que paso a comentar.
Los sitúa en la provincia de Ontario, en la que nació la autora, que ocupa el centro de Canadá y cuya capital es Toronto, una zona de valles amplios, bosques y un clima de aire frío, seco y ártico cuando en invierno llega del norte, y están ambientados en los años de la Segunda Guerra Mundial y posteriores, de depresión económica, aunque alguno alcanza la década de los setenta. Alice Munro nació en Ontario en 1931, y vivió durante su infancia y juventud en una granja, sabe de lo que habla y esa experiencia es decisiva para contextualizar sus relatos sobre el mundo real canadiense. Estos cuentos no responden a una autobiografía aunque es evidente que aprovecha su experiencia para impulsar su creatividad literaria. Se detiene en la cotidianidad de personas humildes, entra en la intimidad de un hogar de apariencia apacible para descubrirnos un submundo insospechado en el interior de la familia o de la pareja, suele escoger mujeres como protagonistas o narra desde una perspectiva femenina, pero no la considero una escritora feminista como se la ha etiquetado en alguna ocasión. Alice Munro muestra pedazos de vida en un momento determinado. Se dirige al lector para decirle: así son las cosas, tanto si te gustan como si no, sin juzgarlas, sin mostrar cómo se ha llegado hasta ahí ni cómo continuará en un futuro. Por eso sus cuentos, algunos, resultan desconcertantes, e incluso irritantes, por la ausencia de planteamiento, nudo y desenlace y, al mismo tiempo consigue, con esa magia e ironía que despide su prosa, alcanzar nuestra sensibilidad.
Mi vida querida es lo primero que leo de esta autora que, sin duda, posee un universo propio y un estilo personal. Me ha gustado, aunque no me ha entusiasmado todavía. Se preocupa por las relaciones humanas en la distancia corta, aprovecha recuerdos personales, aquellos que nos marcan durante la infancia, se fija en detalles de la vida cotidiana y muestra la conducta de los personajes sin tapujos, en ocasiones de una frialdad que espanta, con problemas sexuales graves que determinan el carácter, que huyen de cualquier compromiso, que luchan solos contra prejuicios arraigados en los usos sociales, que son capaces de ayudarse pero no de comunicarse, que esconden la ternura, el deseo, la necesidad de amar incapaces de tomar la iniciativa, que pueden ser violentos. Las relaciones entre madre autoritaria y puritana e hija observadora que discrepa en silencio y se distancia cuando no acumula rencor, es otro de los temas recurrentes.
Amudsen, Orgullo, Tren, Dolly, Voces y Vida querida son los que más me han interesado y que mejor representan las características expuestas en los párrafos anteriores. Alguno es conmovedor y todos con finales sorprendentes.

María García-Lliberós.